Un duelo como una partida de ajedrez entre el director de un importante medio de comunicación, Ricardo, y la subdirectora de la versión digital y ... antigua alumna suya en un curso universitario, Miky, es el centro de 'Doble o nada'. Él, gravemente enfermo, ha de elegir su sucesor entre ella y el responsable de la edición en papel, Beteta, veterano periodista capaz de utilizar cualquier método. En este dilema se sitúa la acción de una lucha por el poder donde se mezclan las tramas personales y laborales. La mexicana Sabina Berman es la autora del libreto. Su título primigenio fue 'Testosterona'. El conocido actor argentino Miguel Ángel Solá y Paula Cancio la estrenaron en 2014 con dirección de Fernando Bernués, pero en 2017 Solá reformuló su esencia con el título de 'Doble o nada' representándose desde entonces de forma discontinua.
Con ambientación de thriller psicológico, la batalla entre Solá y Cancio es un reguero de sorpresas en el camino hacia la decisión final entre la audacia de ella y la experiencia de él. Cualquier medio será válido para conseguir el fin: artimañas, trampas, chantajes, ilegalidades, osadías y hasta el sexo.
La gran virtud del texto es su inteligencia. Sabe dosificar múltiples temas como el machismo, el poder, la seducción como medio, la familia o las fronteras entre lo público y lo privado. Los diálogos son concluyentes y no pierden interés hasta el giro magistral del desenlace con los métodos sucios. Juega brillantemente entre la gravedad, el humor cínico y la ironía evitando la caída en la monotonía y a la vez configurando a los personajes como halcones, con frases lapidarias como «un director jamás pide disculpas» o «a estas alturas de la vida, la única posibilidad de que nos llegue la juventud es por contagio». Cada acción o revelación genera una reacción. La excelente dirección de Quique Quintanilla, fallecido poco antes de su reestreno en 2021, sostiene el ritmo manteniendo el equilibrio sin dejarse arrollar por las pausas o las aceleraciones.
Las interpretaciones de Miguel Ángel Solá y Paula Cancio son magistrales. Con una dicción fabulosa, se recrean en unas formas naturales a veces con apariencia de impostadas y un movimiento medido para dar credibilidad a sus personajes. Consiguen que sus disputas y acercamientos tengan altura. Hay mucha química entre ambos, quizá porque son pareja en la vida real, con alguna alusión autoficticia como los treinta y cuatro años de diferencia entre ambos. Hacen verdad el que se escuchen, compartiendo méritos con el texto y la dirección en ello, algo que muchas veces añoramos en el teatro actual donde cada personaje parece hablar para sí mismo y no para comunicarse. Una excelencia máxima generadora de adrenalina en el pulso de la lucha por la silla del poder.
La escenografía de Manuel González Gil posee un naturalismo sobrio. La cristalera de fondo iluminada facilita la situación del conflicto en una noche de tormenta e inundaciones que impiden el regreso a casa (¿será un pretexto?). Aunque el sonido podría mejorar porque durante los primeros diez minutos la audición era costosa.
Un trabajo impecable. Para los amantes de un teatro emocionante con un conflicto donde a su planteamiento y a su trama se van añadiendo detalles del pasado y el presente de los personajes hasta un desenlace con veinte minutos fabulosos por dos giros magistrales. Teatro para salir satisfecho.
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