Un salto para Ron Lalá

Siempre es bien recibida la compañía Ron Lalá en Valencia. Son adorables y su inventiva no tiene límites. También fueron aplaudidos en pie con 'Villa y Marte', donde utilizan la ciencia ficción como fórmula de parodia cariñosa sobre Madrid.

Un astronauta acompañado de su androide Trasto cae en un lugar llamado Martit, ciudad con lavanderas en el río Martianares, organilleros tabernarios, y alguaciles con la porra dispuesta. Extraños chulapos con ocho ojos, seis brazos o cuatro piernas, y peripecias acumuladas en la celebración del baile por las fiestas del patrón.

La puesta en escena y las interpretaciones son magistrales. El texto de Álvaro Tato una joya del verso octosílabo lleno de humor y con la sátira aguda presente. El apartado musical es potente y más elaborado, añadiendo lo electrónico a la guitarra, el bajo y las percusiones varias. Sin embargo, en la primera parte las canciones dominan hasta desequilibrar la palabra y la acción y se tarda en entrar en la magia argumental. También falta una propina pegadiza, que podría haber sido el magnífico mix de temas conocidos sobre Madrid. El público no engancha sus palmas con la reivindicación de la zarzuela y el teatro por horas.

Ron Lalá sigue entusiasmando aun habiendo abandonado la creación metateatral de sus anteriores propuestas ('En un lugar del Quijote' o 'Cervantina') y haya perdido la sorpresa porque conozcamos su estilo. Su sentido paródico, su enorme y entrañable oficio y los chascarrillos de lenguaje madrileñizado o marcianizado permiten disfrutar de la diversión crítica e inteligente. Ingenio y frescura.

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