El viaje del comediante

Font repasa sus comienzos ilusionantes en su pueblo, Olesa de Montserrat, en la España negra de Franco, su pasión por el teatro «antes de nacer», sus primeras actuaciones como 'pastoret' o en la Pasión, el primer montaje de Comediants nacido de un trabajo de fin de estudios dramatúrgicos, 'Non plus plis', donde puso los cimientos a la recreación y la utilización satírica de elementos de la fiesta popular en la representación, con el recuerdo de aquella carga policial sobre miles de espectadores disfrutando de la calle en Madrid. Después vinieron los éxitos internacionales, como 'Dimonis' en Venecia, subrayando el riesgo de la apuesta, la clausura de las Olimpiadas de 1992 en Barcelona, con una audiencia televisiva de tres mil quinientos millones, hasta llegar a su giro musical y operístico reciente.

La infancia y juventud son las partes más divertidas de la propuesta. Recuerda con amor a sus padres, que celebraban todas las fiestas existentes, y el teatro de títeres que le obsequió su ancestro, sus primeras actuaciones de niño, su primera compañía, donde narra un jocoso episodio absurdo con la guardia civil al representar una obra del prohibido Fernando Arrabal, hasta sus estudios de arte dramático en Barcelona y posteriormente con Jacques Lecoq en París.

A sus setenta y tres años, se presenta entrando con sus maletas de cómico que guardan su memoria, objetos de su historia teatral como las máscaras. Se define como un vendedor de humo; con una aparente inocencia que disfraza un ánimo de subversión artística –y sociocultural– porque el teatro es una representación mentirosa generadora de ilusión consciente de su conductismo: cada acción genera una reacción.

Además del contexto familiar, local y sociopolítico destaca cómo Font mantiene el interés con un sostenido ritmo narrativo de su intensa interpretación. El espectador disfrutará y reirá pero también vivirá momentos trágicos como el terrible incendio de La Vinya, el centro de creación de Comediants, mientras estrenaban la cabalgata 'La magia del tiempo' en la Expo de Sevilla de 1992. También con la transmisión pedagógica de su experiencia, los significados de las máscaras para la expresión y la mutación del folclore y del rito en invención. Implica al público con la papiroflexia o con el esquema de representación de la Expo. Las necesarias proyecciones están graduadas a la perfección, evitando una acumulación visual que soslaye la palabra, elemento igual de corporal, con episodios que los espectadores veteranos han vivido. Al fin y al cabo, Comediants es parte de nuestras vidas.

Gracias, Joan, por querer al público y por las cinco décadas de dedicación laboriosa. Y a la modesta pero interesante sala La Màquina por regalarnos emblemas del teatro como él y próximamente a Josep Pere Peyró.