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antonio arco
Domingo, 6 de septiembre 2020, 00:28
A veces me gustaría vivir anestesiado mentalmente», dice el escritor Santiago Posteguillo (Valencia, 53 años), harto de la clase política española. El autor de 'Y Julia retó a los dioses' prepara la serie de televisión 'El corazón del imperio', que él presentará y que se ... grabará en latín.
-Le pregunto:
-¿Qué anda buscando con tanto ahínco?
-Un sobre de té, ninguna excentricidad. He recorrido todo el bufé del hotel, de arriba a abajo, sin el menor éxito.
No se puede tener éxito en todo, le digo a Santiago Posteguillo, escritor afortunado en ventas que cuenta con una legión envidiable de fieles lectores que siguen, fascinados, sus novelas ambientadas en la Antigua Roma; la última, 'Y Julia retó a los dioses' (Planeta), cuyos actos de promoción fueron cancelados por la Covid-19. Estamos en Mazarrón, donde la tarde anterior fue el protagonista del ciclo 'Mares de papel', junto a un mar bellísimo. Desayuna frugalmente, algo de fruta y un yogur, y mantiene ese particular rostro suyo que no se altera ni aunque una máquina del tiempo lo deje caer en pleno desembarco de Normandía. «Hay que seguir sea como sea, no hay otra». Ahora anda enfrascado preparando el siguiente personaje con el que abrirá nueva serie de novelas, también ambientadas en la Antigua Roma, «y trabajando en la serie de televisión, para el Canal #0 de Movistar+, que estoy rodando en Bulgaria, 'El corazón del imperio': seis episodios documentales, con recreación histórica, en la que yo actúo de presentador; introduzco a un personaje femenino de la Antigua Roma, y luego actrices y actores interpretan escenas vitales muy potentes de ese personaje». Y añade algo que le hace especial ilusión: «Grabamos en latín».
-¿Qué le ha quedado claro tras estos últimos meses?
-Que los políticos en general, de todos los colores, no quieren que el pueblo lea porque así es más manipulable. Estoy en un país que hace un decreto de actividades esenciales, y resulta que el tabaco es una de ellas, pero se cierran las librerías; vivo en una sociedad que considera más importante fumar que leer. Alemania no cerró nunca las librerías en toda la pandemia. Y esto no es una crítica a la gente que, privadamente y sin molestar a nadie, fume, ni estoy yo sugiriendo que se cierren los estancos. Pero, ¿por qué cierran las librerías?, ¿realmente el coronavirus se iba a expandir por ellas?, ¿realmente íbamos a tener en las librerías problemas de aglomeraciones?, ¿o en las bibliotecas?
-No parece, no.
-Aquí, cuando hay una crisis, lo primero es cargarse la cultura; se saca el rifle, se apunta en el centro de la cultura y se dispara. Por ejemplo, cuando en Barcelona estaban empezando los rebrotes, claramente adscritos al botellón y al ocio nocturno, en su mayoría, o a celebraciones no muy controladas, lo que se propone es ¡cerrar cines y teatros! Bueno, ya vale, ¿no? Yo acabo de dar una conferencia en el ciclo 'Mares de papel' [en Mazarrón], en un espacio enorme, al aire libre, todos con mascarillas y guardando las distancias. Lo importante es seguir haciendo cultura. En este país, el poder político, sea del color que sea, se llena la boca diciendo que es muy importante leer, pero no hace nada para que la gente lea.
-¿Qué no acepta?
-No acepto de ninguna manera, me rebelo y me parece demoledor psicológicamente, el término 'nueva normalidad'. Es una burrada. Tú no le puedes decir a la gente que esto es su nueva vida, porque esto es asqueroso, muy desagradable, muy deprimente. Si tú le dices a la gente que esto es su nueva vida, la gente se va a deprimir, y de la depresión a, como consecuencia de ella, perder capacidad inmunológica no hay nada; eso es ciencia pura. A la gente hay que animarla como se pueda; Churchill, en la Segunda Guerra Mundial, ¿qué hace? Lo primero, no se va de vacaciones, y tampoco le dice a la gente que esto va a ser chachi piruli. Los alemanes bombardean a diario, pero acostumbraros, ¡es vuestra nueva normalidad! ¡Claro que no! Lo que tienen que decir es que estamos viviendo una excepcionalidad, muy dura, sí, pero de la que vamos a salir, aunque probablemente más despacio de lo que habíamos imaginado; de este modo, la gente se pone el chip de 'esto va a ser duro, pero no ha venido para quedarse'. Lo otro es destrozarla psicológicamente, y me meto no solo con el Gobierno central, sino con todos: también con los nacionalistas, independentistas, del PP...; todos son unos caraduras, y yo me rebelo con que cobren su sueldo, ningún político debería estar hoy cobrando su sueldo con la que está cayendo. Creo que todos los diputados y senadores deberían devolver todo su sueldo del confinamiento, porque no ha valido para nada. Porque, además, la clase política es la única que no vive en sus carnes, económicamente, el deterioro; todos los demás lo vivimos. Y no lo digo por fastidiarlos, sino por pedagogía: si no sienten el dolor que hay, no se enteran, están anestesiados en su burbuja magnífica; entonces, tienen que sentir el dolor en sus carnes, ver que de pronto cobran menos y preguntarse, '¿qué está pasando en el país?'. Y que reaccionen.
-¿Qué no espera ya?
-Eso de que intenten gobernar con ejemplaridad, como Trajano, eso ya no lo espero. Y sería muy necesario porque esto va a ser muy sufrido y lo peor está por venir, y no es el virus, es la crisis económica que llega. Cada vez tengo menos paciencia para la estupidez en el liderazgo político, se me va acabando. A veces me gustaría vivir anestesiado mentalmente...; el otro día escribía Arturo Pérez-Reverte que quería irse a una isla desierta porque estaba harto de la estupidez humana. Yo no he llegado todavía a ese punto, pero si me va guardando un sitio en la isla, igual en unos años me voy. Hace falta una regeneración de la clase política española. El nivel es penoso, de ínfima calidad, y esto es inadmisible.
-¿Y la ciudadanía?
-Hay gente cabal, hay gente que no sabe por dónde ir, y hay gente que es inconsciente, o imprudente, por decirlo suavemente, porque, con la que está cayendo, ciertas actitudes no son nada brillantes. La gran mayoría lo intenta hacer bien, pero no está bien guiada, ni aconsejada. Si un día les dices A y al siguiente B, cuando ya les has dicho todo el abecedario no saben qué hacer, y eso no es culpa de la ciudadanía, a la que le han inoculado un tercer virus; tenemos el virus del coronavirus, el virus de la crisis económica y, por si fuera poco, en su inconsciencia la clase política ha tenido a bien inocularle el virus del miedo; y una cosa es la prudencia, la inteligencia y el saber desenvolvernos en una situación crítica como es esta, y otra cosa es inocular miedo a la gente, porque la gente con miedo puede hacer cualquier barbaridad. Y, además, la tienes aterrorizada y bloqueada. Mucha gente piensa ya en no llevar a los niños al colegio; ¡hombre, no lo sé, pero los niños tendrán que ser escolarizados en algún momento! El miedo, nuevamente, conduce a la depresión y a la pérdida de inmunidad. Si lo que quieren es tener una gente predispuesta a caer enferma, si ese es el plan, vamos muy bien.
-¿Usted qué propone?
-Lo que creo es que hay que hacer una buena campaña de información, eliminar el miedo y enfatizar la prudencia, el sentido común, y el uso de la mascarilla y de la distancia social, incidiendo en que esto es algo temporal, porque hay que volver a abrazarse y a besarse. Y mantener la economía funcionando con todas las medidas de prevención que sean necesarias. Soy de los que piensan que un segundo confinamiento no iba a solucionar el problema, sino que iba a crear más problemas de depresión y sanitarios de lo que nos podamos imaginar, además de que yo no sé cómo la economía iba a poder resistir. No sé de dónde piensan sacar el dinero. Yo he pagado de IVA el 50% menos en el último trimestre. Entonces, ¿qué va a pasar? Si todo el mundo que tiene actividad económica paga el 50% de impuestos, usted me dirá cómo se pagan las pensiones, los sueldos de los funcionarios...; a mí no me salen las cuentas. La actividad económica, con todas las prevenciones, hay que mantenerla. Y si quirúrgicamente es preciso tomar alguna medida más drástica en alguna zona concreta, porque se expande el virus de una manera descontrolada, se hace.
-Tras el episodio con 'Lo que el viento se llevó', ahora el bisnieto de Agatha Christie propone cambiar el título de 'Diez negritos' por el de 'Eran 10'. En esas seguimos.
-Cualquier exageración es una perversión en sí misma. Margaret Mitchell incluye personajes racistas en 'Lo que el viento se llevó' porque está describiendo el sur de Estados Unidos en el siglo XIX. Por esa misma razón, yo no debería entonces escribir sobre Roma, porque Roma era una sociedad esclavista. Pero ella no escribe a favor de los racistas del sur, describe una guerra civil, muy cruenta, y las motivaciones de un bando y de otro. Tampoco la película es racista, simplemente refleja lo que escribió la autora. ... Si seguimos así, hay que coger y tirar a la basura la 'Odisea' porque, en un episodio, cuando Penélope se dirige a hablarle a la asamblea de gobierno del reino de Ítaca, se le interpone en el camino su hijo Telémaco, de 16 años, y le dice: 'Detente madre y cállate, porque hablar en público es cosa de hombres'. No podemos evaluar obras de arte del pasado con parámetros del siglo XXI. No podemos cargarnos el arte interpretado desde el presentismo actual, eso es absurdo.
-Feministas italianas protestan contra las actuaciones de Plácido Domingo en Verona.
-Si tenemos un sistema judicial, o creemos en él o lo cerramos. Y otra cosa: o bien la presunción de inocencia vale para todo y para todos, o no vale para nada y para nadie. Si pasamos a sojuzgar a la gente y a sentenciarla sin juicios, a lo que vamos encaminados es a la caza de brujas, y esta es mala siempre; la caza de brujas no es aceptable, los juzgados y las sentencias judiciales sí.
-¿Quién protagonizará su próxima novela?
-No puedo decírselo, pero creo que será de gran interés para los lectores. De todos los personajes que he novelado pienso que son admirables y dignos de aprender de ellos; me paso con cada uno de ellos entre cuatro y siete años, así que si no cojo a alguien que admire, ¡menudo padecimiento! Ya tengo bastantes ejemplos de líderes absolutamente deleznables, empezando por Trump, como para pasar el tiempo con alguien insoportable. Escipión era muy noble, Trajano era un gobernante ejemplar...
-¿A quién está muy agradecido?
-A mi padre. Recuerdo que un día me dijo: 'A la hora de comer te quiero en la mesa, y sácame bien todos los estudios'. Por lo demás, libertad absoluta. Siempre me apoyó en esto de escribir. Cuando a mitad de carrera de Filología Inglesa le dije que yo lo que quería era aprender a escribir, me preguntó que dónde se aprendía a hacerlo. Estábamos en los 80, le comenté que en Estados Unidos y se puso a hacer cálculos. 'Te puedo dar 500.000 pesetas', concluyó. El curso costaba dos millones de pesetas, pero tuve la suerte de que pedí una beca y me la dieron. Mi padre me compró el billete de ida y me indicó: 'Aquí no vuelves hasta que acabes, ni el turrón por Navidad, ni la madre que te parió'. Pero llegó Navidad y me envió un billete. Se leyó mi primera novela, que me rechazaron en todos lados, y me tranquilizó: 'A mí me ha gustado'. Me tranquilizó porque mi padre, que contrataba a expresidiarios para darles una segunda oportunidad en la empresa en la que estaba, tenía una enorme intuición, solía atinar siempre. Lo echo muchísimo de menos.
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