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José luis Benlloch
Sábado, 7 de marzo 2020, 23:56
Un torbellino rubio, con el pelo permanentemente revuelto y el perfil cordobesista dominante en la época como bandera artística, comenzó a llamar la atención en los carteles de los festejos menores de las plazas a finales de los años sesenta. Empeñado desesperadamente en escapar de una vida que para el común de los españoles de las zonas rurales era especialmente difícil, se hizo pronto un nombre en el mundillo del toro en Valencia. Con decir Julián bastaba para saber de quien se trataba, Julián García en los carteles. Nació en Paterna de Madera, Albacete, llegó a Valencia siendo un chavalote y hoy, 8 de marzo, se cumplen cincuenta años de que tomase la alternativa en Castellón en una tarde que acabaría marcando su carrera, que tuvo como hitos más destacados varias tardes triunfales en Valencia, más de una con miuras y sobre todo la de aquel San Isidro de 1972, que algunos han tenido tendencia a olvidar, en la que salió a hombros de las Ventas tras estoquear toros de Benítez Cubero y El Pizarral.
Fue Julián un torero heterodoxo que se ponía los cánones del clasicismo por montera. No es que no le gustase el toreo clásico o el toreo bueno, suele decir, es que la competencia de muchos y muy buenos espadas, desde Viti o Camino a El Cordobés, con los que le tocó subsistir y el sistema de contratación, no le daba más opción ni mucho menos tiempo para pulirse, de tal manera que había que triunfar a machamartillo a riesgo de que te dejasen debajo de la mesa ferial. Y ante esa tesitura Julián se echaba de rodillas, en realidad se zambullía y si era de Miura que fuese de Miura, al punto que hubo tardes que cruzaba la plaza de tal guisa desde el tercio de la presidencia a la puertas de cuadrillas sin levantarse y sin dejar de pegarle pases al más pintado que tuviese delante, así que cuando se libraba de aquel trago y se ponía en pie era tal el alboroto que no había quien se acordase de los cánones y si había alguien no había quien le escuchase. En esa línea de toreo se inscribe su famoso pase del reclinatorio en que utilizaba una silla sobre la que se arrodillaba, imagen que quedó ligada a su estilo y de la que se hicieron carteles.
Llegó a Valencia desde Paterna de Madera a principios de los sesenta. Trabajó como camarero y en lo que hiciese falta y acabó descubriendo el toreo como puerta de ascenso social y profesional. Toreó en los festejos de la oportunidad y tras varias buenas temporadas como novillero, en las que destacó su competencia con Dámaso González y los otros novilleros valencianos, se anunció su alternativa en la feria de la Magdalena de 1970 con un cartel de lujo en el que Paco Camino ejerció de padrino y Ángel Teruel testificó el ascenso tras cederle la muerte del toro Faldero de Juan Mari Pérez, una de las ganaderías más deseadas del momento. Cortó Julián dos orejas y rabo pese a fallar a espadas y las crónicas hablaron de su apasionada entrega y acabó toreando ese año cincuenta corridas.
Su gran triunfo en Madrid donde había confirmado la alternativa dos años antes tuvo una intrahistoria que el propio torero le relataba recientemente a Ángel Berlanga. Condicionado por los gustos de la capital, afirma que se cohibió en sus primeras actuaciones «Me decían que no debía hacer lo que hacía en otras plazas y aquello me impedía sacar mi verdadera personalidad. Aquel día, en cambio, salí sin miedo a nada y logré triunfar. Le corté una oreja a cada uno de mis toros y salí a hombros». El triunfo no fue fácil, al punto que los aficionados más radicales no le admitieron que les brindase su primer toro por aquello de su estilo tremendista y aún así cortó una oreja, triunfo que repitió en su segundo en el que ya le dejaron brindar y acabaron llevándoselo en hombros.
Valencia, su plaza
Pero fueron sus triunfos en Valencia, su tierra de adopción, donde toreó a lo largo de su carrera 39 corridas de toros en las que cortó treinta orejas y varios rabos, además de doce novilladas con picadores y los festejos de promoción iniciales y diversos festivales, balance que le dio carta de naturaleza. En su primer año ya cortó dos orejas en Fallas alternando con Viti y Cordobés y otros dos en la Feria de Julio a un Miura, lo que da idea de que salió lanzado de la alternativa. Su último paseíllo vestido de luces fue en Benidorm, en noviembre de 1993, alternando con Jorge Manrique y Soro II. Ayer se inauguró en la plaza de toros una muestra con los más significativos recuerdos de su carrera.
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