Alfonso R. Aldeyturriaga
Miércoles, 23 de abril 2014, 13:32
A punto de dar las tres paran para recuperar fuerzas y enfilan con paso ligero las escaleras que conducen al comedor de los Estudios Buñuel de RTVE. Por allí andan cuando tienen grabación Alaska ('Alaska y Coronas', en La 2) y Nieves Álvarez ('Solo moda', en La 1). Pero hoy es lunes y no están. Hay ensalada ligera o macarrones carbonara de primero y mero o lomo para elegir de segundo. De postre, plátano con chocolate, queso con membrillo o fruta del tiempo.
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Pero a Pepe Rodríguez le sobra todo. Se acaba de zampar catorce sándwiches y a la hora de la merienda le tocará probar catorce tartas. El juez comilón de 'MasterChef' luce tipo espigado y eso que la tele le añade dos o tres kilos. Jordi Cruz también ha cerrado el pico (ha adelgazado nueve kilos en cuatro meses), pero solo en la mesa, porque la lengua la tiene bien afilada. En realidad es de pocas palabras y lo suyo es más el gesto: «Bonito molde»... y vuelca encima de la mesa una tarta porque quedaría feo estampársela en la cara al concursante. «Dame veneno que quiero morir, dame veneeeeeenooo», canturrea Pepe, como ajeno al tremendo mosqueo que lleva el compañero. Es la hora del reparto de notas, y esa tarde van a caer unos cuantos cates.
Lo veremos en el segundo programa de 'MasterChef', el que se emitirá el miércoles 30 de abril en La 1 de TVE (22.30 horas). Hoy, un lunes fresco de febrero, 'MasterChef' abre las puertas a este periódico y nos deja colarnos hasta cocina. Allí trajinan catorce concursantes -uno ha sido expulsado en el primer capítulo-.
El reto en esta segunda entrega es preparar un postre de Samantha Vallejo-Nájera. Ella pide otro cuchillo porque ese no corta bien y Pepe y Jordi limpian la hoja de merengue con los dedos y se los chupan. Se escuchan risitas, pero Tere, la regidora, manda callar. Hay veintisiete personas en el plató, y se deslizan comentarios por lo bajini: «¡Pero si ha cogido el salmón ahumado con la mano!», «Les van a echar unas broncas...», «¿Pero para qué coge diez limones?», «Tenía que haber puesto un papel sulfurizado debajo. Ahora se le va a pegar».
El premio.
En una urna, billetes de 50 euros de mentira simulan el premio, 100.000 euros. «Para tener dinero real hay que pedir autorización a la Policía».
El equipo. Más de 200 personas hacen 'MasterChef', el programa revelación del año pasado (5,5 millones de espectadores en la final). Tardan una semana en hacer cada capítulo (graban unas 70 horas).
10 minutos de conversación telefónica a la semana con la familia. Es el único contacto con el exterior que tienen los concursantes, que viven aislados en un chalé de una urbanización.
Bien lo saben David y Alejandro, los 'culinarios', los pinches de los concursantes. No les pueden dar pistas, solo suministrarles si les falta algo (hay un carrito de restaurante con trece sartenes, una olla, aceiteras, un rallador, papel de aluminio, exprimidores...). Por el pinganillo van relatando a la dirección todo lo que ocurre en la cocina. También hay nueve cámaras grabando a la vez y un fotógrafo: «A esa le ha salido el plato mal y ni se inmuta, el año pasado ya se habrían echado a llorar». En una esquinita fuera de plano, un bombero y cuatro sanitarios con una ambulancia esperando. «El primer día hubo cuatro cortes, pero nada grave. En todos los programas con público tiene que haber enfermeros: suele haber lipotimias por el calor de los focos. O viene alguien diabético y le dan un bocadillo de jamón, plátano y un arroz con leche, y claro, le sube el azúcar».
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La peluquera de Jordi
A mediodía se acerca Teresa Álvarez. Gracias a ella no se ve una miga en la cocina. «Hicieron un especial en 'MasterChef junior' y me entrevistaron. Me preguntaron si me ponían encargada de mantenimiento, pero al final salió un rótulo que decía: 'limpiadora'. En mi casa no gustó, pero hombre, no van a poner que soy azafata, ¿no?».
- Con tanto famoso como pasa por estos estudios, tendrá un montón de autógrafos, ¿no?
- ¡Cómo no! Y me saco fotos. ¡Si tengo hasta con Julio Iglesias! He conocido a muchos. Me gustaba Ramón García, porque era agradable y tenía el despacho muy limpio. Aunque lo que más ilusión me hizo fue ver a Rocío Jurado. Vino a grabar una gala y lo dio todo. Lloramos como niños.
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Se despide Teresa, que tiene dos horas (de tres a cinco) para adecentar el plató. Durante este tiempo los concursantes permanecen aislados: comen separados del resto por un biombo y un responsable del programa les acompaña cuando necesitan ir al baño. No hablan con los jueces, ni con los cámaras... Y en los descansos -paran por lo menos cuatro veces durante la mañaña- esperan de pie en el plató. Se miran, se guiñan un ojo...
Los jueces no. Ellos se sientan en la salita contigua, decorada con muebles rústicos que les han cedido de 'atrezzo' y que hay que devolver. Encima de la mesa, un bol con tomates y limones... de verdad, porque alguno se empieza ya a pudrir; y en las baldas 35 libros, casi todos de recetas. Pepe y Samantha miran el móvil, hacen llamadas de trabajo -ella tiene una empresa de catering y él un restaurante, 'El Bohío'-. Jordi y Eva González aprovechan para salir a fumar: «¡Somos los únicos que fumamos!».
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Ella pone la sonrisa que sirve de contrapunto al rostro severo de su «inseparable» Jordi: «Le digo: 'Tío, no pongas esa cara, que parece que estás echando broncas'». Eva, por si acaso, no se atreve a trajinar mucho en la cocina: «Yo tengo mejor paladar que mano. Me gusta el 'cuchareo' y las lentejas me salen bien, pero poco más». Se despide enseguida, porque hay que volver a grabar. Y corretea sobre unos tacones infinitos que ella lleva como si fuesen zapatillas de casa.
Samantha lo lleva peor y en cuanto paran para recolocar las cámaras, grabar primeros planos de los platos... se calza unos zuecos blancos con lunares de colores. Si no fuera por la tortura de los tacones, parecería incansable, que luego en casa le esperan cuatro niños: «¡Me los como a besos al llegar!». Hoy Samantha se salta también la comida -o la ha hecho muy rápida- porque tiene una sesión de fotos para una revista. Se cambia de ropa -lleva camisa rosa, chaqueta de colorines y pantalón negro-, pero no hace falta peinarla otra vez. Le han atado la coleta a las ocho y media de la mañana -el rodaje ha empezado a mediodía-, pero a las tres de la tarde sigue sin moverse un pelo. «Me han hecho unas trencitas, me encantan». La idea ha sido de Ana Renedo, jefa de maquillaje y peluquería: «'Sami' tiene un pelazo... Le queda muy bien recogido, le gusta que le apriete la coleta».
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- A Jordi le retoca mucho.
- Porque lleva un look despeinado y tiene el pelo ondulado. Aguanta bien los retoques, es muy agradecido. No son nada polillas.
Las chicas están vestidas y peinadas en una hora -«Eva tiene un pelo muy domable»- y a Pepe lo despachan en veinte minutos. Jordi lleva vaqueros, zapatillas marrones y naranjas, camiseta informal y chaqueta con coderas, pero a Pepe no le sacan del traje oscuro, que le hace parecer «el padre» de todos: «El primer día me vi raro, pero ahora me veo hasta guapo».
- ¿Qué desayuna usted? ¡Porque menudo tipo luce!
- ¡Es que me he puesto en línea! Suelo tomar cola-cao con churros y zumo de naranja, en mi casa no ha habido cultura de café. Pero hoy he desayunado solo dos yogures.
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Pasan dos minutos de las cinco de la tarde y ahora le toca zamparse los catorce pasteles con merengue que han preparado los concursantes por la mañana. «Nos van a poner la cara como un oso panda», se escucha por la última fila. Y no se equivocan, no. Porque Jordi abre una caja y encuentra una tarta... ¡con el molde sin quitar!
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