¿Por qué nos enganchamos a las series?

Alguna vez te has preguntado ¿por qué me engancha tanto esta serie?

¿Quien no se ha quedado hasta las tantas viendo un capítulo tras otro de su serie favorita y ha llegado al día siguiente con ojeras como marsupios? Tranquilo, no eres un adicto.

Si bien no existe una fórmula secreta para convertir cualquier serie en un éxito de masas si que hay un recurso ampliamente utilizado con el que juega la mayoría de las series más vistas: el "cliffhanger".

En 1927 una sicóloga se dio cuenta que un camarero era capaz de recordar una lista de pedidos pendientes pero no era capaz de recordar los platos que acababa de servir, gracias a esto y un riguroso estudio llegó a la conclusión de que nuestro cerebro recuerda mejor las tareas inacabadas o las que son interrumpidas bruscamente, que las que se concluyen.

Conocedores de este filón, los seriales radiofónicos de la época y otros productos seriados como los cómics y más recientemente el cine, las series de televisión o incluso los videojuegos, han explotado este efecto dejando sus historias a medias en un punto álgido para que volvamos a por mas.

Un cliffhanger, o conocido comúnmente en la redacción de PF como un "Grijander", que viene a traducirse en algo así como "al borde del precipicio", no es ni más ni menos que la explotación comercial de una especie de defecto que hay en nuestros cerebros que hace que no dejes de pensar en eso que te has dejado a medias.

Pero claro, con la proliferación del video por internet, las televisiones a la carta y los videoclubs online tipo Netflix que cuando estrenan una serie, ofrecen poder ver toda la temporada desde el primer día, se dan casos curiosos de espectadores que se tragan las 15 horas del tirón, como ocurrió con miles de inocentes seguidores del estreno de la segunda temporada de "House of cards" el pasado mes de febrero.

Ponerle nombre a este recurso no te va a ayudar a evitarlo, pero por lo menos no te sentirás como un enfermo la próxima vez que pases sueño por una serie. Recuerda: la culpa no es tuya, sino del maquiavélico guionista por meter al final ¡ese pedazo de Grijanderrrr!