La tele de todos, cada vez de menos

El marcado sesgo político, los «programas carcas» y la falta de dinero han minado la televisión pública, que pierde prestigio y espectadores a espuertas

yolanda veiga

Domingo, 21 de junio 2015, 21:50

Se acuerdan de Pippin, la perrita que hizo la maleta y se fue de casa porque su joven dueño pasaba el día viendo la tele y no le hacía caso? Aquel niño a una pantalla pegado estaba viendo TVE, la única en 1988, cuando se rodó el anuncio (las privadas llegaron dos años después). Miles de espectadores han seguido el camino abierto por Pippin y se han ido marchando. Así que la cadena de todos es cada vez la de menos. En TVE el tiempo se cuenta por legislaturas y la que está para terminar es la más cuestionada en años. Al margen de subjetividades, lo dicen las cifras. En diciembre de 2011, cuando accedió al poder el PP, La 1 era líder de audiencia con un 14,7% de share. Hoy está en el 9,9%, según datos facilitados por Barlovento Comunicación. Es tercera, después de Telecinco (15,4%) y Antena 3 (13%). La última, porque esto es una carrera de tres. Lo dijo el otro día José Antonio Sánchez, presidente de RTVE, cuando menospreció que La Sexta les derrotara la noche electoral (16% frente al 8%), al asegurar que ellos solo se medían con «generalistas normales». Lo soltó en una comparecencia en el Congreso y en la siguiente volvió a reivindicar su hueco en los titulares: «Voto al PP y seguiré votando al PP».

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«Fue un comentario hecho de forma casi despectiva y eso crea un clima de inquietud. TVE necesita recuperar la pluralidad, que no se les note tanto el partidismo», censura Juan Francisco Gutiérrez, profesor de Periodismo en la Universidad de Málaga y experto en televisión. Pero ojo, que la tele de estos fue antes de los otros. «Es un organismo de poder y manipulación, pero a veces es más evidente, y otras veces menos. En los años en que María Antonia Iglesias fue jefa de los informativos (1990-96), con el Gobierno de Felipe González, se notaba mucho. Se notó menos con Fran Llorente y Zapatero y ahora se vuelve a notar más», evalúa la crítica televisiva Rosa Belmonte.

El termómetro que mide el nivel de injerencia son los informativos, que han sufrido el mayor descalabro que se recuerda. Fueron líderes de audiencia durante 65 meses seguidos (5 años y medio), hasta febrero de 2013, que se les adelantó Pedro Piqueras en Telecinco. Ahota también les gana Antena 3. Las noticias de TVE se han quedado con millón y medio de espectadores fieles, la mitad de los que tenían al final de la última etapa socialista. «Quizá se le ha dado mucha relevancia a aquella época, pero los telediarios de La 1 hablaban de la crisis incluso cuando el Gobierno se resistía a admitirla», recuerda Gutiérrez. «Ahora cada dos por tres hay polémica. Cortaron la declaración de Bárcenas a la salida de la cárcel, estuvieron no sé cuántos meses sin hablar de Podemos, ha habido críticas a la monarquía que no se han mostrado... TVE quiere jugar un papel tan institucional que acaba por no representar a nadie». A propósito de la Realeza, Telecinco y Antena 3 doblaron en audiencia a La 1 el día de la proclamación del Rey Felipe VI. «Los acontecimientos especiales eran momentos en los que siempre se lucía TVE. Pero ya no», advierte Rosa Belmonte.

- ¿Los espectadores del PP también se han marchado?

- Yo creo que sí. El público no es tonto, aunque vote al PP le gusta ver debates donde se confronten ideas. Por eso se han ido a otras cadenas -cree Gutiérrez-.

«Catarata de desaciertos»

Sobre todo a La Sexta, la actual referencia informativa. «A mí La Sexta Noche me parece un circo, pero es un circo televisivo. En el programa de Ernesto Sáenz de Buruaga todos los tertulianos opinaban lo mismo, no se veía a ningún rojo, a ningún disidente... aunque es verdad que en Más vale tarde (La Sexta) tampoco llevan mucha gente de derechas. Pero en el de Buruaga se notaba más. Y luego metieron a un economista (Simón Pérez) que era como llevar a un payaso, solo le faltaba la nariz», critica Belmonte. Se refiere a Así de claro, el último gran batacazo de TVE. Habían apalabrado trece programas y solo han emitido tres. «Fue una catarata de desaciertos. ¿A quién se le ocurre poner un plató de 1.200 metros cuadrados para un debate? Los invitados daban la espalda al público, faltaba frescura». Por cierto, que esos invitados cobraban 500 euros, la tarifa más alta de las tertulias televisivas.

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La crítica es de un conocido productor y antiguo empleado de TVE, que prefiere mantener el anonimato. «Los programas fallan porque son antiguos y los presentadores, carcas. El de José Luis Moreno, Alfombra Roja, era lamentable, eso ya no lo hace nadie y encima no estaba ensayado, nadie dirigía. Ojo, que Valerio Lazarov llegó a Telecinco y puso a Carmen Sevilla, Manolo Escobar y Concha Velasco, pero en formatos adecuados. Y si hoy adaptas bien Reina por un día, un programa de 1964, funciona». El show de los sábados de Moreno costaba 220.000 euros y aguantó solo cuatro semanas. Fue uno de los más criticados: «Es que era de no creer. Solo faltaba Juncal Rivero regalando ordenadores. Aunque la culpa no es de Moreno, él no engaña a nadie, la culpa es de quien lo contrata», apunta Belmonte. Por cierto, ayer Fernando Sánchez Dragó anunció su regreso a TVE después de 11 años. Presentará Libros con wasabi en La 2 la próxima temporada.

¿Y el programa de Toñi Moreno? «Quitó a los pobres de la calle para meterlos en el plató. Era vergonzoso», lamenta el productor. El listado de fracasos continúa con El pueblo más divertido, aquel concurso veraniego que presentaron Mariló Montero y Millán Salcedo. La final la vieron 70.000 espectadores (2,1%), una audiencia nueve veces menor que la que hicieron ayer los documentales de la hora de la siesta de La 2 (630.000 televidentes).

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Y tampoco salieron como se esperaba los concursos de Carlos Latre y Ramón García, que después de tres meses y un mes respectivamente en pantalla, no renovaron. Anne Igartiburu no pudo levantar las tardes con +Gente, ni Ana García Lozano con Tenemos que hablar. Okupados y Gran Reserva: el origen fueron un fiasco y eso que la ficción es el fortín que le queda a la pública, con productos seguros como Águila Roja y Cuéntame y acertadas novedades como Isabel y El Ministerio del Tiempo, «la mejor serie de los últimos años», alaba Belmonte.

Pepe Rodríguez y Alaska

Aunque el estreno más vistoso fue el de MasterChef, que lleva dos años en antena y llegó a superar los 5,5 millones de espectadores la primera temporada. «En TVE hay gente con ideas y talento. Otro ejemplo es Alaska y Segura, un programa diferente, que pretende no ser vulgar, aunque el maltrato al que le han sometido ha sido evidente», añade Belmonte.

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Con las ficciones, TVE puede sacar pecho, pero con el resto de la cartelera es más complicado, advierte Tacho de la Calle, miembro de la Academia de la Televisión. «Programar en la privada es infinitamente más fácil porque puedes editorializar y emitir espacios con unos niveles de osadía y de friquismo que TVE ni puede, ni debe. Lo fácil es poner a la gente a pelarse, a ver quién la tiene más larga y fichar para los debates a los tertulianos más provocadores, en lugar de a los más educados. Pero ese espectáculo no se lo puede permitir una emisora pública. Lo que tampoco quiere decir que tenga que ser una cadena triste o aburrida».

- Lo que tiene que ser es una cadena de calidad. ¿Lo es?

- Debe serlo.

El paradigma es la BBC, la televisión pública inglesa, aunque «hay contenidos suyos que se emiten en La 2 y aquí no tienen audiencia», advierte Mariano González, presidente de la Asociación de Telespectadores y Radioyentes. Cree que «la audiencia española busca mayoritariamente entretenimiento, el morbo de conocer los entreijos de los demás, las series americanas... y por ahí no puede competir una televisión pública que se hace con dinero de los Presupuestos del Estado».

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Esa es la otra cuestión: el dinero. Como la audiencia, también ha mermado. Cuando gobernaba Rodríguez Zapatero TVE manejaba 1.200 millones de euros. Pero el Ejecutivo de Mariano Rajoy metió la tijera y hoy no llega a los 900 millones. «Para que TVE sea eficaz necesita audiencia, para tener audiencia hace falta gastar más, pero para gastar más hay que recibir», expone González, que solo ve dos salidas: «O TVE se realimenta con cantidades ingentes de dinero o se redimensiona para ofrecer contenidos de servicio público». No parece que sea solo una cuestión de dinero.

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