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Mikel Labastida
Sábado, 6 de agosto 2016, 23:57
El interés por la política ha convertido a los líderes de los partidos en nuevas estrellas de los shows. Y ellos, encantados de conocerse, no tienen problema en protagonizar coreografías, demostrar sus habilidades con el baloncesto o el futbolín, o plantarse frente a un micrófono para dar el do de pecho. Donde en otros tiempos hubo espectáculos de variedades ahora se vislumbran debates de actualidad, en los que en lugar de humoristas se cuelan tertulianos. Aunque a veces la diferencia es imperceptible.
Junto a ellos ha aparecido otra figura mediática: el politólogo. Cualquier espacio informativo tiene el suyo para que arroje luz a un panorama cambiante, plagado de sombras y dudas, que día tras día se analiza en las parrillas de nuestros canales. Ya no se habla de las portadas del 'Hola', sino de las de 'The Economist'. O casi.
«Es evidente que se ha incrementado la demanda de contenido político, sobre todo desde que empezó la crisis económica. El interés de la ciudadanía por estos temas se ha disparado y muchos espacios de 'prime-time' albergan temas de este tipo. Además ha emergido un formato que en España no estaba muy desarrollado que combina información y entretenimiento. Por otro lado, el nacimiento de nuevos partidos ha provocado una demanda de voces diferentes. La televisión ha echado mano de una masa crítica, politólogos jóvenes que ya tenían presencia en las redes sociales y en internet en general».
El que habla es Pablo Simón, al que programas de La Sexta (como 'Al rojo vivo', 'El objetivo' o 'El intermedio') han adoptado en los últimos meses como su politólogo de referencia. Doctor en Ciencias Políticas por la Universitat Pompeu Fabra, su principal área de especialización son los sistemas electorales, tanto en sus causas y consecuencias. Según ha confesado en alguna entrevista, 'El Príncipe' de Maquiavelo tuvo la culpa de que se decantase por una profesión que cuando él, nacido en Arnedo en 1985, decidió cursarla no estaba tan solicitada como ahora.
Antes de dar la cara por la tele, la dio en la red. En Twitter se le conoce como Kanciller. En 2010, junto a un grupo de compañeros, creó Politikon, proyecto que pretendía promover debates basados en el conocimiento de las ciencias sociales. Tres años después recibían el premio Bitácoras al mejor blog de política de España. Algunas de sus reflexiones se plasmaron en el libro 'La urna rota', un repaso a los fallos del sistema español y algunas propuestas de solución. La nueva política también era esto.
Relación con tertulianos
¿Qué diferencia hay entre un politólogo y un tertuliano? He ahí la cuestión. Simón tiene la respuesta. «Los tertulianos son periodistas, nosotros somos científicos sociales e introducimos cierta incertidumbre en el debate. En teoría, damos explicaciones más ponderadas o con un recorrido más largo, porque manejamos y comparamos datos, teniendo en cuenta encuestas o casos similares en países extranjeros», explica. Es consciente de que alardear hoy en día de saber analizar cualquier sondeo es peliagudo, teniendo en cuenta lo poco que acertaron en las últimas elecciones. Entona el mea culpa. «Salir a la arena tiene estas consecuencias, hay que asumir el error y revisar los procedimientos», apunta.
Lo hemos visto con Ana Pastor, con Wyoming, con Ferreras. La tentación de pasar a ser estrella mediática está ahí. ¿Cruzará al lado oscuro y se convertirá en polemista de debates y coloquios? No parece que tenga intención. «Estamos en un carrusel electoral que no ha parado desde mayo de 2014. Lo normal ahora es que ordenadamente nos vayamos replegando a las universidades y hagamos contribuciones puntuales. Durante el proceso de negociaciones antes de las últimas elecciones yo reduje mis intervenciones al mínimo. Fue una decisión deliberada, pedí que no me llamasen porque sentía que no tenía nada que aportar», explica a la vez que confiesa que sufrió síndrome de abstinencia al no verse en pantalla. La tele engancha. Pero es consciente de que la sobreexposición es contraproducente y que, de vez en cuando, se debe decir no. Como cuando le pidieron que participase en un coloquio sobre si las corbatas pueden tener un impacto en el voto. Ahí tenía mucho más que opinar Josie, sin duda.
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