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J. Moreno
Lunes, 13 de febrero 2023, 08:48
Del plató del informativo a conocer cómo será el futuro que el mundo ya ha empezado a construir. El periodista Carlos Franganillo (Oviedo, 42 años) estrena esta noche la serie documental '10.000 días' (22:00 horas, en La 1), una producción de los servicios informativos de RTVE en la que, a través de cuatro capítulos, se analizan los cambios que están por venir hasta 2050, las esperanzas y amenazas que conllevan, los obstáculos para gobernarlos y sus posibles efectos en la sociedad. En la primera entrega, el presentador se centra en la lucha contra el cambio climático a través de la ciencia y la tecnología.
–¿Qué preguntas se ha hecho a la hora de preparar este nuevo programa?
–En la historia de la humanidad, el ser humano siempre ha ido buscando nuevas fronteras y superándolas. Teníamos la sensación de que estábamos al borde de una explosión tecnológica en todos los órdenes. El principal objetivo de este programa fue acercarnos a esa frontera; de exploración científica y tecnológica. El cuestionarnos dónde están ahora los límites, la capacidad humana e investigación para construir un mundo nuevo. Lo hemos explorado en el campo de la salud, la política, la inteligencia artificial y en la búsqueda de nuevas energías. Estos cuatro elementos definen el presente y seguramente van a marcar el camino del futuro.
–¿El futuro se puede diseñar?
–El futuro tiene un carácter impredecible, está claro, y hay sucesos que pueden sacudir y romper los planes. Pero también hay tendencias que suelen venir de tiempo atrás. Cualquier nueva tecnología que disfrutamos hoy viene de diez años de investigación, de una evolución y aceptación por parte del consumidor. Al margen de los sucesos que estén fuera de control, hemos querido analizar aquellas tendencias que están en marcha y que tienen un potencial enorme para cambiar nuestra manera de entender el mundo. Nos hemos fijado en esos cuatro elementos que no son ciencia ficción. Ya hay gente y gobiernos trabajando en ello. Si se consigue antes o después, cambiará el mundo tal y como lo entendemos.
–¿Vamos hacia un mundo peor al que conocemos o hay motivos para el optimismo?
–En el campo de la medicina, por ejemplo, soy bastante optimista. La tecnología ha traído cosas muy buenas. Si no fuera por los avances hace 150 años en la energía, electricidad, petróleo, carbón o máquinas, el ser humano no disfrutaría de un estado de bienestar inconcebible. La capacidad humana es enorme para superar obstáculos. Y estamos ante una frontera similar. La tecnología tiene cosas muy buenas pero también riesgos. Y ahí también ponemos el acento. Tratamos de hacer un producto que no sea ni muy optimista ni pesimista. El futuro tiene mil matices como también lo tiene el presente.
–¿Cómo será la España de 2050?
–No me atrevo a hacer predicciones. El programa no quiere dibujar con exactitud cómo va a ser el futuro, sino mostrar las grandes tendencias. España es un país integrado en el mercado internacional. Irá a rebufo de las grandes naciones occidentales. Las fronteras tecnológicas se han difuminado totalmente. Da la sensación de que en los últimos quince años hemos pisado el acelerador. La ciencia es más colaborativa porque la tecnología de la comunicación lo permite y hay proyectos con personas brillantes de todo el mundo conectadas entre sí. Todo eso tiene una parte beneficiosa porque dinamiza la economía, la ciencia y el conocimiento. Y España está integrada en ese mapa. Una de las cosas que más me ha gustado descubrir en este programa es la cantidad de españoles brillantes que están en la primera línea en todas partes. Tenemos un capital humano y de conocimiento de primera división, que no siempre está bien integrado en la industria nacional.
–En ese futuro inminente, ¿la tecnología podrá sustituir al periodismo?
–Hay elementos preocupantes y otros que pueden ayudar al periodismo. Desde hace una década, los medios han sufrido una enorme sacudida y han dejado de tener un lugar privilegiado en el debate público. Han aparecido canales de información y desinformación donde el ciudadano a veces no logra diferenciar bien qué es información y qué es propaganda interesada. Entonces, estamos en un nuevo entorno, que no va a cambiar. Tenemos que acostumbrarnos a realizar nuestro trabajo con nuevos actores, algunos que se dedican a la intoxicación, pero la tarea ahora mismo es diseñar esas herramientas para llegar al espectador y adaptarnos a un entorno que ha cambiado para siempre.
–¿Está en peligro el 'Telediario' de toda la vida? ¿Qué se puede hacer para que los jóvenes, que son el futuro, vean los informativos?
–Sinceramente, puede cambiar la forma de contarlo con una nueva narrativa. Eso ya lo hemos hecho. El 'Telediario' trata de estar acorde a los tiempos. Pero no creo que vaya a desaparecer a corto plazo. Es un producto que puede convivir. Hay estudios que nos dicen que los jóvenes no ven los informativos, y seguramente sea verdad, pero esa población también consume mucha información de otra manera. Quizás no se sientan a las 21:00 horas delante del televisor pero sí ven después un extracto del informativo o un reportaje en las redes sociales o en 'Youtube', donde RTVE tiene una gran aceptación. A veces creo que hay una distorsión, porque seguimos viendo la televisión como un elemento tradicional con una programación fija que marcan los programadores. Eso es una parte de la realidad, pero también es importante remarcar que la TV es una fábrica de contenidos que después se distribuyen de muchísimas maneras y se adaptan a diferentes lenguajes. Hay que mantener la emisión tradicional y modificar los contenidos para adaptarlos a los nuevos canales y llegar a un público infinito que te puede ver en Soria o en Santiago de Chile.
–¿Presentar el 'Telediario' desde Ucrania le hizo cambiar su visión de la guerra?
–No me cambió la visión, porque ya conocía la zona. Estuve en 2013 cuando era corresponsal en Moscú y trato de seguir la actualidad de allí. Evidentemente, al informar en Ucrania adquieres matices y ves en primera persona situaciones que sufre el pueblo ucraniano. Pero esos matices, sentimientos y percepciones te permiten contar mejor la historia y eso es una diferencia respecto a si haces una información a distancia.
–¿Qué aprendió como corresponsal de RTVE?
–Los dos destinos fueron muy interesantes en su momento. Trabajar en Moscú me marcó especialmente, quizás porque fue la primera corresponsalía y llegaba con menos experiencia. Era un lugar más alejado de las influencias culturales que recibimos más directamente de Occidente o Estados Unidos. Eso me obligó a trabajar enormemente y estudiar mucho para entender lo que pasaba a mi alrededor. Al final, uno logra despojarse de algunos prejuicios y reforzar otros, que sí son reales, y de ver los matices de la sociedad para aportar al espectador una visión propia. Es la parte más enriquecedora de ser corresponsal.
–Desde hace unos meses, el 'Telediario' es segunda opción superando a Telecinco. ¿Están recogiendo los frutos del trabajo bien hecho?
–Le damos mucha importancia al 'share', sí. Es lo que te marca un poco la trascendencia porque las mediciones se hacen a partir de esa audiencia tradicional y lineal, aunque ya no sea toda la foto. Tiene un valor sociológico. ¿Qué estamos recogiendo el fruto del trabajo bien hecho? No lo creo sinceramente, porque para mí las audiencias siguen siendo un gran misterio. No siempre están relacionadas con el buen trabajo. La televisión y la parrilla de programación son algo muy complejo de mirar. Lo único importante es centrarte en el trabajo del día a día; que a veces está compensado con una buena audiencia y otras veces menos. No hay que obsesionarse con el dato.
–¿Ve lejano un pacto de Estado entre los partidos para que no metan a TVE en la pelea política diaria?
–No me atrevo a meterme en detalles que se me escapan. No soy un experto en la gobernabilidad de RTVE. Ojalá llegara un momento en que se llegue a un pacto de Estado. Creo que el sistema es mejorable y habría que tratar de buscar perfiles a través de un concurso y con grandes profesionales del sector. Y que eso se aleje de cualquier tipo de interferencia. En ese sentido, hay caminos por mejorar. Es cierto que recientemente ha habido acuerdos entre los grandes partidos para la gobernabilidad de RTVE, pero por diferentes circunstancias hemos sufrido años de inestabilidad y demasiados cambios. La casa de todos necesita proyectos a largo plazo y una apuesta por el futuro.
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