Urgente Última hora del temporal de lluvias en la Comunitat

El pasado martes tenía que ver una película por trabajo, pero no me metí en ella hasta las 0:30 horas. 'Crónicas marcianas: el reencuentro' ... me absorbió, a pesar de sus interminables intermedios publicitarios, algunos de siete minutos de duración. Lo cierto es que esta suerte de documental y revival ya me tenía ganado de antemano. Yo era un fiel seguidor del espacio que conducía Xavier Sardà. Disfrutaba del humor, más garrulo, más intelectual, de figuras como Galindo, Mariano Mariano, Carlos Latre, Paz Padilla -sí, increíble-, Boris Izaguirre o Juan Carlos Ortega, y de su atípica galería de personajes -Tamara o Leonardo Dantés-.

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Me fascinaban también los logros técnicos del espacio -aquella cabeza caliente que se movía por todo el plató como si fuera un dron- y la brillantez y originalidad de un formato innovador y pionero, que se inventó aquello de mostrar las bambalinas, y con un punto reivindicativo, adhiriéndose al 'No a la guerra' o confrontando a ETA -en el documental recordaron aquel «unos hijos de puta han matado a un tío de puta madre» que pronunció Sardà tras el asesinato de Ernest Lluch que le condenó a llevar escolta durante años-.

Pero también fui testigo de su decadencia, del particular 'bullying' que a menudo practicaba Javier Cárdenas con personas con discapacidad -el Constitucional condenó a Sardà y Cárdenas por ello-, o de cómo la tertulia de corazón, con personajes como Coto Matamoros, iba acaparando cada vez más tiempo, robando minutos a la parte más divertida y audaz del espacio que, ojo, nunca desapareció del todo. En el reencuentro fue justo la que omitieron y es lícito, pues eran ellos mismos quienes se homenajeaban, pero evitándola también dieron un poquito la razón a quienes tildaban de telebasura un programa que, nos guste o no, es historia de la tele.

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