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Carlos Peláez, en su tienda de la calle San Vicente en Valencia. IVÁN ARLANDIS
¿Cuánto valen las pesetas del Mundial 82?

¿Cuánto valen las pesetas del Mundial 82?

Dos numismáticos valencianos explican cómo se tasan las monedas antiguas y alertan sobre los falsos mitos del coleccionismo

Laura Garcés

Valencia

Martes, 28 de febrero 2023, 20:24

Coleccionistas los hay de casi todo. Y entre ese océano de hombres y mujeres que atesoran los objetos más curiosos que cualquiera pueda imaginar, se descubre un clásico: los coleccionistas de monedas. Sí, todavía los hay, si bien es cierto que son menos que fueron en otros tiempos, como también existen las casas que en sus fachadas lucen el rótulo comercial de 'Numismático' o 'Tienda de Numismática' y que también son cada vez más rara avis en el paisaje urbano. Cuentan algunos de estos comerciantes que hoy en la capital del Turia quedan tres o cuatro, mientras que hubo tiempos, allá por los años noventa del pasado siglo, que llegaron a contarse dos decenas en las calles de Valencia.

Carlos Peláez, propietario de la numismática que lleva su nombre en la calle San Vicente, y José Vicente Roig en la calle Ercilla, del establecimiento conocido por su apellido, hablan con LAS PROVINCIAS y coinciden en apuntar que cada vez son menos. A su juicio detrás del descenso de este coleccionismo se encuentra un cambio cultural, una renovación generacional que apenas concede espacio a las monedas. La experiencia lleva a Pélaez a mantener que hoy en Valencia puede haber unos «tres mil coleccionistas». La cifra puede parecer mucho o poco -la relatividad, claro-, pero el experto ofrece un dato de referencia que conduce irremediablemente a la inmediata conclusión: el coleccionismo de monedas avanza en retirada. Hace cincuenta años había muchos más. En aquellos tiempos «se hacían catálogos, libros, ferias». Pero eso se ha ido perdiendo. Son datos que corrobora Roig al señalar también que en la ciudad del Turia pueden quedar «tres millares de coleccionistas» en un universo en el que en contra de lo que puede parecer las pesetas no venden.

Aquí, como en cualquier mercado, se impone la ley «de la oferta y la demanda», apunta Peláez, quien asegura que para que el negocio que él regenta desde hace cincuenta años siga en marcha, la actividad se centra en gran medida en la venta de álbumes, lupas, pinzas u otros objetos relacionados con la numismática. Las grandes colecciones, las de valores que pueden resultar de gran atractivo «se venden en las subastas», un sector que cuando se introdujo en el territorio de la moneda hizo mella en las tiendas de numismática. Roig también señala ese mercado como el que atrae a las grandes colecciones, incluso localiza «en Madrid y Barcelona» los mercados más interesantes.

Las últimas tendencias, las que han llegado con las nuevas tecnologías, se han convertido en un arma de doble filo. Habla Peláez de que internet en ocasiones se muestra como «una competencia desleal» donde cualquiera se pone a vender, pero al mismo tiempo advierte que ha abierto «un nuevo mercado mundial». Y cuando la conversación transita por las cuestiones que afectan al universo digital, los dos numismáticos se pronuncian sobre lo que definen como «pseudo verdades» o noticias «falsas» en referencia a los relatos que hablan de monedas de tal o cual fecha y que llegan a alcanzar valores de cientos de miles de euros.

Tanto Peláez como Roig llaman la atención sobre este asunto para recalcar que para que las monedas tengan un valor a considerar «han de tener al menos una antigüedad de cien años». Y el primero de estos comerciantes se refiere a las noticias sobre las pesetas o los duros de Franco o del Rey como ejemplos de monedas que no pueden alcanzar esos valores porque hay muchas. Menciona como ejemplo que la colección completa de las de cien pesetas del Mundial 82 «la vendo por dos euros, con estuche». Y José Vicente Roig habla de que las monedas de «euro del Vaticano, el Principado de Mónaco, Andorra o San Marino» pueden alcanzar un valor dada su escasez, pero son piezas que no circulan, y por tanto el mercado es prácticamente inexistente.

Las noticias que hablan de elevadísimos valores para una determinada pieza, estos dos especialistas señalan que para sus establecimientos son un inconveniente. «Cada vez que sale una noticia de esas se disparan las llamadas y las visitas consultando», apunta Peláez, sobre algo que no está fundamentado, «y nosotros no somos un servicio público. En algunos establecimientos llegan a poner carteles en los que dicen que por una consulta cobran cinco euros». A su compañero de oficio le pasa lo mismo y relata que a veces se encuentra con la incomprensión de quienes llaman ante sus explicaciones.

Es un mercado complejo, un universo donde quienes lo conocen explican que es la rareza, un defecto, el detalle que pueda tener una determinada edición lo que puede incidir en el valor. Son muchos los factores a tener en cuenta. Peláez acota en que se trate de piezas «anteriores a la peseta, antiguas. De Isabel la Católica, romanas, o de Isabel II». También el metal en el que se acuñaron juega su papel: oro y plata. Todo hay que considerarlo en un mundo cuyo futuro José Vicente Roig ve «oscuro» porque no observa renovación generacional. Carlos Peláez, aun reconociendo que el coleccionismo de monedas está en retirada, no es tan pesimista. Deja una puerta abierta porque cree que el interés por guardar no se cura y quien en un momento decae en su afición, tal vez la recupere con el tiempo.

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