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Un salón de baile, la sala de columnas de La Lonja, un pasacalle fallero, un paisaje caribeño, la barra del melancólico bar de Hopper e incluso una comisaría de Policía. Espacios a los que se puede acceder desde la calle y sin necesidad de llamara sus puertas. ¿Cómo es posible? Gracias al arte, a la creatividad que se empeña en tender trampas a los ojos. Sí, el arte del trampantojo, un hacer plástico que arrastra desde tiempo inmemorial y del que hay ejemplos en Valencia que permiten un viaje que arranca en la pintura barroca, y que en los últimos años se ha adherido a los muros de la ciudad, a la cultura de Valencia, a través del arte urbano. El trampantojo llena las calles de Valencia. ¿Avanza la sociedad hacia la hiperrrealidad o desea escapar de la realidad?
No hay tiempo ajeno al deseo de trasladar la realidad al arte, o quién sabe si la voluntad de los autores de las obras iba y va incluso más allá, a conseguir que el arte sea la propia realidad como fruto de exquisita aspiración estética. Una exposición que el Museo Thyssen de Madrid dedicó hace unos años al arte del trampantojo llegó al público bajo el título 'Hiperreal', término que sin duda responde a lo que estas obras ponen ante la mirada del espectador, pero no faltan opiniones expertas que introducen interpretaciones que apuntan en otra dirección.
La catedrática de Escultura Amparo Carbonell acerca la idea de «escape». No es tanto la voluntad de reproducir realidades, sino la búsqueda de «lugares por dónde escapar». ¿De qué, de dónde? Las respuestas quedan en manos de quienes realizan las obras desde un concepto que pone en contacto, que enlaza con «los ilusionistas». El pincel o el spray pueden responder a órdenes de quienes tal vez «no se sienten satisfechos con la realidad» y necesitan crear un universo propio.
Basta un paseo por el centro histórico de la ciudad para descubrir creaciones sobre las paredes que demuestran ese deseo de abrir nuevos universos. Son pinturas que permiten que el ojo caiga en la trampa de que puede acceder a espacios tan diversos como una comisaría de Policía, la Lonja, una sala de baile, un paisaje caribeño e incluso acodarse en la barra del mítico café inmortalizado por Hopper, sin perder la oportunidad de sumarse al pasacalle de una falla. Son trampantojos de último cuño en los que el color juega un papel determinante. Y es que, advierte la profesora Carbonell que «el color, un verde, un azul..., puede convertirse en elemento de escape cuando lo miras».
También José Luis Cueto, profesor de Bellas Artes de la Universitat Politècnica de València, habla de los nuevos trampantojos, si bien lo hace de manera que abre el hilo de la Historia del Arte: «Huir de lo real está en la médula del arte de Occidente». Y recalca que «la mímesis se encuentra en la matriz misma del arte».
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Las palabras de Cueto sugieren dirigir los pasos no sólo a las calles, también a los museos y a los templos. Sin dejar Valencia, el Museo de Bellas Artes y la iglesia del Temple ofrecen buenos ejemplos de la larga presencia del trampantojo en el arte. Las salas del San Pío V conservan piezas como 'Trampantojo con armas, pertrechos de caza y reloj' de Vicente Vitoria de 1690 y Guirnalda de flores enmarcando La Asunción de la Virgen de Daniel Seghers . Y en la iglesia del Temple, según la información que facilita el rector, el padre Óscar, se descubre «la decoración del ábside con perspectivas fingidas» es un clarísimo ejemplo de la recreación de realidades. Es obra del arquitecto boloñés Filippo Fontana, que trabajó en Valencia desde 1769 hasta que en 1786 se trasladó a Madrid. Destaca el padre Óscar que el libro 'Iglesia y palacio del Temple', coordinado por J. Domínguez, expone el estudio sobre esta pieza de gran valor del patrimonio valenciano.
Dice Cueto que al mirar y disfrutar de los trampantojos –en la calle u otro espacio– tal vez no haya que buscar demasiadas explicaciones. Puede deberse a ese principio de «el arte por el arte». Pero, esta posibilidad no le aparta de señalar que en la actualidad el arte urbano, esos murales cada vez más frecuentes en las calles «muchas veces se convierten en la manera de reivindicar, algo que está en el origen del street art, iniciado por «los sin nombre».
Tampoco se puede descartar que el único objetivo que se persiga sea tan sencillo y tan complejo a la vez como conceder belleza al mayor escenario público: la calle. Sea cual sea el fin a conseguir, el deseo que empuja o a empujado una práctica, casi un juego, que trampea con los ojos, invita tanto a acercarse a los museos para conocer las obras que cuelgan de sus paredes como a visitar plazas y callejas en las que la creatividad invita a jugar.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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