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Homenaje a Joselito en el Hotel Reina Victoria de Valencia. APLAUSOS
Valencia, reino del gallismo

Valencia, reino del gallismo

Se celebra el Año Joselito, el que fuese declarado rey de los toreros

josé luis benlloch

Sábado, 8 de febrero 2020, 22:35

El mundo del toro se apresta a celebrar con numerosos fastos el Año Joselito con motivo del centenario de su muerte. El diestro sevillano, también conocido en los tratados de tauromaquia por Gallito, estuvo estrechamente ligado a Valencia, donde tuvo grandes triunfos y sus apasionados seguidores, herencia por cierto de su genial hermano mayor, Rafael el Gallo, su antítesis artística y personal por sus desigualdades, compusieron círculos y peñas bajo la denominación de gallineros. Joselito, al que se considera el rey de los toreros y junto a Juan Belmonte, padre del toreo moderno, entró definitivamente en la leyenda con su trágica muerte en Talavera de la que ahora se celebra el centenario.

Fue José, el torero más sabio y poderoso de la historia hasta el punto que nadie pensó que le pudiese coger un toro, ni su propia madre, la seña Gabriela que aseguraba que para que sucediese algo así, el toro le tendría que sorprender poco menos que en la siesta. Él, tan sabio, tan poderoso, tan capaz, tan fuerte, tan joven… parecía inmortal hasta aquella tarde en Talavera, donde llegó huyendo de la intransigencia del publiquito de Madrid que le exigían hasta la misma exacerbación y sucedió la gran tragedia de la que fue testigo impotente esta vez, el valenciano Blanquet, su banderillero de confianza por el que José sentía devoción.

Cartel de Gallito en Valencia.

La relación de José con Valencia venía de tiempo. A su hermano mayor, Fernando, le dedicó el maestro Lope el famoso pasodoble Gallito que muchos identifican con José, en la novillada de la Asociación de la Prensa Valenciana de 1904; a su hermano Rafael lo tenían adoptado como algo propio y le denominaban familiarmente como el Pollastre; y José vino a debutar a Valencia siendo un niño en 1910, en unas becerradas en las que consiguió que se agotasen las localidades al punto que hubo peleas en taquillas y según la prensa del momento, hasta el callejón se llenó de políticos y amigos con el infortunio de que un becerro saltó e hirió a un empleado de la plaza por lo que el gobernador ordenó que en los festejos siguientes solo estuviesen en ese lugar toreros, agentes de la autoridad y empleados de servicio, objetivo que no sabemos si logró. Desde entonces y hasta su trágico final, Joselito, Gallito en los carteles, toreó en Valencia nada menos que 51 corridas y 11 novilladas con picadores, varias de ellas curiosamente anunciadas como becerradas con picadores en las que ya cimentó su fama.

Tres tardes históricas

Pero fue como matador donde alcanzó sus mayores triunfos con tres tardes referenciales en las que cierra la temporada anunciándose como único espada frente a seis toros. Cumbres que resumí en clave de reportaje histórico en un libro sobre la plaza de Valencia. La primera de tales gestas tiene lugar en octubre de 1913. Joselito vive uno de los momentos más álgidos de su carrera. Acaba de tomar la alternativa. Se suceden los triunfos. Se siente fuerte. Y decide cerrar la campaña a lo grande, en Valencia y estoqueando seis toros de Guadalest, que acabarían siendo siete. El acontecimiento adquiere una dimensión especial desde el mismo momento en que se anuncia. José apenas ha cumplido los dieciocho años y vive su primer año de alternativa. La tarde en conjunto es una autentica exhibición del joven torero en cuyo honor además se estrena el pasodoble Gallito III de Pérez Corredor que nunca alcanzó la fama del que se le dedicó a su hermano que por aquel entonces era banderillero a sus ordenes. La crítica califica de soberbia la actuación de José y le nombra heredero de Guerrita saltándose con toda la intención a otros espadas intermedios.

Cartel taurino.

Se asegura en los periódicos que como estoqueador es formidable; como banderillero ¡eah, boca abajo todo el mundo!, ese niño es un monumento; que con el capote hizo cuanto le dio la gana y con la muleta le ponen el único pero, cuando dice Cencerrito que no alcanza la categoría de su hermano Rafael. El valenciano Blanquet, incansable en los siete toros, estuvo tan bien que al finalizar el festejo el público le dedica una ovación. «Para que se entere Gallito de quien lleva en su cuadrilla», escribe un revistero.

Al arrastrarse el último toro de la tarde fue tal la euforia que se desata que la policía tiene que proteger a Joselito de los excesos de los admiradores, tanto en la plaza como en el trayecto hasta el hotel y rodeado de guardias y miles de aficionados que siguen vitoreándole hasta que sale al balcón a saludar. La jornada de exaltación gallista no había hecho más que comenzar. Esa misma noche en el hotel Reina Victoria tiene lugar un banquete homenaje al que asisten ciento cincuenta comensales que pagan diez pesetas cuando una entrada de general para verle por la tarde costaba cuatro. Al acabar José y sus amigos se fueron al teatro Ruzafa donde al tomar asiento en un palco, volvió a escuchar grandes ovaciones, pero antes todavía tiene tiempo para rechazar una oferta del empresario de Valencia que le propone matar el domingo siguiente ocho toros de Saltillo por 16.000 pesetas, una fortuna a la que renuncia.

En la segunda tarde en la que Joselito se anuncia en solitario en Valencia, la corrida dio juego. Como sería una constante a los largo de los años y cada vez que aparecen las grandes figuras, los toros parecen chicos a la crítica, que habla de una corridita a propósito para que Joselito jugara al toro, y así, por ejemplo, se dice del tercero que salió huyendo del primer puyazo y tardeó luego, haciéndonos creer que iba a haber fuegos artificiales (banderillas de fuego) pero se creció al castigo y llegó a la muerte como una manteca. A ese toro le cortó Joselito dos orejas tras gran faena y el conjunto de la corrida a pesar de las limitaciones que denuncia la crítica toma 23 varas a cambio de diez derribos y una baja equina. No tuvieron malicia apostilla el crítico Almanzor.

Gallito en el estudio de Boldúm. ARCHIVO DIPUTACIÓN

Petreño fue el sobresaliente y solo pudo meter el capote en el que cerraba plaza; bregando y en banderillas se distingue todo el peonaje, no en balde José se trajo una cuadrilla formada por auténticas leyendas: Blanquet, Gallito III, es decir su hermano Fernando, Cantimplas, Ignacio Sánchez Mejías, El Almendro, Magritas y Perdigón. Además de las dos orejas que le corta al recrecido tercero, en el quinto obtiene un éxito todavía mayor. Tras brindar al señor Palau, presidente de la peña El Gallinero, cuaja una faena de gran categoría en la que sobresalen cuatro naturales muy ligados y muy ajustados que levantan clamores. A pesar de un pinchazo previo a una buena media estocada se le conceden las orejas y el rabo.

Un año después. Tercera cita. Más difícil todavía. Gallito con seis de Miura para cerrar temporada. El ambiente, en lo taurino y en lo social, está de lo más crispado. Nada de eso influye en el festejo de Valencia o al contrario se convierte en aliciente. El caso es que se rompen todos los pronósticos negativos y la plaza registra un gran lleno. Joselito con seis miuras es una combinación irresistible aún en tiempos de crisis.

Joselito llega a Valencia con más premura que en anteriores ocasiones. Lo hace el sábado desde Zaragoza. A Valencia llega esta vez en tren. Lo hace a la Central de Aragón acompañado del Conde de Heredia Spinola y otros amigos. Le reciben gran cantidad de componentes de la peña El Gallinero y tras departir con ellos marcha hasta el Grao a comer y descansar. El ambiente que se encuentra en Valencia ya hace prever el gran lleno que iba a registrar la plaza.

Miura trae para la ocasión una buena corrida. Veinticinco varas, cuatro refilonazos, trece derribos y siete pencos muertos, son los números de la miurada, cuyo mejor y más bravo ejemplar fue el primero. Joselito cortó tres orejas con la particularidad de que sus mejores faenas, primera y sexta se quedaron sin premio por fallar a espadas. La tarde es auténticamente triunfal. Fue la culminación artística del chico de la señora Gabriela en Valencia, el día que pudo con la crisis, y con los miuras, y con Belmonte que había convocado el domingo anterior una entrada que era una ruina.

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