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ÓSCAR CALVÉ
Valencia
Domingo, 28 de octubre 2018, 00:45
Si hablamos de cultura, estos días han resultado llamativos por la sucesión de noticias referentes a escritores valencianos. Por un lado, dos prematuras e irremplazables pérdidas, la de Marina Izquierdo y la de Enrique Tomás. Por otra parte, infinitamente más amable, es la obtención del Premio Planeta por parte de Santiago Posteguillo, así como el lanzamiento de la última novela de Carlos Aimeur, titulada 'Siniestro'. Parece frívolo aludir de forma tan próxima dos fallecimientos (un servidor sólo pretende recordarlos con sumo respeto), un galardón y una novedad editorial, pero en el trasfondo de este asunto subyace un aspecto: la histórica fecundidad de las letras valencianas. Desde nuestro Siglo de Oro hasta hoy.
El protagonista de esta semana no perteneció a aquella excepcional hornada de letrados, pero el buen conocedor de Valencia lo asocia de inmediato al metal precioso por curiosidades del destino. La céntrica calle de nuestra ciudad que lleva su nombre ha sido popularmente rebautizada como la 'milla de oro'. ¿La causa? La concentración de firmas prestigiosas y exclusivas que hacen las delicias de los bolsillos más pudientes en esa vía. Efectivamente, es el poeta Querol quien concentra la mirada de este reportaje ante la inminente efeméride de su deceso, acaecido el 24 de octubre de 1889.
Contaba sólo 56 años, aunque el adverbio únicamente tiene sentido desde nuestra perspectiva, pues la esperanza de vida de un varón en la época no superaba los 35 años. Como el asunto va de escritores, será uno de los grandes quien presente a Querol. En 1931, don Miguel de Unamuno hacía en el Congreso un discurso sobre las lenguas hispánicas y a propósito de la oficialidad del castellano. En su intervención puntualizó: «El más grande poeta valenciano del siglo pasado, uno de los más grandes de España, fue Vicente Wenceslao Querol. Querol quiso escribir en lemosín, que era una cosa artificial y artificiosa y no era su lengua natal; el hombre en aquel lenguaje de juegos florales se dirigía a Valencia y le decía: «Fill sóc de la joiosa vila que al sol escampa tot temps, de fresques roses brodat, [...] Fill sóc de la que guaiten, com dos gegants, captiva, d'un cap Penyagolosa, de l'altre cap Montgó; de la que en l'aigua juga, de la que fón por bella dues voltes desposada, amb lo Cid de Castella y amb Jaume d'Aragó.» Pero él, Querol, cuando tenía que sacar el alma de su Valencia no la sacaba en la Lengua de Jaime de Aragón, sino en la Lengua castellana, en la del Cid de Castilla. Para convencerse no hay más que leer sin que se le empañen los ojos de lágrimas. Sin entrar en la variable capacidad expresiva de Querol en uno u otro idioma, Unamuno definía a Querol como el más grande poeta valenciano del siglo XIX.
Vicente Wenceslao Querol Campos nació en Valencia el 30 de septiembre de 1836. Seguro que intuyen dónde, pero no... No fue en la calle que hoy lleva su nombre. Nuestro protagonista nació en el número 40 de la calle de Gracia, junto a la iglesia de San Agustín. Siendo Vicente aún un niño, la familia Querol se trasladó a la vía que hoy lleva su nombre. Era la entonces denominada calle 'Granotes', mucho más corta que la actual. Ahora sí, déjense llevar por la intuición. El callejero antiguo evoca una sorprendente realidad: el bajo nivel del suelo en la zona provocaba que fuera uno de los lugares urbanos más propensos a la acumulación de charcas, y en consecuencia, a la creación del hábitat de los citados batracios.
Con una excelente formación académica y gran capacidad para los idiomas, Querol estudió derecho en la Universidad de Valencia. Desde muy temprano mostró inquietud y destreza por la práctica literaria. En 1852, con apenas 15 años, había liderado la formación de una sociedad literaria denominada La Estrella, un 'club de poetas muy vivos' de la época. A los pocos meses vence un concurso poético. En 1854 se matricula en Derecho, y pocos meses después la Universidad de Valencia impulsa un certamen poético que gana Querol.
El joven Vicente triunfaba nada más y nada menos que en el concurso literario asociado a uno de los grandes eventos de la Valencia decimonónica: el IV Centenario de la canonización de San Vicente Ferrer. En la entrega de uno de estos premios, Querol conoce a una de sus grandes amistades, Teodoro Llorente Olivares. El más tarde fundador de 'La Opinión' y LAS PROVINCIAS, era entonces jurado de un concurso poético, y había llegado a sus oídos un infundio sobre un plagio cometido por el vencedor, Querol. Llorente fue a reprocharle la trampa. Así describió al jovencísimo Vicente W. Querol: «Era un muchacho de mi edad (de hecho nacieron en el mismo año), pálido, delgaducho, de aspecto enfermizo, con la frente despejada, los ojos grandes y algo saltones, el mirar entre vago y altivo, el labio desdeñoso, el cabello lacio y largo, como lo llevaban Espronceda y Zorrilla en sus buenos tiempos; el traje enteramente negro: tipo de artista o de poeta. Pero tan mal prevenido lo miraba, que me parecía un facineroso».
Esta última impresión mutó radicalmente cuando se deshizo el entuerto y se comprobó la originalidad del poema de Querol. Continuaba Llorente: «Al cabo de diez minutos nos separamos con un abrazo... el de la luenga caballera a la romana y la negra vestimenta, era el autor de los aplaudidos versos, y desde entonces mi mejor amigo, llamábase Vicente W. Querol. Desde entonces y para siempre. Durante veinte años apenas nos separamos un solo día...»
Vicente Wenceslao Querol y Teodoro Llorente Olivares realizarían múltiples trabajos conjuntamente en esas dos décadas. Desde la concepción de nuevas obras a la organización de 'Jocs Florals', pasando por la traducción de textos producidos por algunas de las plumas más inspiradas del continente, caso de Lord Byron o Víctor Hugo, entre otros.
La apuntada doble faceta de Querol fue una constante en su biografía. Por un lado, Querol declaraba abiertamente que su querido y verdadero maestro en las letras fue Pascual Pérez. Por otra parte, se convertía en abogado en 1860. En el momento de aquel logro, Querol ya era un poeta reconocido entre muchos intelectuales españoles pese a su juventud. Su pericia en los despachos le proporcionaría suculentas ofertas laborales. Fue nombrado Secretario general de la Sociedad de los Ferrocarriles de Almansa a Valencia y Tarragona, propiedad del Marqués de Campo. De manera meteórica asumió más y más responsabilidades en la empresa. Su diligencia era reafirmada por sus pocos superiores, quienes apuntaban, según Llorente, que Querol trabajaba «como si nunca hubiera sido poeta». En realidad no sólo lo había sido, sino que continuaba componiendo versos en ambas lenguas, aunque en muchas ocasiones los reservase para su círculo más íntimo, o que incluso los perdiese por falta de cuidado.
Muy excepcionalmente y por petición municipal, publicaba composiciones laudatorias de la urbe dónde nació. Mantuvo diversos 'Jocs Florals', tanto en Valencia como en territorio catalán. Cosechó gran suceso con sus composiciones en valenciano, recopiladas más tarde bajo el polémico título de 'Catalanas', según denunciaban algunos eruditos del momento. En 1874 Querol preside el Ateneo Científico, Literario y Artístico de Valencia, una entidad cultural de reciente formación (1870) al cuidado del estudio y progreso de ciencias y artes. Más tarde se traslada a Madrid a causa de un nuevo ascenso en su carrera profesional. Corría el año 1877 cuando Querol se asienta en la capital del país al servicio de la Compañía Madrid a Zaragoza y Alicante.
Ese mismo año, el hermano de Vicente, Aurelio Querol, impulsó la publicación de algunas de sus obras, bajo el título de 'Rimas'. La lírica de nuestro poeta trataba en esencia temas personales y familiares, abordados con emotiva profundidad, incluso con no pocas inspiraciones bíblicas y clásicas. Pero la crítica y el gran público no fueron de la mano. Mientras que la primera elogió aquella edición, para el segundo pasó prácticamente inadvertida. Querol se dedicó con renovado ahínco a los negocios. En 1889, la Exposición universal parisina y su Torre Eiffel acaparaban la atención de todos los empresarios. Querol también acudió, pero enfermó. Decidió pasar unos días al aire reparador del campo valenciano, concretamente en una alquería de Bétera. Murió en su tierra, como había deseado en uno de sus versos.
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