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El valenciano Yuri Aguilar, autor de 'A la luz de la luna', junto a una foto de niño en su casa familiar y con un proyector. J. L. BORT/ANTONIO AGUILAR

La vida tras el proyector: los secretos del cine al aire libre

El escritor Yuri Aguilar desvela en un libro todas las anécdotas de una familia dedicada a llevar el séptimo arte a las plazas y frontones de los pueblos valencianos

Noelia Camacho

Valencia

Sábado, 25 de enero 2025, 00:51

Hay quien nace con un pan bajo el brazo pero el valenciano Yuri Aguilar lo hizo con un proyector. A él le corre el ... celuloide por las venas. El séptimo arte es su vida, como lo es también en su padre. Pese a haber estudiado Ciencias Políticas, Aguilar ha seguido con el legado familiar: el de exhibir cine al aire libre. La herencia de su progenitor, Antonio Aguilar, está en 35 milímetros. Los mismos que ya no se proyectan y se han visto arrinconados por el formato digital. Pero da igual la forma, porque Yuri Aguilar, como su padre, hace 150 proyecciones cada verano en muchos de los pueblos de la provincia de Valencia. «Me los conozco casi todos», cuenta este profesional a LAS PROVINCIAS apenas unos días antes (el próximo lunes) de que llegue a las librerías 'A la luz de la luna. Historias de un cine ambulante' (NPQ Editores), una vida dedicada a recorrer localidades para mantener vivo el cine a la fresca.

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«El libro nace en el verano de 2022, en esas horas entre las tres y las seis de la tarde en la que sólo se puede dormir o esperar que deje de hacer calor. A mí la siesta no me sienta muy bien, así que me puse a escribir», señala Aguilar. La intención era, precisamente, recopilar las cientos de anécdotas que tanto él como su padre han vivido en esos viajes en carretera para llegar a las plazas o los frontones de los pueblos y montar la pantalla, el equipo de sonido o el proyector. «Este libro es una reivindicación de mi familia y de un oficio que está en la cuerda floja pero que sobrevive. Desde el 1 de julio al 31 de agosto, en apenas ocho semanas, puedo hacer 150 proyecciones de películas», insiste el autor. Por ello, había que contarlo y, casi, vivirlo. «Una vez tuve recopiladas esas vivencias, me di cuenta de que debía contarlas de la misma forma que vamos a los pueblos y proyectamos, vemos a los espectadores y luego recogemos», afirma.

Dicho y hecho. Porque 'A la luz de la luna'. Historia de un cine ambulante' también le sirve a Aguilar para hablar de los comienzos del cine, con los inolvidables hermanos Lumière, a las propias anécdotas de sus viajes en carretera, de cómo muchos Ayuntamientos les colocan un andamio para que puedan instalar la pantalla o del día que, con apenas 18 años, se hizo cargo de las proyecciones de la terraza del Flumen. «La encargada de poner las películas, en su primer día, se cortó la mano. Así que me propusieron trabajar ese verano y no pude negarme. Me pagaban por hacer lo que más me gustaba», señala entre risas.

Arriba, instalación en la playa del Pinar de Castellón en el verano de 1996. Abajo, el padre del autor, Antonio Aguilar, con un equipo Wassmann Multikino portátil. A la derecha, el autor, Yuri Aguilar, proyectando la película 'Pokémon' al aire libre en el Auditorio de Carlet en el verano del año 2000. YURI AGUILAR/ANTONIO AGUILAR/HUGO AYALA

La historia de Aguilar y de su padre es también la de la resistencia. En este libro se cuentan los tiempos dorados en los que Valencia contaba con una treintena de terrazas que exhibían películas al aire libre. De ahí, a la nada. «Salvo la Filmoteca d'Estiu, que funciona muy bien en esta ciudad, no quedan salas de cine al aire libre. Eso es por varios motivos. Uno de ellos es que ya no hay solares donde instalar las pantallas, se ha construido en ellos porque era más rentable. Y el otro es que el consumo de cultura ha cambiado, la gente coge el coche y se marcha, están las plataformas...», apunta este amante del cine que también es un gran coleccionista y posee un impresionante archivo cinematográfico.

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En esta reivindicación del oficio, –su oficio– caben muchas y variadas anécdotas. Unas más divertidas que otras. «En Chulilla, fuimos a un centro de mayores a proyectar una película. Era 'Más que amor frenesí'. En esa cinta española se veía mucho sexo ya en los primeros minutos había una escena muy subida de tono. Todos los espectadores se marcharon en tromba», rememora. De ahí que Aguilar nunca elija los filmes que proyecta al aire libre. «Yo les digo a los alcaldes, los concejales o los técnicos de cultura de los ayuntamientos que me digan la película que quieren que se vea. Porque si es un acierto, perfecto. Pero si la gente se marcha, no será por culpa mía. Así que, como mucho, les doy cinco opciones, aunque la decisión es toda suya», asevera.

«En Valencia se ha pasado de que hubiera 30 cines al aire libre a ninguno», asegura el autor

Pero además, en este nuevo volumen, los amantes del cine descubrirán también aspectos curiosos de los motivos por los que, en los años 50, 60 y 70, el cine ambulante estaba en manos de inmigrantes húngaros. «No es que importaran la costumbre del Imperio austrohúngaro; es que tuvieron acceso, casi por casualidad, a la materia prima del cine: la película. Porque las distribuidoras, una vez terminada la explotación comercial de un título, retiraban los rollos. Los húngaros en España se especializaron en recoger películas de cine en desuso: compraban al peso miles de rollos en blanco y negro para obtener, mediante un proceso químico posterior, la plata que contenía la emulsión del celuloide», relata en este libro.

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Aunque quizás, una de las vivencias que mejor explica la tenacidad con la que él y su padre se han recorrido prácticamente toda la provincia para llevar el cine a todos los rincones es una de las veces que fueron a Chelva, para proyectar una película en el frontón del pueblo, y no tenían estructura para hacerlo. «Mi padre se fue corriendo a comprar unos clavos pero se doblaban enseguida al intentar fijarlos en el hormigón. Así que se marchó y volvió con un rollo de cinta americana y precintamos la pantalla a la pared. Cuando veíamos que las esquinas se despegaban durante la proyección, apretábamos con fuerza. Fue una demostración de que sí o sí se iba a ver la película, contra viento y marea», relata.

Miles y miles de vivencias que Aguilar recupera en un texto que, insiste, es la reivindicación de un oficio que tiene mucho de pasión por la cultura. Y también de amor por el cine. En sus palabras resuena la nostalgia de quien ha proyectado rollos y rollos en 35 milímetros y que sigue haciéndolo cada verano, aunque ahora sea con otra tecnología más avanzada. Y eso, también, le ha obligado a reinventarse. Porque que un cine al aire libre sea una actividad gratuita y muy accesible, no significa que carezca de todos los medios técnicos que ofrece, por ejemplo, una sala de cine. «Yo cuido mucho el sonido, la imagen, tengo un proyector que vale más de 15.000 euros, pago la licencia de las películas que exhibo y que otros muchos exhibidores no hacen. Y no somos competencia de los cines que haya en ese pueblo, porque si no nos darían la licencia si así fuera. Además, otras empresas se ahorran ese dinero y ofrecen a los ayuntamientos precios más baratos. Pero no con todas las garantías porque no significa que porque sea un cine al aire libre se pueda ver en una pantalla que es tan pequeña como un cromo y con un sonido muy malo», añade.

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La portada del libro. LP

«Al final, ver a la gente sentada en las sillas, a ese niño para el que esa película pueda ser la primera vez que ve una cinta en pantalla grande, ver a una pareja abrazarse... Eso es lo más bonito de este oficio», asegura el escritor, que ha llenado su obra de fotografías de su vida, de la de su padre, de proyecciones al aire libre y de otros profesionales que, como ellos, siguen apostando por llevar al séptimo arte a todos los rincones que se lo solicitan.

Aguilar presentará su nuevo libro el próximo 5 de febrero en el Casino de Agricultura de Valencia. Ahí contará las decenas de anécdotas que ha recopilado en un libro muy tierno, casi una carta de amor al séptimo arte. «Es que el cine al aire libre es lo mejor que hay. Puedes comer, fumar, ir con toda la familia... Y es gratis, porque los ayuntamientos hacen un gran esfuerzo para llevarlo a las plazas de los pueblos», asegura. Y él, además, está dispuesto a recorrer esos municipios, no con el proyector al que casi nació pegado, sino con un volumen que no sólo cuenta su historia, cuenta la de muchos amantes de las películas que, seguro, tienen muchos recuerdos de esa proyección a la luz de la luna que rememora con mucha nostalgia algunos de sus mejores momentos vitales.

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