HÉCTOR ESTEBAN
Sábado, 10 de enero 2015, 00:06
valencia. Emilio Ponce siempre iba tras la pista de jóvenes talentos. Tanto en el Colegio El Pilar como en el San José de Calasanz rebuscó entre las clases de Educación Física para hallar futuros atletas. Emilio Ponce, una de las figuras más importantes del atletismo valenciano como competidor y entrenador, falleció ayer. Impulsó junto a Antonio Ferrer la sección de atletismo del Valencia Club de Fútbol -desaparecida- y fundó lo que hoy es el Valencia Terra i Mar. Fue el precursor del atletismo femenino en Valencia con la creación del Club Medina.
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Ponce tenía un ojo clínico para descubrir atletas. «Yo lo tuve como profesor en el Luis Vives. Recuerdo que tras hacer una tabla de gimnasia me dijo: tú el domingo corres una prueba en el río. ¿Yo? Me dijo que si iba me subiría un punto en la nota. Quedé tercero y a partir de ahí comencé mi carrera. Fue mi entrenador», señala el atleta Recaredo Agulló. «Lo más asombroso era su capacidad de ilusionar», añade.
Emilio Ponce nació en Gijón por la condición de militar de su padre. Tras la Guerra Civil se instaló definitivamente en Valencia. Antes de probar con el atletismo fue futbolista. A la pista llegó a través de unas pruebas supervisadas por el italiano Jovani Baptista Mova. Ponce se presentó y en una carrera de 50 metros derrotó al plusmarquista nacional del hectómetro Emilio Sanchis. A partir de ese momento se unió de por vida al atletismo. Incluso estuvo seleccionado para ir a los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956 como miembro del equipo de relevos 4x100. La decisión de Franco de no acudir a Australia por la ocupación soviética de Hungría quebró el sueño de Emilio Ponce. Para el recuerdo quedarán sus marcas en la década de los cincuenta: 10.7 en 100 metros y 22.7 en 200. En salto longitud llegó a los 6,43 y tuvo el récord de España de las 100 yardas con 9.9. Una vez terminó su etapa de competidor -le declararon profesional por cobrar 300 pesetas y por ello se retiró- inició la aventura de entrenador en el Valencia CF de atletismo. Fue un punto de inflexión para el club. Ponce lo impulsó. En 1968, convenció a la directiva para incorporar un equipo femenino. Fue el embrión del actual Valencia Terra i Mar.
Con 13 años, Rafael Blanquer se puso a las órdenes de Ponce. Ayer, el que fuera bronce europeo de salto de longitud y máximo referente del Terra i Mar, sentía su pérdida. «Era un hombre muy bondadoso, generoso, entregado a los demás. Me preparó y fue mi maestro», señaló Blanquer, que el día de antes estuvo visitando a Ponce junto a Pablo Escribà, otro de los pupilos del gran entrenador valenciano.
«Yo era su vecino del piso de arriba. Se supone que le daba mucho la lata y por eso me puso a correr a los 7 años. Por encima de todo valoro su capacidad de ilusionar y generar pasión. A los que tenían talento y a los que no. Siempre altruista. Yo me divertí en el atletismo con Emilio Ponce. Luego, cuando me fui a la Blume, aquello era otra cosa», señaló Escribà, velocista de 400 metros.
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Toni Lastra también recordó emocionado a su amigo: «Era una persona muy cabal, algo que escasea hoy en día». Ponce apuró al máximo su presencia en las pistas del río. Hoy se celebrará una misa a las 14:15 en el Tanatorio municipal. Allí no faltará Santiago López, uno de sus últimos pupilos. «Me convirtió de maratoniano en velocista. Hoy corro, después del entierro, en el Luis Puig. Se lo dedicaré a Emilio Ponce».
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