HÉCTOR ESTEBAN
Lunes, 9 de noviembre 2015, 00:35
valencia. Adrián Velasco se enfada cada vez que cruza la línea de meta de un maratón. Quiere más, mucho más. Cada prueba es una aventura, por eso nunca desea que llegue el final. Los 42,195 kilómetros no son suficientes para un chaval de 18 años que vuela en el carro empujado por Benito, su padre. Son los Filípides de Avapace Corre, el club de atletismo de la Asociación Valenciana de Ayuda a la Parálisis Cerebral. En menos de una semana, el próximo domingo, Benito y Adrián tienen otra cita. El Maratón Valencia Trinidad Alfonso, la mejor ventana para mostrar la labor social de este club de corredores. No buscan marcas. Es mucho más, la gloria de la normalización, de la igualdad, de que la sociedad se implique, de tú a tú, en este gran proyecto. Lo mejor es que lo están consiguiendo.
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«Antes corría solo. Con el carro y mi hijo. El domingo seremos cerca de cuarenta atletas con cinco carros», afirma Benito, pionero de esta iniciativa de Avapace Corre. Hoy en día cerca de 200 personas integran este sueño. «Hemos crecido una barbaridad en los últimos años», afirma.
En la mañana de la entrevista Adrián ha hecho novillos. La cita es a las diez, pero Benito informa vía mensaje de móvil que se retrasa un cuarto de hora. Cosas de la logística. Es un extra para el niño, que cambia el colegio unas horas por un minipaseo en carro. Su padre sabe que cada ventana que propicie visibilidad al proyecto es una gran oportunidad. Cuanta más gente se suba al carro, mucho mejor para Avapace. Llegan perfectamente uniformados. Igual que se presentarán el próximo domingo en la línea de salida del maratón. Benito, después de la entrevista, ya se encargará de llevar al niño al cole. El padre, que tiene 48 años y muchos kilómetros en sus piernas, no deja de dar las gracias por el reportaje. Al final, en estos casos, siempre aprende más quien está detrás de la grabadora o de la cámara.
La empatía ha hecho más grande Avapace Corre. Muchos de sus socios no tienen una afectación directa con la parálisis cerebral. Han llegado al club por el efecto llamada. Atraídos por el compromiso. Con la necesidad y la satisfacción de colaborar. Lo que reciben es casi siempre mayor que lo que dan. «Muchos de nuestros corredores son atletas que han llegado por vernos en las carreras populares, que se han interesado por nuestro proyecto y que aparecieron para quedarse», afirma Benito. Un 70% de los miembros de Avapace Corre han llegado sin palpar ni un detalle de la enfermedad. Su motivo ha sido el compromiso. «La implicación es absoluta», afirma.
Así surgió la idea
La primera vez que Benito empujó el carro fue hace cuatro años. El maratoniano es agente de la Policía Local de Valencia y un compañero de Alicante les pidió ayuda para colaborar en un evento a favor de sus dos hijos con discapacidad. Tras colaborar en aquella iniciativa, a Benito, mientras preparaba el maratón de 2012, se le ocurrió la idea de correr empujando un carro con su hijo. «Empecé hace cuatro años. Un día, haciendo una de las tiradas largas para preparar el maratón, cuando le das vueltas a la cabeza pensé que corriendo un maratón yo solo era uno más dentro de la prueba. Si cogía un carro y participaba con mi hijo tendría más repercusión. Pensado y hecho», afirma. Empezó a correr con Adrián en el carro de paseo. Al poco tiempo, buceó en internet para adquirir con el que corren. Un modelo triciclo que permite a su hijo ir cómodo y disfrutar de cada uno de los 42 kilómetros. A partir de ahí, la iniciativa empezó a volar por las redes sociales y los medios de comunicación hasta llegar a lo que hoy en día es Avapace Corre.
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La asociación trabaja desde hace más de 40 años con personas con parálisis cerebral. El atletismo les ha dado la visibilidad necesaria para multiplican las muestras de solidaridad. El reto no es mejorar los tiempos. Hay hasta cierta paradoja en este proyecto. Si uno entra más tarde a meta, más visibilidad tiene en carrera. Las zancadas más lentas alargan el proyecto para ser visible entre los espectadores.
El objetivo es buscar la normalización, la igualdad de los niños en la relación, la interacción alejada de un gesto de pena. «El atletismo nos ha abierto la puerta de la normalización. Cuando alguien veía a un niño con parálisis ponía cara de lástima. Con nuestro proyecto hemos conseguido llegar a la sociedad, que haya familias sin problemas de parálisis cerebral que vengan a nuestra asociación y sus hijos jueguen con los nuestros. Al escondite, con una pelota, con lo que sea... Además, con nuestra iniciativa recaudamos dinero para la asociación. Para la compra de materiales, para reformar las instalaciones, para lo que se necesite». La Volta a Peu de Tavernes Blanques, la 10K Divina Pastora de Burjassot, la carrera de Montaña de Olocau y las carreras 10K que se organizan en julio son motivos para ayudar a la asociación. Carreras de esperanza.
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El pionero fue Adrián Velasco. Después han llegado otros muchos chicos y chicas. «Los padres se han levantado de los sillones para empezar a correr. Nos hemos pegado muchas panzadas de reir y llorar todos juntos». Empujar un carro cambia la forma de correr. El balanceo de los brazos se cambia para agarrar un asa. Pero abre la mente, desintoxica los pensamientos. Incluso hace más fuerte al corredor que empuja a su hijo. No son Murakamis que le dan vueltas a su cabeza kilómetro tras kilómetros. Ahora, una sola sonrisa del chico o la chica que va en el carro colma la capacidad de pensar. «Cuando estás solo le das muchas vueltas. A los palos que te puede dar una visita al neurólogo y muchas cosas más. No nos queda otra que andar el camino y pelear. Ahora, cuando empujas el carro ya no tienes tiempo de darle vueltas a esas cosas. Adrián es mi cómplice. Cuando me mira y me sonríe. Me pide con su cara que corra más, me enseña que disfruta, que es feliz en cada carrera. Yo le miro y contesto: vamos Adri».
Esa libertad permite que haya preguntas que ya no existen. Incluso el correr ya no es una afición del padre. La familia se ha incorporado al reto: «Mi mujer, los amigos, el entorno. Todos vienen a vernos. Son partícipes de lo que hacemos. Además, te permite relajarte, te tranquilizas. La gente se deja de lamentar y de una forma u otra empuja del mismo carro. No se mira hacia atrás», afirma.
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El mejor proyecto
El próximo domingo hay carrera. La Maratón de Valencia Trinidad Alfonso. Benito y Adrián, en compañía de un grupo de chicos y chicas de Avapace Corre saldrán a la calle a no buscar marcas. Trotar para disfrutar, por Valencia, para contar un proyecto en el que todo el mundo puede colaborar.
Después de la entrevista, Benito y Adrián se despiden. El padre, de nuevo, da las gracias. Por la visibilidad, por la ayuda, por dar a conocer la realidad de un proyecto con mucha vida. «Está mal que yo lo diga pero creo que no hay en la ciudad una iniciativa tan bonita y tan intensa como esta», señala Benito.
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El día 15, por la mañana, el público que se acerque a animar verá pasar a los chicos de Avapace. Cinco carros y varias decenas de corredores. De negro y verde, los colores que dan esperanza a este grupo. Adrián protestará al cruzar el arco. Porque querrá más, mucho más. Su padre, Benito, le dirá: «Vamos Adri, que la meta no es el final».
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