Una foto tras la carrera de Never Stop Running de 2020, la última vez hasta ahora que fuimos felices en Valencia pegándonos un madrugón dominical y poniéndonos un dorsal. lp

Un año sin dorsales

La pandemia cercenó miles de retos personales como el mío y 12 meses después los corredores y las carreras siguen ingeniándoselas para no perder la ilusión frente al incierto futuro

Domingo, 14 de marzo 2021, 02:26

A todo buen corredor que se precie, de una forma u otra, le gusta marcarse retos. Ya que no vas a cortar jamás una cinta, ni a ser aclamado por un estadio enfervorizado durante los Juegos Olímpicos, acabar un maratón, completar tal circuito o viajar a una carrera concreta solidifica las ilusiones de mucha gente. De personas anónimas, que trabajamos de sol a sol y que nos obligamos a lanzarnos al frío, antes de que pongan las calles o cuando ya las están desmontando, para entrenar una horita diaria. También cometemos nuestras pequeñas iniquidades, como obsesionarnos con la comida, con leer artículos en internet, comprarnos una revista especializada (esa es una buena costumbre) o taladrar a cualquiera que se deja con nuestras andanzas en zapatillas.

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Como si al vecino, a nuestra pareja o al compañero de trabajo le interesase si hemos hecho 10 kilómetros a tantos minutos los mil metros. Uno de mis pecados favoritos es, llegada esta época del año, abordar a Gorka, uno de los maquetadores del periódico: «¡Gorkito, que ya queda poco para que os visitemos!». Reside cerca de la salida de la carrera de Redolat y el movimiento runner le fastidia el sueño de un domingo al año porque le ponen la música a todo volumen y madruga por obligación. Bueno, otro día tiene que planificarse la vida porque el maratón le pasa cerca, y algún otro por carreras en las que ahora no caigo... Pero supongo que hasta los más 'haters' del running echan ya de menos los dorsales.

Yo llevo ya un año sin ponérmelos. La pandemia me pilló después de la carrera de cinco kilómetros que organiza el club Never Stop Running. Aquel día fui con mi cuñado Juan Marcos y en la meta me encontré con mi primo Juan y su mujer, Pilar. Habían ido a vernos correr a nosotros y a su hermano Alberto. Finales de febrero de 2020. Una semana después, yo me iba a Girona, a proseguir el Reto Vías Verdes: se trataba de completar unas cuantas carreras por España y, como excusa, pedir a cualquier allegado que se me pusiera delante que aportase unos eurillos a la asociación contra el cáncer. Ofrecía a los que más se estirasen una camiseta, que aún me quedan unas cuantas, por si a alguien le hace ilusión.

«Moisés, no te vayas a Girona, que con eso de la pandemia es peligroso». Mi padre me repitió esa frase 'nosecuantas' veces durante la semana. «¡Papá, que es una gripe! Si me contagian, pues lo paso y después, a trabajar», le respondía cada vez. Días después se supo que varios compañeros del periódico se habían contagiado por el viaje del Atalanta-Valencia: «¿Ves? Si no lo he pillado trabajando, no me lo van a pegar en la carrera...». Eso sí, avisé a mis amigos Natacha y David, con los que iba a compartir diez horas de coche, de que había estado en contacto con gente portadora de ese bichejo del que aún nos reíamos. Y nos marchamos, nos pusimos el dorsal, corrimos, ella ganó, y fuimos felices... no sabíamos que por última vez hasta ahora gracias al running.

Miembros de Runners Ciutat de València, durante una de las carreras que orgaizaron a nivel interno. lp

Se ha cumplido un año de eso y nosotros, como muchos, hemos seguido entrenando, simplemente por hacer deporte. Como los compañeros de Runners Ciutat de València. Mi amigo José Manuel Albiol, que realiza una gran labor desinteresada para mantener en pie una de las comunidades de corredores más copiosas de la ciudad, me hablaba esta semana de los esfuerzos que han hecho para mantener la ilusión de la marea amarilla. «Cuando hemos podido, hemos organizado carreras internas: todos con mascarilla, trayendo su avituallamiento... Nosotros señalizamos y les llevamos la bolsa con ropa para cambiarse a la meta», me explicaba.

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Aún así, me reconoce que hay gente que se lo ha medio dejado. «Me dicen que ya volverán a entrenar cuando haya carreras», comenta con cierta tristeza. «El problema es que no sabemos el momento en que volverán. A este paso nos plantamos en 2025... hasta que no esté todo el mundo vacunado...», me decía con cierto pesimismo. Los 'runners' (quitándole cualquier tono peyorativo al término), esto es, los corredores que nos hemos enganchado en este nuevo movimiento marcado por la tecnología y las camisetas fosforitas, necesitamos el dorsal. Yo sigo entrenando a diario y los domingos me hago una tirada algo más exigente... pero me sigo sintiendo huérfano. Como muchos.

Por mucho que organizadores y empresas de cronometraje lo hayan intentado, las carreras virtuales no logran aportarnos nuestra dosis. Y mira que han echado mano del ingenio: camisetas especiales, carreras diferentes, 'bolsas' del corredor, APP... por ejemplo, yo llevo varios años detrás de convencer a Maggie, mi mujer, de pasar la Nochevieja en Madrid: mi único objetivo es correr la San Silvestre Vallecana. Claro está, ella se niega (algún día lo lograré), si no es para que deje un día de lado las zapatillas y nos vayamos a celebrar el fin de año a la Puerta del Sol.

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Así que en este 2020, cuando mi cuñado me propuso hacer la San Silvestre Vallecana virtual, con camiseta y APP virtual que te enlataba el público a cada paso kilométrico, me animé. Luego esa carrera sería mi único consuelo en la segunda noche de Maggie en el hospital, luchando contra ese virus del que me burlé meses atrás viajando a Girona. Si soy sincero, este tipo de productos me motivan cero.

Carlos Bonías y Miguel Girón, que superó el cáncer, participaron en el reto de Runcáncer de febrero. runcancer

Sólo lo consiguen mis amigos de RunCáncer, porque han sustituido por obligación sus carreras y marchas presenciales por retos virtuales para recaudar fondos para la lucha contra una lacra que, no lo olvidemos, ha matado a muchísima más gente que el Covid-19. Hice el de febrero, 15 kilómetros, y puede que me anime con el de marzo. Se lo merecen por la causa y por buena gente. El mes pasado congregaron a unos 800 corredores y recaudaron más de 3.200 euros.

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Ya tienen en marcha el reto de marzo en su web, redes sociales o en la de Top Run así que... ¡inscribíos, insensatos, que es por una buena causa! Ellos te envían un PDF con un dorsal que has de imprimirte. No es lo mismo que los que recogíamos hasta hace un año a última hora, aún somnolientos, antes de las carreras, pero sirve como sucedáneo. Vendrán tiempos mejores y volverán esos domingos de abril, después de Fallas porque Redo es muy fallero, en los que importune de nuevo a mi compañero: «¡Gorkito, que este finde madrugas!».

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