Jorge Ureña es 100% combinero. Compagina su faceta de atleta con su pasión con la música: «Estoy en la banda de Onil, me sirve para ... despejarme cuando puedo». Y claro, más que decantarse por un instrumento eligió la percusión, que engloba varios. Lo mismo le pasa con la actividad física: «Desde niño me ha gustado el deporte. He practicado fútbol, baloncesto, natación... pero poco a poco me fui formando en el atletismo y consiguiendo resultados». En esto le viene de familia. Su padre, también especializado en pruebas combinadas, tenía bien claro qué modalidad quería para su hijo. pero no le presionó. «¡Claro que me ha empujado! Un año dejé el atletismo por el basket porque estaban mis amigos. No decía nada, él deseaba era que hiciese deporte. Y fue una tontería», reconoce.
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Ahora José Antonio, que así es como se llama su progenitor, y Jorge están en Tokio. Allí no son padre e hijo. El primero ha viajado como entrenador de uno de los atletas de la Comunitat que más tarde certificaron su presencia en los Juegos, en su caso, para la prueba de decatlón. «He estado siempre dentro por ránking e iba controlando lo que hacían otros. La idea era hacer la mínima (6.350 puntos). Estoy convencido que valgo la marca, pero cualquier imprevisto te resta», señala, poniendo como ejemplo la competición en Murcia donde algunas pruebas se hicieron bajo el aguacero.
José Antonio y Jorge se pican en casa. «El tenía unos 7.300 puntos de marca personal. Cuando yo iba creciendo hablábamos de superarla, de quitarle sus mejores registros... ahora le digo de sacarle 1.000 puntos», indica. Pero sobre el tartán, esa relación cambia: «Hay que saber gestionarlo, diferenciar cuándo hablamos como familia o si lo hace en su faceta de entrenador... y de momento nos está yendo bien».
Tanto que Jorge Ureña no se ha planteado por ahora dejar de entrenar en Onil. «Aquí hace frío en invierno y calor en verano, pero ya lo sabemos. E igual si me marchase a Madrid tendría mejores instalaciones y alguna cosa más. Pero me he criado con esto, tengo mi ambiente y me siento a gusto», asegura el atleta, que forma parte del Proyecto FER.
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Allí tiene a su gente. La filà de Moros y Cristianos, la banda de música y los amigos, que le hacen sufrir de lo lindo cada vez que se suben a la bicicleta. «Hay algunos que están muy en forma porque salen todo el año. Y aquí estamos entre varios puertos, por lo que para salir y entrar del pueblo hay desnivel», subraya. Sabe que tras los Juegos le tocará padecer, pero desea que llegue ese momento: «Mi cuerpo no está adaptado a eso, aunque yo no soy de coger muchas vacaciones. Me gusta hacer otro tipo de deportes».
Corazón de combinero. Deportista total que quiere que Tokio sea el escenario donde aspira a mejorar su marca personal (6.249 puntos). Haciendo cábalas, considera que la pelea por las medallas estará en al menos 8.600. Y si suma lo que le darían sus registrso en cada una de las diez pruebas, estaría en torno a ese botín: «Pero claro, luego tiene que salirte perfecto, sin fallar en nada en todo el decatlón».
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Palabras mayores. Con las mismas cuentas y mirando hacia el futuro, no ve imposible atacar el récord de España (8.526 puntos). «Es difícil. Lo tenemos ahí, seguimos nuestro camino, mejorando y trabajando para hacer buenas combinadas. Cuando me retire veremos qué hemos hecho», especifica. En plural. Jorge bajo la batuta de José Antonio. Ureña al cuadrado. Con esa pasión de combineros, ningún reto puede ser una utopía.
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