Luis Manuel Corchete, a unos Juegos que también merece Jennifer

En el paso por el kilómetro 45, Luis Manuel Corchete vio que el rostro de Jennifer brillaba más de lo habitual. Conforme se acercaba al lugar donde su mujer le esperaba para darle el último avituallamiento, el marchador alicantino agudizó el oído. «Queda nuestro sueño olímpico, ¡tenemos que ir a por él!», le exclamó ella a bocajarro, cuando entre sus rostros apenas había un metro. «Esas palabras no se me van a olvidar en la vida», reconoce. Es más, le dieron más energía que cualquier suplemento que hubiese engullido en ese instante. Esos últimos 5.000 metros de marcha no fueron hacia la meta del Campeonato de España. Levitó hacia Tokio, en dirección a algo que el deporte le debe a esta pareja desde hacer ya muchos años: «Ella siempre está ahí acompañándome, dándome agua, animándome a los entrenamientos. Tenemos que ir juntos a los Juegos».

A Jennifer Colino la gimnasia rítmica le gastó una mala pasada. Clasificó a España para los Juegos, pero luego se la dejaron en casa por una decisión técnica. Luego tuvo que retirarse casi de repente a causa de una lesión. «No es igual que te lo vayas planteando que si te llega así, de un día para otro. Por todo lo que sucedió llegó a odiar su deporte», comenta Luis Manuel Corchete.

Ahora son un pilar el uno para el otro. Él le ayuda en el club de gimnasia de Torrevieja que lleva su nombre, Jennifer Colino. Y ella ha sido decisiva para que este veterano marchador haya aprovechado la coyuntura de la pandemia para lograr a los 36 años su primera mínima olímpica en los 50 kilómetros marcha y acariciar el billete a Tokio.

Comenzó en el atletismo a los siete años y la marcha le sedujo en 1996. Porque empezaron a practicarla uno de sus hermanos y una prima y, sobre todo, porque vio entrenar en Torrevieja a Daniel Plaza, olímpico en Barcelona, y a José Serna. Tras una dilatada carrera que le llevó un tiempo al CAR de Sant Cugat, al inicio de 2020 estaba meditando la retirada.

Quería dejarlo a lo grande y se lanzó, junto a su inseparable Jennifer, a organizar los Campeonatos de España de marcha en ruta. «Ella me animó a que hiciera algo notable antes de retirarme, en casa... pero tuve unos problemas en el isquio y acabé quinto», recuerda Luis Manuel Corchete.

Hace justo un año, mientras se empezaba a hablar de un peligroso virus que venía de Wuhan, el alicantino tenía más que digerido que lo dejaba: «Está mal que lo diga, pero la mínima olímpica se la debo a la pandemia. Cuando llegó el confinamiento, intuí que la carrera por la clasificación para Tokio iba a empezar de cero. Era aparcar definitivamente la moto o apostar por ello. Lo medité mucho con mi mujer».

Se planteó el encierro en casa como una de tantas concentraciones en alto en verano: «En Sierra Nevada, en agosto, no hay nadie, es como si estuvieras confinado». Respetó las horas de sueño, fue minucioso en la nutrición e hizo a conciencia cada entrenamiento sobre la cinta de correr.

Luis Manuel Corchete se sentía mejor que nunca y los resultados que le propuso su entrenador, José Antonio Garrido, lo corroboraron. «Bajé mi marca en 5.000, he mejorado registros de hace diez años. Sentí que tenía las piernas para conseguir algo grande», subraya Corchete.

Enorme más bien: es mínima olímpica que ahora le devuelve la ilusión. Quiere ir a Tokio, pero no se conforma. «¿Cómo voy a pensar en retirada, si estoy en mi mejor momento? ¿París? Partido a partido, como el Cholo», bromea.