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A Manuel Rosales el deporte le viene de cuna. Por eso, una de las victorias que más ha celebrado ha sido la del Maratón de Atenas en su franja de edad: «Fue impresionante entrar en el estadio olímpico. Me acordé mucho de mi padre, que siempre me había hablado de los Juegos». También se ha dedicado a la mecánica por su progenitor. La bicicleta, en cambio, pudo elegirla por dos mitos del ciclismo Federico Martín Bahamontes y Julio Jiménez. «Pero corrí poco tiempo. Le cogí miedo porque en la segunda etapa de una Vuelta a Portugal se murieron dos españoles por un golpe de calor», recuerda.
A mediados de siglo pasado le tocó emigrar a Alemania. Allí, con unos 25 años trabajaba como soldador. No competía, pero esto tampoco quiere decir que no hiciera deporte. «Vivía con una familia en un pueblo. Yo salía a correr por el campo, entre la nieve. La gente debía pensar: ‘¿Qué hace este español tan raro?’», comenta entre risas. Enfermó. No podía dormir y decidió volver a casa.
A trabajar en el taller de su padre. Arreglaba motores de motos y fuera borda. Un día le propusieron que participase en un Campeonato de España de veteranos. «Corrí el 10.000 con atletas que habían sido olímpicos. Me doblaron tres o cuatro veces. Pensé: ‘Esto no puede ser’», señala. Regresó al año siguiente y esta vez se decantó por el 1.500: «Salí a tope y sólo al final me pilló José María Odriozola, el que fue presidente de la Federación. Ya había logrado una plata».
Lo dice orgulloso. Sonriente. Aquel día, pasados los 50, el atletismo español ganó a uno de los mejores atletas del mundo en las carreras de veteranos. Debutó en maratón en Madrid con 3.15: «Al año siguiente ya mejoré bastante, hice 2.45». Manuel Rosales ha ganado por franjas de edad (M50, M60 y M70) por todo el planeta... y venció en Valencia.
Corrió las dos ediciones del maratón compensado. «En 1995 fui con un dolor de muelas terrible y ya quedé entre los primeros», señala. El de 1996 lo llevó más estudiado. Defiende que aunque el formato daba ventaja a los atletas veteranos, había que estar muy preparado para imponerse: «Yo lo hice a conciencia. Era bonito, porque corres independiente, no vas nunca en grupo. Zamora, un amigo mío valenciano, me seguía en bicicleta e iba cantándome los tiempos».
En el control antidopaje coincidió con el sueco Kjell-Erik Stbel, segundo: «Afirmó que había tenido suerte, que a la siguiente me ganaba. Le volví a vencer en Boston y me dijo: ‘Bien hecho’». Manuel Rosales corrió un medio maratón en 1.47 con 82 años. Dejó de competir porque tuvo que someterse a una operación y, al comprobar sus pulsaciones (muy bajas), el cirujano le hizo colocarse un marcapasos como condición para intervenirlo. Casi a los 85 sigue en el taller: «Hago mis pequeños inventos».
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