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Mónica Pont, la mejor maratoniana de la Comunitat, no quería el maratón ni en pintura. «¡Quita, quita, 42 kilómetros son muchos!», contestó cuando le comunicaron por primera vez que en los test salía que sus condiciones son idóneas para el gran fondo. Pese a ello, entre 1993 y 2000 completó en 12 ocasiones la distancia de Filípides estableciendo marcas que aún perduran, con un sexto puesto en los Mundiales y una participación olímpica.
Natural de Bufali, cuyo colegio lleva su nombre, empezó a correr a raíz de trasladarse a vivir a Albaida. Se animó a los 13 años gracias a Ignacio García Honrubia, su profesor de educación física y luego sería su entrenador. "Hicimos un test de 1.000 y batí el récord del instituto. Él fue quien me motivó, me decía que tenía cualidades", recuerda Mónica Pont. Ganó un cross regional y llegó a competir a nivel nacional. "Empecé en el Caixa Ontinyent. Corría 800, hasta 3.000. Gente del club hacía maratón, yo decía que ni loca", incide.
Pero claudicó. Fue en Madrid, a donde se trasladó para estudiar Educación Física. "Había dejado de competir, salía a correr de vez en cuando, siempre me ha gustado el deporte. Me dijeron que buscaban chicas para un equipo mixto de la Politécnica. El premio era ir a otra carrera en París. Me puse a entrenar, y lo logramos", señala. Se preparó con el grupo de Luis Miguel Landa, que luego sería su entrenador en la etapa de maratoniana.
Eso llegó en 1993 y en casa, en Valencia. Vino para hacer mínima para la Universiada, pero sin mucha fe. "Por probar. Fíjate que el día de antes me fui de compras con mi madre por la ciudad en tacones. Ahora lo piensas y dices '¡qué barbaridad!'. Me lo tomé como una excursión", relata. Y ganó. Fue la victoria de su vida, y nunca mejor dicho. "Había decidido ponerme a estudiar oposiciones y después de aquello me centré en ser atleta de élite", subraya Mónica Pont. Su entrenador le pidió que saliese tranquila. El elenco de atletas españolas era notable, con gente experimentada como María Luisa Muñoz, Aurora Pérez y Ana Isabel Alonso.
Se quedó en un grupo intermedio con María Jesús Martínez. "Ella tenía dolor de barriga y cuando nos pasó un grupo de chicos, tiré. Vi a María Luisa Muñoz, que ya no había más mujeres por delante y me motivó", recuerda. "Iba esperando el muro en el kilómetro 38, en el 39, el 40... en el 42, ya en las pistas, pensé: '¡Pues no hay muro!'. Ha sido de las cosas más bonitas que me han pasado en la vida", asegura. Ganó en Rotterdam, hizo su mejor marca en Osaka (2.27.53, récord autonómico y nacional en carrera femenina) y fue olímpica. Tras lesionarse en el de Viena en el 2000, se despidió del maratón. Ahora reside en Italia, trabaja como mánager de atletas y aún paladea aquel triunfo que cambió su vida.
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