Si la vida de una persona puede resumirse en una película, la de Maxine McKinnon debería titularse sin duda 'Quiero ser como Paula Radcliffe'. «¡Mira qué buena es! Y siempre mejorando...», solía elogiar a la que fuera plusmarquista mundial de maratón. Fan número uno de su compatriota, esa veneración era de los pocos vestigios de emoción que transmitía en público.
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Dominadora de las carreras populares en la Marina durante años, Maxine McKinnon ni siquiera se permitió gestos de euforia cuando ganó el Maratón de Valencia de 2009.
«Ella era muy disciplinada y fue a esa carrera con el objetivo de mejorar su marca, que había logrado en Barcelona, donde fue segunda», comenta Franc Beneyto, entrenador de la inglesa precisamente hasta esa temporada: «No tenía pájaras, ella sabía que tenía que poner ese ritmo, y lo hacía».
Y aquel objetivo le permitió imponerse con una marca de 2.50.46, en la que fue la última victoria femenina de una atleta de la Comunitat hasta la fecha. Porque Maxine McKinnon se consideraba española en todo menos en el pasaporte.
Residía en Murla junto a su marido. Había corrido algo en edad escolar y salía en ocasiones en bicicleta. Hasta que un día le dio por la carrera a pie pasados los 40. Estaba en el Club Atletismo Llebeig de Xàbia y llevaba tres meses trotando, participando en carreras populares, cuando contactó con Franc Beneyto: «Quería correr un maratón». No se limitó a llegar a la meta y ya hizo una marca, en Sevilla, de 3.03
Tres años después, se proclamó campeona del mundo de esta distancia en +40, en carrera celebrada en San Sebastián. Posteriormente repetiría el éxito en 10.000 metros, ya en la franja de edad de +45. «Llegó a ser de las mejores atletas máster del mundo. A veces yo le preguntaba: ‘¿De verdad que no habías hecho nada hasta ahora?’».
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Su entrenador destaca que Maxine era muy meticulosa e introvertida «La animaba, pero venía pocas veces a entrenar con el grupo. En ocasiones iba a hacer las series por las mañana a Dénia, pero ella sola. Su marido la acompañaba en bicicleta a las tiradas largas cuando preparaba el maratón», comenta Franc Beneyto.
Después de años cumpliendo cada entrenamiento a rajatabla, Maxine McKinnon le planteó que quería mejorar más. «Ella no tenía la ambición de ser campeona del mundo, sino de correr, siempre con el objetivo de progresar. Le contesté que tenía una edad y que yo creía que había llegado al máximo. Creo que por eso decidió seguir con otra persona», subraya Beneyto. Se pasó al triatlón e hizo varios Ironman. Quizás era la forma de no dejar de lado el maratón. Reorientó su vida laboral para ser entrenadora. Discreta hasta en la forma de marcharse, lo hizo en pleno estado de alarma tras una breve batalla contra el cáncer.
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