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Rafa Blanquer: «Mi política siempre fue el atletismo»

Rafa Blanquer: «Mi política siempre fue el atletismo»

El presidente del Valencia Club de Atletismo repasa su carrera y sigue en la brecha a los 74 años: «La élite quema mucho. Me minó tener a la vez a Yago Lamela, Concha Montaner y Niurka Montalvo, máximo nivel mundial»

CAYETANO ROS

Jueves, 5 de diciembre 2019

-¿Fue tibio con el dopaje?

-Nunca jamás. Tajante. Además de los controles que se hacen de la IAFF (Federación Internacional de Atletismo) a los atletas de máximo nivel, y luego por parte de la federación española, yo dentro de mi sistema de entrenamiento, como llevaba a muchos atletas extranjeros, hacíamos nuestros propios controles antidopaje porque no queríamos tener ninguna sorpresa.

-¿Nunca le tentaron con sustancias prohibidas desde fuera o desde dentro?

-Nunca, porque me conocían y porque han sido muy claras mis directrices. Por la forma en que estábamos entrenando, no hacía falta tomar nada. Que había otros de otros países que lo hicieran, allá ellos. Pero nuestros atletas sabían que iban a prolongar su vida mucho más, porque todos los dopados, con el tiempo, han acabado mal, muchos de ellos muertos. Y los nuestros han tenido una vida sana.

-¿Por qué sigue en la brecha a los 74 años?

-Padecí una operación hace cuatro años y bajé bastante el ritmo. Tuve que frenar. Parece que vuelvo a remontar. Me levanto a las siete, a las ocho preparo trabajo y luego bajo al entrenamiento; como, mis tres horas de descanso y, por la tarde, mi segundo entrenamiento. Cada 21 días, me concentro el fin de semana en El Saler para programar los entrenamientos. Para un atleta de nivel, tienes que tener toda la temporada pensada: los picos de forma, pista cubierta, campeonato de Europa o del mundo; y al aire libre, si es campeonato de Europa o del mundo y los Juegos Olímpicos.

-¿Qué le motiva?

-Antiguamente, eran las competiciones y los resultados. Cuando pasé a ser entrenador, pues entrenar a mucha gente de diversos países de mucho nivel. Con el tiempo, trabajar con la escuela que tenemos de 800 alumnos y 20 profesores, entre ellos Niurka Montalvo o Martina de la Fuente. Y pasaron por ahí muchos atletas: Elena Córcoles, Ana Torrijos... Para mí, muchas veces tomar aire fresco era bajar y ver a esos niños y niñas correr por la pista. Hemos llegado a tener 15 atletas en el equipo femenino al máximo nivel. Tenemos gente especializada en niños de cinco años.

-¿Se ha cansado de la élite?

-A veces, sí, quema mucho. Hubo un año que coincidieron en salto de longitud Yago Lamela, Concha Montaner y Niurka Montalvo, máximo nivel mundial; luego en vallas estaba Glory Alozie; Carlos Calado, récord de salto de longitud de Portugal; y David Canal en 400 metros.

-¿Cómo llevó ser el gurú del atletismo español?

-Me minó. Cuando pasó esa camada, tuve que parar y dedicarme a la escuela. Si solo con un atleta de máximo nivel, tienes que estar pendiente de tantos aspectos, imagínate si llevas un grupo. No tienes vida.

-¿Qué pasó con Concha Montaner, que se enfadó mucho con usted?

-A los Juegos de Atenas 2004 tenía que ir una de las dos: o Niurka o Concha, porque ninguna de las dos tenía mínima A. Con mínima B solo podía ir una. Y tenían el mismo entrenador, que era yo. Y las dos habían hecho prácticamente los mismos resultados. Entonces, la federación española, con su seleccionador, Ramón Cid, y con su presidente, José María Odriozola, determinó la atleta que tenía que ir (Montalvo). Concha siempre ha sido un encanto, muy coherente, trabajadora y luchadora, nunca había tenido lagunas de este tipo, pero alguien debió comerle la cabeza. Yo no era quien para decidir eso. Ella se enfadó mucho y dejó de entrenar. Pero con el tiempo, Concha volvió a entrenar conmigo porque yo había sido su maestro favorito y ella una de mis atletas de siempre.

-Después de entrenar a la élite del atletismo español, ¿cayó en desgracia?

-No, me aparté yo porque me volvía loco. Un entrenador puede como mucho entrenar a dos o tres atletas porque, si querías llegar al máximo nivel sin sustancias prohibidas, tenías que cuidar todos los detalles de los atletas: la alimentación, los descansos, todo, como si fuera un Ferrari o un caballos de carreras. Y eso desgasta mucho. Yo tenía una nigeriana, Alozie, que era evangélica, otra musulmana (Tacko Diouf, finalista olímpica en 400 metros vallas, senegalesa). Cada uno era diferente y tenías que darle un trato distinto.

-¿Imaginó el trágico desenlace de Yago Lamela (falleció años después de ser entrenado por Blanquer)?

-Fue una sorpresa. Los cuatro años que estuvo en Valencia fue muy profesional, cuidando tiempos de entrenamiento y descanso. Un chaval tímido; la gente que lo veía como divo es porque escondía una timidez dentro. Cuando se fue de aquí tuvo que ser operado del tendón de Aquiles y, a partir de ahí, le perdimos la pista. Mientras estuvo aquí fue ejemplar.

-¿Qué le parece el boom del atletismo popular?

-Valencia se lo ha ganado a pulso: es donde más atletas hay y donde más carreras se hacen. Ir al río, a la hora que sea, apetece muchísimo. Siempre está lleno. Turistas que ven el río como un pulmón para correr.

-Nada que ver con cuando usted empezó.

-Nada. Yo estaba en el colegio de los Agustinos y un día el capitán Palazón me vio corriendo por el patio, vio que tenía aptitudes para el atletismo y me metió en él. Después ya recalé en el VCF, donde estaba Emilio Ponce. Llegué a ser campeón de España juvenil en vallas y Bernardino Lombao me llevó a la Residencia de atletas de Madrid. Y luego un día, en el campeonato de España universitario, estaba saltando Luis Felipe Areta sobre pistas de ceniza, salté 7,35 y quedé subcampeón de España. Me cambiaron de prueba. Con el tiempo empezaron a haber pistas sintéticas solo en Madrid. El tipo de pisada era muy diferente, con tacos de 7 milímetros frente a los 14 de las otras. Las sintéticas eran mucho más rápidas.

-¿Quién fue su ídolo?

-Mi ídolo fue Igor Ter-Ovanesyan, ucranio, campeón de Europa de salto de longitud. Y en un campeonato de Europa, en Viena, fui bronce, con 7,92. Y me dio mucha pena porque le gané. Fue un shock ver a mi ídolo así.

-¿De dónde eran sus padres?

-Mi madre era de Jarafuel (Valle de Ayora) y mi padre de Muro de Alcoi. Él hablaba valenciano, ella no. Mi padre regentaba un salón de belleza y mi madre nos cuidaba a cuatro hermanos muy traviesos. Vivíamos en la calle de la Paz. Me encanta esa zona.

-¿Ha vivido siempre el atletismo?

-Mi vida entera ha sido el atletismo. En la primera época tuve que trabajar en otras cosas porque no quería vivir de mis padres. Por ejemplo, vi que en Valencia solo había una tienda de pelucas. Entonces me di cuenta de que podía haber negocio. Y montamos la boutique del pelo: pelucas de pelo natural. Eso me permitía seguir entrenando. Ya me dedicaba de sol a sol: entraba al Mestalla antiguo a las nueve de la mañana, bajo de las gradas de fútbol, que había una zona para atletismo. Me acuerdo haber compartido con Di Stéfano medio campo para uno y medio para otro. Recuerdo una vez que yo fui a Argentina a competir y él me dio un regalo para su madre. Ella vivía en calle Carabobo.

-¿Di Stéfano tenía mala leche?

-Sí, pero él veía nuestra dedicación, la de un deporte amateur, la misma que la de sus futbolistas, y lo valoraba mucho. Yo entrenaba a Antonio Campos, finalista olímpico en 3.000 metros obstáculos, y era el único atleta al que dejaban correr por el césped del campo de fútbol con unas vallas. Y Johnny Rep, que tenía mucha resistencia, iba a correr con él. Unos tiempos preciosos. Recuerdo haber saltado 8,01 con el escudo del Valencia CF en el pecho y haber roto la barrera de los ocho metros. Era el año 76 en Vallehermoso (Madrid). En el Valencia yo ya cobraba 1.000 o 2.000 pesetas al mes.

-¿Le supo mal que Paco Roig se deshiciera de las secciones del VCF?

-Claro, porque había un día de prosecciones deportivas, en un partido del Valencia, y con ese dinero extra de los socios se mantenían las secciones. El club no perdía dinero y ganaba prestigio. Nosotros hemos sido 26 veces consecutivas campeones de la Liga nacional, 20 años subiendo al podio entre los tres primeros de Europa, dos títulos de Europa...

-¿Y qué ocurre cuando el VCF se desvincula?

-Lo llevaba Antonio Ferrer, nuestro capitán eterno, yo era su segundo junto con Emilio Ponce. Creamos el Club de Atletismo Valencia. Nos quedamos en tierra de nadie porque las instituciones no ayudaban. Vendíamos polvorones, loterías...luego entraron las instituciones porque vieron que las empresas privadas no metían dinero en el atletismo.

-¿Y ahora qué supone la ayuda pública en el presupuesto del club?

-Un 80%. Eran una cantidades que han ido bajando. No pasamos penurias, pero ha bajado todo muchísimo.

-Y se convierte en presidente.

-Sí, porque murió Antonio Ferrer y tuve que empezar a hacer las veces de entrenador y ser presidente del club, pero a mí los números no me gustan. Es horrible, a mí lo que me gusta es la pista.

-Su estrecha relación con Paco Camps fue ¿por amistad, ideología o interés del club?

-El atletismo no me daba suficiente dinero y me metí en el Club Español de Tenis Valencia. Estaba Bruguera padre, que era el director técnico, y buscó un entrenador del atletismo que llevara la preparación física de sus tenistas, entre los cuales estaba su hijo Sergi. Ahí entré yo. Y ahí fue donde conocí a Paco Camps. Él era tenista amateur. Con el tiempo, él fue presidente de la Generalitat y se mantuvo más o menos una amistad.

-¿Eso le permitió obtener más ayudas públicas?

-Nunca me afilié a un partido político. Mi política siempre fue mi deporte, el atletismo. Yo defendía los colores del club y de España independientemente del partido. Algunos quisieron encasillarme en un partido, pero eso era una estupidez.

-Pero, ¿recibió más ayudas por su relación con Camps?

-En absoluto, Morskova, estrella de balonmano femenino, tenía un estatus superior a mis atletas. Glory Alozie, por ejemplo, era de ese nivel mundial. Lo que conseguimos era que se nivelara con otros clubes amateurs. Es irrisorio pensar que un futbolista mediocre tenga más presupuesto que todo un equipo de atletismo de 1.000 personas.

-¿El político que más ha entendido el atletismo?

-Paco Camps quiso revalorizar el deporte amateur e intentó que se hicieran etapas de cuatro años, como periodos olímpicos. Tampoco pudo. Cada año tenemos que ir revalidando. Ahora hay bastante coordinación en las tres instituciones, el Ayuntamiento, la Diputación y la Generalitat.

-¿Cambiaría algo de su carrera?

-Estoy satisfecho de haber llegado donde he llegado sin los medios necesarios para entrenar y competir con tranquilidad y visión de futuro. El deporte amateur es así, vives al día, no hay grandes subvenciones.

-¿Se sigue considerando amateur?

-Sí, no hay más que mirar un contrato de un deportistas amateur y el de uno profesional. Lo justifican diciendo que un campo de fútbol te mete 50.000 espectadores y una pista de atletismo 2.000. Pero no me arrepiento de nada. Me hubiera gustado cambiar cosas por haber fallado yo o el sistema. Pero siempre he sido muy positivo y lo sigo siendo pese a lo que ha llovido. Tengo una familia que me apoya mucho porque no es fácil convivir con una persona tan meticulosa en el trabajo. Mis dos hijos del primer matrimonio (de 46 y 42 años) por un lado y, por otra parte, mi mujer y mis otras dos hijas jóvenes (de 20 y 16 años). Siempre he tenido un motivo para levantarme.

-Uno de sus hijos toma el relevo.

-Sí, Rafa, es ahora el director general del club. Yo soy el presidente y cada vez menos. Quiero dedicarme a la parcela deportiva y dejar la gestión, nunca me ha gustado.

-¿Qué ha pagado de IRPF?

-Ni idea, las cuestiones económicas las lleva mi mujer en casa, y en el club los asesores fiscales. Los números no han ido conmigo en la vida.

-¿Cuál es su plan b?

-No tengo plan b.

-¿Lo reconocen por la calle?

-Sí, me hace mucha ilusión, sí, en muchos círculos, en una ventanilla, en una cafetería, es que tengo muchos años.

-¿Qué le hace especialmente ilusión?

-La escala de valores ha cambiado. Ver crecer a mis hijos con salud. Y a mis cinco nietos. En cuanto al atletismo, ver la progresión de Fátima Diame, la atleta del presente y del futuro. También Luis Salort, vallista, y Jordi Cots en salto de longitud.

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