El sorprendente esprint final de Javier Mirón hacia los Juegos

Javier Mirón se fija en Marcin Lewandowski. «Algún día me gustaría convertirme en un referente a nivel europeo como él», comenta. A la pregunta de si se ve con condiciones para ello, el joven atleta de Ibi replica: «Y si no, trabajaré para tenerlas». El alicantino está pletórico y no le faltan razones después del espectacular esprint final del 800 del Meeting de Marsella, donde su 1:44.82 supuso marca persona (caza menor) y el tesoro de la mínima olímpica. También allí puso sus ojos en Lewandowski aunque, a decir verdad, al final le fue mejor siendo Javier Mirón.

«Delante iban a un ritmo de locura, la liebre pasó en 49.95... como Lewandowski suele tener buenos finales decidí ir con el gancho, que no se me fuera. Pero él se quedó cerrado y a mí me tocó frenar detrás del catarí (Hassan) y salir a falta de 150 metros por la calle 2», relata. A partir de ahí, un brutal esprint que le permitió acabar cuarto, por delante del francés Tual: «La verdad es que me sorprendí a mí mismo. Sabía que la mínima estaba delante de él y me lancé a por ella».

Aquella carrera fue el colofón a muchos meses de trabajo, peleando contra la pandemia y las lesiones. «En la pista cubierta de 2020 ya conseguí un salto de calidad e hice marca personal (1:46.74)», recuerda. Pero entonces llegaron los problemas físicos que le arruinaron las competiciones bajo techo de este año. Con la primavera, Javier Mirón vio la luz. Volvió a rebajar su mejor tiempo en 800 (1:46.14) y se envalentonó: «La gente que tengo a mi alrededor confiaba. En Marsella, desayunando, mi mánager (Alberto Armas) me dijo: ‘Hoy haces la mínima. Y si no, en las siguientes carreras, la tienes en las piernas’».

Acabó llorando a moco tendido mientras quitaba los clavos a las zapatillas tras aquella carrera. Después de ese instante de euforia, vuelve a la carga. Sabe que todo el trabajo no está hecho. Este domingo 20 de junio se impuso con solvencia en el 800 del nacional sub-23, para firmar por segundo año seguido el doblete: campeón bajo techo y al aire libre. «Quería despedirme bien del certamen», desliza. Si todo va bien, aún con 21 años, ya le toca pelear por objetivos mucho más ambiciosos.

Sin ir más lejos, el Campeonato de España absoluto de la semana que viene es una batalla final para ir a Tokio. «En teoría, los tres del podio van a los Juegos», indica. Y teniendo mínima, ve cerca el sueño de aquel niño que prefirió el atletismo al fútbol: «Bueno, es que era malo y correr se me daba bien. Hacía la carrera que organizan en Ibi por Santa Lucía, la ganaba y me llevaba el jamón. Los del club Teixereta me animaron a que me apuntara».

Ahí, con 6 años, conoció a Luis Arenas Muñoz, a su entrenador de toda la vida. «Se vuelca mucho con nosotros, y a veces se cabrea conmigo porque soy un desastre, en ocasiones me gusta trabajar a mi rollo. Querría hacer toda mi carrera con él, ya me ha llevado a conseguir la mínima olímpica. Si me voy de Ibi será por estudios», señala el atleta, que cursa terapia ocupacional.

«En Ibi no tenemos instalaciones, así que nos toca ir a entrenar a Onil y el físico hacerlo en un gimnasio privado», señala. Lo que sí hay es un gran grupo de entrenamiento. «Llegamos a ser 20, pero ahora tengo un par de compañeros con los que estoy todo el día. Y mi hermano. Son mi gran apoyo», precisa: «En 2018, tras recuperarme de una lesión, me cambió el chip. Decidí que quería centrarme en llegar a lo máximo y nos pusimos a buscar los medios para lograrlo». Y de momento, ha llegado a las puertas de unos Juegos Olímpicos.