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Lágrimas. De emoción y de alegría. «¡Papá, papá, que lo hemos conseguido!», exclamó María José Pueyo cuando logró deshacer el nudo de la garganta. Chillaba a través del teléfono desde el Nido del Pájaro, el estadio olímpico de 2008. «Dejarme el trabajo para ir a unos Juegos fue el dinero mejor invertido de mi vida», afirma. Era su sueño, pero también el de José Luis, su progenitor y fan número uno, quien le recopiló su carrera deportiva en unos álbumes que han quedado para la posteridad. «Estaba luchando contra el cáncer. El mes que pasé yo en China fue el que mejor estuvo», asegura la aragonesa.
Meses antes de que se abrieran los Juegos, María José Pueyo también lloró en otro estadio, el del Turia, pero no precisamente de alegría. Ganó con autoridad el Maratón de Valencia de 2008, pero ella no venía a eso. Ni siquiera a ser campeona de España. Ambos éxitos le supieron a hiel. «Cuando estaba llegando a las pistas, la gente me animaba: ‘¡Venga, Mari Jose!’. Los segundos caían como losas», recuerda. Paró el crono en 2.32.22, impostó una sonrisa mientras cortaba la cinta y se derrumbó.
«Lloraba como una magdalena», señala: «Rita Barberá me trataba de animar hasta que le explicaron lo que sucedía. Me decía: ‘¡Si eres campeona de España y has bajado tu marca más de un minuto!». Pero María José Pueyo había preparado con esmero ese Maratón de Valencia, donde se veía capacitada de correr en 2.30: «El chico que me hizo de liebre tuvo gripe una semana antes y sólo aguantó hasta el kilómetro 25». Desde entonces libró ella sola la batalla contra el crono.
Creyó haberla perdido. Cada día iba a entrenar apesadumbrada y, al entrar en la instalación, gritaba a pleno pulmón: «¡Quiero ir a los Juegos Olímpicos!». Sus plegarias fueron escuchadas y tres meses después le comunicaron que, al haber sólo otras dos atletas con mínima y ser campeona de España, iría a Pekín.
María José Pueyo, una niña inquieta desde el vientre de Mari Carmen, su madre, había cumplido un sueño. «Creían que venía chico porque le daba muchas patadas. Nací en víspera de San José, de ahí mi nombre», afirma. Practicó varios deportes pero no fue hasta los 28 años cuando empezó a correr y porque se lo propuso la atleta Carmen Félix.
Debutó en el medio maratón de Sabiñánigo, su pueblo, que ha ganado varias veces. Trabajaba en un gimnasio, dando clases de tonificación cuando, a los 34, decidió dejarlo. Apostarlo todo al sueño olímpico que se hizo realidad, para ella y para su padre, con cierto suspense y desde Valencia.
José Luis falleció en marzo de 2009 y días después le pudo dedicar el título nacional de 10 kilómetros en ruta. María José Pueyo tuvo que retirarse por una lesión cuando trataba de ir a los Juegos de Río. Ahora tiene su propio club de atletismo.
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