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Cuando en el kilómetro 40 desde la moto le dijeron que aquello estaba ganado, a Andrés Micó le vino a la cabeza un paseo por la Ciudad de las Artes y las Ciencias. «Un día tengo que venir a este 'pueblo', y ganar», le comentó a Raquel, su novia, antes de regresar a Villena ese domingo de 2003. «¡Claro que vendremos!», le respondió la chica, que pasaba las semanas estudiando en Valencia.
Raquel falleció de forma repentina en 2005. El aviso de que tenía la victoria en la mano le llegó en la misma zona de ese paseo con ella, camino del Puerto, donde se ubicó la meta del Maratón de Valencia en 2009. «Estaba disfrutando mucho del apoyo de la gente y me vino a la cabeza mi novia. Lógicamente le dediqué el triunfo», indica Andrés Micó.
Su victoria de 2009 en Valencia le define. Resume la vida de un hombre que disfruta una existencia en la que no hay tiempo para la melancolía. «Aquel 2005 me propusieron ir a la Blume, como en 2000, y pensé: 'Si ahora me dejo la granja, me vuelvo loco'», relata: «Me sirve para mantener la cabeza ocupada y yo en el atletismo estoy para divertirme».
El despertador de Andrés Micó suena cada día antes de que despunte el alba. Forma parte de la cuarta generación de una explotación ganadera con 200 vacas. «Hacemos dos ordeños al día, uno a las 6 de la mañana y otro a las 17», indica. Mientras tanto, siempre hay algo que hacer: «Dar de comer al ganado, observar que están bien, ocuparse de los cultivos para el forraje, envasar leche o fabricar queso fresco».
En invierno aprovecha la hora de comer y cara al verano debe calzarse las zapatillas por la noche. Así es su vida desde 1998, cuando empezó a correr tras el Cross Nocturno de Villena. «Entonces salía con una chica y me apunté para ganar a su exnovio», recuerda. Se impuso en la carrera.
Tras sacarse el carné de conducir se convirtió en un asiduo de las pruebas a 150 kilómetros a la redonda. Él no ha sido nunca de preparar una carrera a conciencia, sino de competir cada fin de semana, a veces por partida triple. En 2009 no tenía pensado participar en Valencia. Se lo propuso Manolo, director del CA Albacete –su club aquel año– porque recibió una carta de la Federación Autonómica animando a correr a todos los atletas federados.
El día antes jugó a fútbol sala. «¡Y perdí, qué tontería hice!», bromea. Salió fuerte. En el 10 ya iba en el grupo de cabeza y en el 27 fue él quien dio el tirón definitivo. En el 40 se supo ganador y pensó en Raquel. «Era lo contrario a mí. Muchas veces se me han olvidado las zapatillas o la camiseta del club. Pero ella siempre llevaba una mochila. Era mi complemento», afirma. No pasa un día sin recordarla. Así es Andrés Micó, el hombre que disfruta con sus vacas y el atletismo, y que aún sueña con rebajar ese 2.16 que consiguió en Zaragoza.
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