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La exjugadora y entrenadora valenciana Anna Montañana. jesús signes
TRABAJO, SILENCIO Y SUERTE

Anna Montañana: «Me gustaría ser perfecta»

La valenciana de Alboraia analiza su impresionante carrera como jugadora y su experiencia como entrenadora de un equipo masculino

cayetano ros

Viernes, 8 de enero 2021, 01:05

-¿Qué le gustaría aprender?

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- Un listado de cosas. Tengo la sensación de que no estoy aprendiendo lo suficiente. Me gustaría ser perfecta. Sobre todo en la gestión de las personas, la toma de decisiones en uno o tres segundos: los tiempos muertos, los cambios…, tenerlo todo anclado, porque es un dominó que va a repercutir en el grupo. Más que la toda la táctica mundial, que también, se trata de sacar el máximo de las personas.

- ¿En eso debe mejorar?

- En el desarrollo de lo que tengo en la cabeza por no haber sido primera entrenadora para acabar teniendo el equipo que quiera tener. Los que hemos sido jugadores nos saltamos esos pasos. Debemos articular el aprendizaje. Solo los elegidos como Mumbrú o Jasikevicius pasan del máximo profesionalismo de jugador a entrenador. Hay que pasar un proceso.

- ¿El líder nace o se hace?

- Hay que dedicarle tiempo, un líder no lo puede ser sin eso. Hay líderes innatos, pero si una persona tiene 5 de 10, puede llegar a 7. Admiro mucho a Pablo Laso: tiene grandes jugadores, pero hay que ver cómo salen de sus manos, suben las expectativas. Lo mismo Néstor García (de quien fue asistente en el Fuenlabrada), por cómo gestiona el grupo.

- ¿Y Pedro Martínez?

- Lo idolatro. Estuve cerca, cuando me encargué del departamento de Márqueting y Eventos de Valencia Básket. Sus equipos siempre están por encima del rendimiento individual de sus jugadores.

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- ¿A qué aspira?

- A ser muy buena entrenadora en mi país. El mayor nivel competitivo posible en Europa.

- ¿Y cuál es su punto fuerte?

- La visión de juego, que ya tenía de jugadora. La conexión instantánea con el jugador y saber lo que necesita para ganar los partidos.

- Pese a un currículum impresionante como jugadora, la destacamos por haber sido la primera mujer en el cuerpo técnico de un equipo masculino (el Fuenlabrada desde 2018 a 2020). ¿Le molesta?

- Sí, da rabia, pena a veces, llega 2021, a mí me han cesado, y ni en la LEB Oro ni en la Plata hay entrenadoras mujeres; sólo dos en la Liga femenina Endesa. Los números no cambian, no sé si la mentalidad. Pienso mucho en eso. No veo tanta evolución. Mira Becky (Hammon), una mujer por primera vez entrenando en la NBA. En EE UU hay 11 mujeres en equipos de la NBA, hay mucha más igualdad.

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- Coincidió con Hammon en el Ros Casares. ¿Cómo era?

- Coincidí como compañera y muchas veces como rival, porque tenía pasaporte ruso y le dio a Rusia lo que no tenía: ritmo, creatividad (mide 1,65m) y un liderazgo silencioso.

- ¿Cómo fue su experiencia de entrenadora asistente en el Fuenlabrada?

- Necesitaba tiempo, estuve dos años y medio y sobreviví para que la gente me valorara por mis conocimientos y no por ser mujer. Al principio te sientes en inferioridad y tienes que demostrar casi el doble. Después Néstor y Paco García me trataron como entrenadora, me han dejado desarrollarme y los jugadores quisieron trabajar conmigo, me han dado confianza.

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- ¡Siglo XXI y hablamos de la primera entrenadora de un equipo masculino!

- Es la realidad de cómo estamos en la sociedad. Yo tuve situaciones en las que tuve la sensación de que no estaba en el sitio en el que tenía que estar. No quedan dos o tres machistas, son muchos más. No estamos tan preparados para que la mujer tenga la fuerza para demostrar que vale en sitios de hombres o de mujeres.

- ¿Los éxitos femeninos se evaporan rápidamente?

- Debería haber una mejor comunicación. E individualizar más a las jugadoras para que puedan admirarlas y haya un seguimiento continuo. Tenemos, por ejemplo, una gran estrella valenciana del balonmano, la portera Silvia Navarro, que debería ser mucho más conocida.

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- ¿Hay diferencias de entrenar a chicas y a chicos?

- En la gestión de conflictos la mujer es diferente al hombre, pero el trato es el mismo con matices. Sabiendo la diferencia de velocidad, de fuerza y de salto, todo lo demás es igual.

- ¿Es hipócrita el apoyo de algunas grandes empresas al deporte femenino?

- Es un apoyo bidireccional. Esa empresa se da cuenta de que, con poco que ayude, marca diferencias. Y tiene un retorno inmediato porque esos equipos femeninos son muy agradecidos. Con muchísimos menos recursos, las mujeres españolas han sido las mejores del mundo en baloncesto, balonmano, gimnasia y hasta en bádminton. La Liga Iberdrola de fútbol es la mejor liga femenina de España. Y la manera de dar estabilidad en baloncesto es que los equipos de la ACB tengan su equivalentes femeninos como Valencia Básket, Estudiantes, Zaragoza, Barcelona, Celta o Unicaja. Y tratarlos de la misma manera.

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- ¿Por qué el baloncesto femenino ha dado tantos éxitos?

- Fue ese deporte que no era el fútbol, al que teníamos más acceso las mujeres y en el que hubo un crecimiento físico espectacular y mucho talento. La Liga ha sido una montaña rusa: hasta 2012 fue la mejor, después caímos y ahora vuelve a ser medio potente.

- ¿El salir muchas jugadoras al extranjero también mejoró a la selección?

- Cuando sales, cobras más dinero y te pagan por estadística. La exigencia es máxima. Pero el Ros Casares y el Perfumerías Avenida fueron los dos mejores equipos de Europa durante mucho tiempo.

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- ¿Cómo fueron sus cuatro años en la George Washington University?

- La mejor decisión: tenía 20 años y venía de ser campeona de Europa sub 18. Desde pequeña estuve enamorada del baloncesto americano. Se vive el deporte como lo vivo yo: los pabellones, los viajes, todo gira en torno a la deportista. Se la valora durante la carrera y cuando se retira. El año pasado me hicieron ‘Hall of Fame’, ¡a una españolita! También estudié allí Comercio y Márqueting y me daban todo tipo de facilidades: podías elegir horarios, tutores para todo…

- Y logró un récord de más de 1.000 puntos, 500 rebotes y 400 asistencias.

- Sí, fue un récord conjunto, porque yo jugaba en todas las posiciones: de base, de 2, de 3, de 5… Tuve mucha suerte porque yo con 13 años medía 1.80m y mis primeros entrenadores, José Canales y Federico Marco, nunca me limitaron. Lo más fácil habría sido ponerme bajo el aro. Eso es muy importante en la formación.

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- ¿Y la experiencia en la WNBA (en Minnesota)?

- Levitando, con mucha admiración, cumplí mi sueño, pero solo estuve dos meses en una Liga de tres. Podía haber jugado mucho mejor. Tenía ya 30 años y la selección española me exigía mucho durante los veranos.

- Explíqueme cómo debutó en la máxima categoría del baloncesto español a los 13 años y 364 días, un día antes de su 14º cumpleaños.

- Hay fotos. Fue inverosímil. Debuté con el Dorna, campeón de Europa el año anterior. Miki Vukovic en el banquillo. El rival era el Universidad de Oviedo. Muchos nervios. Me caí tres veces. Cogí un rebote, me hicieron falta, fallé un tiro libre y metí el otro.

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- ¿No había un mínimo de edad?

- Lo único que exigían es que tuvieras ficha con el Junior. Yo tenía un cuerpo igual que ahora, una tipología grande, y era un poco chulita.

- ¿Cómo era Vukovic?

- Hablaba muy duro a las jugadoras, muy estricto, pero decidió ponerme. Y Dolores Escamilla, la gerente del Dorna, ha estado presente en toda mi carrera. Me alegro mucho que le hayan puesto su nombre al pabellón de Godella. Tuvo mucho mérito. Se lo merece todo. También estuve de presidenta y directora deportiva del Godella: creamos un nuevo club, solventamos la deuda y tuvimos 21 equipos, uno de ellos de niños con déficit psicológico. He tocado todos los palos.

- ¿Cómo recuerda el primer contacto con el baloncesto?

- Un sábado por la mañana. De la clase de mi hermano subieron a buscarme: ‘Necesitamos un jugador, ¿te bajas?’. Se me daba muy bien el fútbol e hice también gimnasia rítmica, ballet y natación. De todo. Tenía mucha fuerza y era muy competitiva. Iba a saco. Como era grandota y mis padres no querían que fuera atolondrada, me apuntaron a ballet. Eso me ayudó muchísimo para ser más coordinada. Mi padre trabajó 30 años en Pirelli y mi madre en una empresa de acero. Ella ha sido un espejo: me inspiró su carácter.

- ¿Cómo fueron sus colegios?

- Primero Marianistas, en Alboraia, a 100 metros de casa, con una gran pabellón, jugando allí los sábados y los domingos a fútbol y a baloncesto; y después en El Pilar de València, en los dos colegios me inculcaron el valor del deporte.

- ¿Y ganar el Mundial Under 12 con 11 años en Puerto Rico?

- Aún me acuerdo del estado de emoción al ganar el título. Y del momento en que me llamaron para ir. Al volver fui, con mi entrenador José Canales y mi amiga Laura Chinillach, a ver al Dream Team a Barcelona 92. Bajé todas las gradas hasta el banquillo y me puse a chillar sus nombres, uno por uno, hasta que se giraron todos. A los 10 años le dije a mi madre que iba a ser profesional.

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- ¿Le da pánico la rutina?

- No te da pánico, pero no sabes vivir así. Yo no conocía la monotonía. Y ahora, por ejemplo, me he ido a Lugo a ver baloncesto. Te falta la adrenalina competitiva. Por eso soy entrenadora. La mejor vida es de jugador y la siguiente mejor de entrenador. Es irremplazable.

- ¿Cómo lleva las derrotas?

- Peor como entrenadora que como jugadora. Como vengo de un equipo que ganaba poco, el lunes acababa siendo el peor día de la semana. La gestión de la derrota es lo que más he trabajado. Además, como técnico ayudante, debes dejar aparte tu ego, estar a tope y ayudar a todos.

- ¿Está valorado el deportista al retirarse?

- En España, el deporte es pasión y deberías dar las gracias por haberlo practicado, pero es un trabajo más. Mucha gente que te ha apoyado ya no está ahí. Los deportistas tenemos una capacidad de gestionar la tensión muy superior a cualquier persona. A veces estás muerto físicamente y la mente te lleva. Ahí está Messi, que confesó que debería ir a un psicólogo porque hay muchísimos conflictos en el día a día.

- ¿Usted también debería haber ido y no fue?

- Sí, me pasó, siempre quise pero nunca fui. No quieres parecer vulnerable, tienes que parecer la más fuerte. Son prejuicios sociales. Pero me hubiera ayudado en la gestión de las derrotas, de los roles, de entender a las compañeras. Ahora sí tengo ayuda como entrenadora. Todo el mundo dice que es necesario, pero pocos invierten en ello. Son muchos los entrenadores de formación que a lo mejor no tenemos las herramientas para gestionar a chavales de 16 años. No está en la contabilidad. Para que tu hijo tenga un entrenador más capacitado, no puede cobrar 200 euros al mes. Se cometen barbaridades.

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- En su carrera de jugadora, ha pasado del Valencia al Salamanca y viceversa como si fueran dos amantes.

- Sí, uno que quería que fuera idílico, el Valencia, y el otro que fue el de verdad, el Salamanca. Allí llegué con 19 años y después pasé mis dos mejores temporadas como profesional. Al fichar por el Valencia, mandé el contrato llorando por el daño que iba a hacer al Salamanca, pero quería ser profeta en mi tierra y no lo he conseguido. Pasé dos años increíbles, pero no acabé ese idilio y volví a Salamanca donde gané la Euroliga (2011) y la Liga. Hasta 2010-11, que vuelvo a Salamanca, siempre Salamanca perdía ante Ros Casares. Ese año le hicimos un 7-0 a Ros Casares. La primera vez que volví a Salamanca, la pitada fue increíble, porque es un pabellón que se caldea mucho. He tenido una relación de amor-odio. Mi camiseta, la 12, no está retirada porque hay gente que me odiaba pese a ganar la Euroliga. Después tuve curiosidad por conocer otro baloncesto en Praga, Estambul y Niza.

- ¿La peor derrota fue perder la Euroliga con el Ros Casares ante el Spartak en la Fonteta?

- Yo vi ganar al Dorna en Llíria la Euroliga. Y hasta tengo la entrada firmada. Y pensé que en 2010 la iba a ganar en casa con el Valencia, siempre tuve ese sentimiento, pero la peor derrota fue no poder ir a los Juegos de Londres 2012 tras caer ante Croacia.

- ¿Por qué no triunfó en València?

- Los valencianos somos difíciles como aficionados. Mira lo que le pasó a Cúper, Benítez o Emery. Espero hacerlo de entrenadora.

- ¿Cómo resumiría sus 139 partidos con España?

- En dos etapas. Una primera en que queremos ser un buen equipo, pero no lo somos; y una segunda en la que las rivales no querían jugar contra nosotras. Nos peleábamos mucho entre nosotras, pero nos hacíamos mejores. Subimos al podio por primera vez en el Mundial de 2010 y fue el inicio de todo lo que ha pasado ahora: dos subcampeonatos olímpicos y mundiales y dos Europeos.

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- ¿Y los Juegos de Pekín 2008?

- Para mí fue un mes de éxtasis, no podía dormir de la emoción. Nos quedamos a las puertas. Fuimos quintas porque Becky Hammon, con Rusia, sacó su fusil. Me propuse volver a repetirlo, pero no pude ir a Londres 2014.

- ¿Cree más en el talento o en la suerte?

- Tuve la suerte de tener un entorno familiar y una educación muy buena, que siempre me han impulsado. También los primeros entrenadores, con visión y talento. Tenemos mucho poder en ayudar a los niños y a los padres. Creo mucho en potenciar el talento y en estar en el momento y en el lugar oportuno. Nací en Alboraia y el mejor club del mundo estaba a 10 minutos.

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