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En su casa. Nacho Rodilla, en el pabellón Pla de l'Arc de Llíria. J. Signes
«Soy un enfermo de baloncesto»
Trabajo, silencio y suerte

«Soy un enfermo de baloncesto»

Nacho Rodilla repasa su trayectoria y las claves del oro de España en el Mundial de China

Cayetano Ros

Viernes, 20 de septiembre 2019, 00:49

En su barrio y en su pabellón, el Pla de l'Arc de Llíria, Nacho Rodilla desentraña las claves de su carrera y la evolución del baloncesto en los últimos 20 años hasta el oro de la selección española en el Mundial de China. Esta leyenda del baloncesto valenciano tiene el número 11 de su camiseta apartado en el Llíria y en el Valencia Basket.

Pregunta. ¿Es ético que la ACB sea patrocinada por una casa de apuestas?

Respuesta. Es negocio. No es ético, pero al final todo tira hacia el negocio.

P. ¿España es país de básket o solo cuando hay medallas?

R. Sí, hay mucha tradición, muchos años compitiendo con los mejores, pero nos hacen falta algo de jugadores tuyos, españoles, teniendo protagonismo en la ACB. Valencia Basket lleva años con una base de jugadores de aquí, incluso Dubljevic, que es un arraigo que le llega a la grada.

P. ¿Qué le ha sorprendido de la victoria de España en el Mundial de China?

R. La mentalidad: cuando han llegado los partidos importantes, ha demostrado quién manda. Es una selección ganadora y competidora al máximo: el espíritu de Rudi, Marc, Lull, Claver... A Serbia le diste un golpe que lo dejaste temblando.

P. ¿Cómo se sobrepone Víctor Claver a tanta crítica?

R. Primero, me enorgullece como valenciano. Le agradezco todo lo que ha hecho. Tiene un potencial físico y técnico, pero es una gran estrella haciendo un trabajo concreto. Es decisivo para un equipo de alto nivel. También ha crecido mentalmente. Ha sostenido la posición de tres-cuarto, ha ayudado a dominar el rebote y ha anulado al mejor jugador rival.

P. ¿Scariolo?

R. Es como Aíto García Reneses, lo ha ganado todo y sabe manejar los momentos de cada competición. Ya ha pasado muchas veces con Scariolo. Al principio gana raspado y después va soltando las perlas. No es casualidad. Y máximo reconocimiento a los jugadores que han ido a las ventanas. Quino Colom se lo ha ganado y hay que recompensarlo.

P. Usted fue plata en el Eurobasket 99 en Francia. ¿Es comparable a esta selección?

R. Fue el comienzo de una selección con más mentalidad. No éramos favoritos: en la primera fase, en el partido contra Rusia, estábamos más fuera dentro, metí una canasta decisiva y nos clasificamos. Por detrás no se venía ganando como sucede ahora.

P. ¿Y cómo era el seleccionador: Lolo Sainz?

R. Era un tío de empuje y de carácter. A partir de ahí el baloncesto evoluciona mucho. Con Lolo, eran entrenamientos largos y nos pasábamos hora y media jugando cinco contra cinco. Yo entro cuando soy MVP en la Copa del Rey de Valladolid (1998). Lolo Sainz me engancha en el pabellón y me dice: 'Prepárate que vienes a todas las convocatorias'. La selección se abre entonces a otros equipos más allá del Madrid y Barça.

P. ¿Qué entrenador le ha marcado?

R. Miki Vukovic. Siendo un chaval, me dijo; 'Ahí tienes el Valencia Basket'. Tuve que crecer para llevar el timón del equipo con 22 años. Si no vales, viene otro. Has de crecer mentalmente. Me hizo ir a la selección. También agradezco a los entrenadores de la formación en Llíria: me dieron la técnica y la comprensión del juego. Andreu Casadevall me hizo debutar en ACB con 17 años en el Llíria. Y Luis Casemiro: implanta una metodología muy libre de juego. De Zare Markovski, en Italia, también aprendí. En mi época, los pívots eran muy interiores, y el baloncesto ha evolucionado a cuatro jugadores abiertos para generar más espacio en la pintura. Entender el juego es ocupar los espacios. La evolución hacia lo físico se está reajustando: en vez de chocar contra tres, mejor dar un pase extra a una posición liberada.

P. ¿Tiene nostalgia del Llíria?

R. Sí, quien no ha vivido el esplendor del baloncesto en Llíria, no sabe lo que ha habido aquí. Antes de jugar, venía a poner las sillas detrás de las canastas. Jugué en los dos años que ha estado en la ACB. El Pla de l'Arc se ponía a reventar de gente de la comarca. Era el sentimiento del pueblo.

P. ¿Quién le trasmitió la pasión por el básket?, ¿su familia?

R. Mi padre, que trabajaba en una notaría, jugaba al fútbol y a pelota valenciana. Yo he ido a todos los trinquets con él. Mi padre también es músico. Yo iba al cole de la Unió y me apuntó a música. Y cuando me compraron el clarinete, el instrumento iba al pabellón. Yo, a las clases de música, o iba sudado o no iba. Y a pilota creo que también podría haber jugado de mitger.

P. Un base de 1,92 era bastante alto a principios de los noventa.

R. Sí, crecí de repente un año 10 o 12 centímetros. Ni mi padre ni mi madres eran altos. Para la época era un base y alto, y eso me permitía controlar a bases rápidos y pequeños de una manera más inteligente.

P. ¿Cuándo se va al Valencia Basket?

R. El Llíria entra en un juicio por la pérdida de la plaza, y el VBC creo que paga por mí un millón de pesetas. A pesar de que mi primer año es el del descenso, el Valencia Basket se reestructura y apuesta por la gente joven. Subimos y el crecimiento es imparable: ganamos la Copa de Valladolid contra el Joventut (98) y eso nos marca. Perdemos contra Benetton Treviso en Zaragoza en la Saporta (99) y en Vitoria perdemos la Copa contra Estudiantes (2000). También caemos contra el Siena en Lyon en la Saporta en 2002, pero ganamos con Paco Olmos la Eurocup en 2003. Y llegamos a la final de Liga contra el Barça de esa misma temporada. Fue mi último año en VBC: con un equipazo formado por Oberto, Tomasevic...

P. ¿Por qué había rechazado antes una oferta del Madrid?

R. Porque me sentía muy de aquí, muy identificado, y porque cada vez iba a más, me sentía querido... Era un Madrid debilitado frente al Barça. Y el Valencia me renueva.

P. ¿Le dolió que el Valencia lo vendiera posteriormente al Lleida?

R. Sí, porque mi último año fue bueno, tuve protagonismo, si bien venía de operarme de una osteopatía de pubis en año anterior. Jugué todo el tramo de Liga del año anterior infiltrado. El impacto para mí fue fuerte. Gorka Arrinda, mi representante, trajo aquí a un jugador y éramos del mismo agente.

P. ¿Le apuñaló su propio representante?

R. Sí, me quedaban tres años de contrato. Y renuncié a cobrarlos. No quise entrar en un enfrentamiento contra mi club. Era un contrato llamado vitalicio de siete años.

P. ¿Cómo le fue en Lleida?

R. No acabé de asumir que estaba fuera de Valencia Basket. Y lo pasé mal. Al acabar el primer año, necesitaba romper y salir de España: me llegó lo del Air Avellino, en el sur de Italia, y me fue muy bien. El mismo entrenador me llevó al Virtus Bolonia, que es campeón de Europa y el equipo emblema de Italia. Y la experiencia fue muy buena. Me retiré a los 32. Jugué muchas veces infiltrado y eso te penaliza.

P. ¿Notó el vacío al retirarse?

R. Sí, nada más retirarme, entré en la estructura de Valencia Basket, después me enganché en Llíria a llevar el equipo, y sí noté el vacío. Has estado en primer plano y de repente, desapareces. Recuerdo un verano que lo pasé mal. Me faltaba algo. Has desaparecido del mapa. Y necesitas vivir tu mundo del básket.

P. ¿Y cómo se supera?

R. Es un vacío y un agobio, no encuentro lo que me llena. Estuve varios años en Madrid (Fuenlabrada), varios años en la tele, en la radio, y entonces tu cabeza deja de estar dándole vueltas. Buscas ubicarte y encontrar la nueva vida.

P. ¿Nada le llena tanto como el baloncesto?

R. He vivido el básket profesional desde los 16 años. Ya entrenaba mañana y tarde cuando iba al instituto..., veranos en la selección, campus en EE UU, lo he mamado, y no sé de otra cosa que no sea esto, soy un enfermo del baloncesto. Yo, este pabellón, lo he cerrado: se iban los mantenedores a las dos y yo cerraba y me iba a casa. He vivido en un pabellón.

P. ¿Y cómo una leyenda del baloncesto valenciano no está en el Valencia Basket?

R. Cada uno necesita ubicarse y he vivido experiencias como entrenador y como director de cantera en Fuenlabrada, como analista en À Punt, busco encontrar mi 'marxeta'. Las experiencias me han servido para formarme.

P. ¿Qué hacía en el Valencia Basket?

R. Estuve un año, adjunto a Miki Vukovic como asesores un poco de la cantera y después viajé con el primer equipo. Comenzó Ricard Casas, la cosa no iba bien y llegó Fotis Katsikaris, y estaba Jhonny Rogers de director deportivo. Y entró Manolo Llorente.

P. ¿Y es Llorente quien lo echa?

R. No, yo quería saber mi ubicación cuando acaba la temporada, sentirme útil. Y vi un poco que la estructura estaba creada y que no había espacio. Cogí el equipo del Llíria y ascendimos. Luego entrené a un equipo Cadete y a otro Junior en Fuenlabrada. Me gusta la cantera, pero no estar fuera de casa.

P. En ese año en los despachos de La Fonteta, ¿descubre a Rafa Martínez?

R. Me voy a ver partidos y él está en Manresa, lo veo a él, a Pau Ribas, con el filial del Joventut, y en los últimos minutos del Manresa sale un tío que se llama Sergi Llull... Rafa ya se veía que valía y escribí un informe positivo: buena mano y espíritu de sacrificio. Nos venía muy bien.

P. Su hijo juega en el Cadete del VBC. ¿Qué le aconseja?

R. Que disfrute y que estudie; o que estudie y disfrute. Los estudios deben ir por delante. El debe hacer una carrera y mantenerse ligado al deporte.

P. ¿Cómo ve a Ponsarnau y a su Valencia Basket?

R. Es el estilo que nos dio el año pasado un título. El estilo de juego y de vida de Jaume: esa tranquilidad suya la trasladó al equipo. Ha ido calando. Venía de ser entrenador ayudante y llevó un proceso. Se lo ha ganado. Respecto a la plantilla, quizá falte un tío duro de rotación muy especialista para defender. Se supone que Ndour lo va a hacer, pero yo buscaría otro.

P. ¿Qué ha pagado de IRPF?

R. Nos han devuelto unos 500 euros. Cuando era jugador se llegó a pagar hasta el 52%. Ahora me doy cuenta de que valoro cada euro; en aquel momento no sabía ni lo que pagaba.

P. ¿Ganó mucho dinero?

R. No, no para vivir de rentas. Te tienes que continuar buscándote la vida. En la época de Epi se firmaron contratos altos, después bajó y en mi época repuntó. Ahora los de arriba cobran mucho y hay demasiada diferencia respecto a los de abajo.

P. Como valencianista, ¿qué le ha parecido la destitución de Marcelino?

R. En una entidad deportiva, mejor que se sienten y hablen las cosas. Y mejor que haya cuatro opiniones que una. Cuando algo es consensuado, estaremos más cerca de una buena decisión. Pero cuando uno manda, no quiere que nadie le lleve la contraria. No era buen momento para hacerlo, pero Celades no tiene ninguna culpa.

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