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El último baile de Michael Jordan con Valencia

El mito viajó cuatro años seguidos a presenciar el GP de Cheste. Aprovechó para jugar partidos de golf legendarios con apuestas que llegaron a 300.000 euros y acabó sirviendo copas en una fiesta

Domingo, 17 de mayo 2020

Michael Jordan comenzó su romance con Valencia un año después de su retirada definitiva como jugador de baloncesto. Hoy, el documental The Last Dance pone su punto y final en Netflix. La historia ha cautivado al mundo por el bisturí con el que desnuda el lado humano de su carrera, con el hilo argumental de su sexto anillo de la NBA en el 98. Nadie, entre los afortunados que le vieron entrar por primera vez en el Hotel Astoria en octubre de 2004, podía imaginar que Valencia iba a cautivar durante cuatro años a 'Air'.

Jordan aprendió a fintar a la prensa del mismo modo que bailaba con sus defensores en la pista. Reservaba en cinco restaurantes a la vez como despiste aunque las apuestas ganadoras eran Kailuce, donde accedió a participar en alguna sorpresa de cumpleaños, o Trattoria Da Carlo. El golf y la noche valenciana fueron sus debilidades. El orden de los factores no altera el disfrute.

En su primera visita se citó con Severiano Ballesteros en el campo de El Saler. Una foto para la historia. La gran anécdota es que Jordan le ganó el partido al mito de Pedreña, que se tomó con humor el golpe: «Encima que le entretengo me ha ganado 45 euros». Con su corte, las apuestas por un sólo golpe podían llegar a los 300.000 dólares. El neoyorquino no quiso utilizar buggy y anduvo los 6.355 metros del campo junto a Seve, se fumó dos puros y estuvo acompañado por su excompañero Oakley y el comentarista Ahmad Rashad, que interviene en el documental. «Valencia es una ciudad muy agradable», esas fueron sus únicas palabras. Quien se llevó la mejor foto fue la persona que se chocó con su furgoneta en una rotonda de El Saler.

En su segunda visita, la de 2005, subió a «la amo» para referirse a Valencia. Las pocas horas de sueño tras visitar la discoteca La Indiana no le impidieron estar a primera hora en el campo de El Bosque donde Ballesteros buscaba una revancha que ganó. Seve, como Michael, no perdonaba nunca una afrenta. «No viene por dinero, aquí se lo pasa bien. Le gusta la buena comida, el golf y la belleza de las mujeres valencianas», así lo definió Ballesteros tras ese segundo baile.

El tercero fue el más clandestino. Jordan aterrizó en 2006 de nuevo invitado por Dorna para presenciar el Gran Premio pero agotado por una gira por Europa ese otoño de promoción. Los grandes afortunados aquel año fueron las personas que estaban en la discoteca Giorgio & Enrico cuando llegó de repente el mito con su séquito. Cuenta la leyenda que ya nadie pagó una copa esa noche. Un regalo de 'Air'.

Su último baile con Valencia llegó en 2007. Ya no apareció más. Jordan se despidió a lo grande. Con algún guiño al baloncesto, charló con la entonces gran promesa Víctor Claver en El Bosque al que calificó como «la última gran sensación del baloncesto español». El que no olvidará esos días es Arturo Manzano. El entonces responsable de reservas de El Bosque tenía 25 años y recuerda cómo conoció a Jordan. «Me acerqué a que me firmara alguna cosa y me preguntó si jugaba a golf. Le dije que era monitor y me ofreció jugar con él en ese momento», rememora. Tan emocionado estaba compartiendo buggy con él que llamó a su amigo José Manuel Lara. Michael, al saber que era golfista profesional, le pidió que acudiera. Jordan, aunque tenía un hándicap 1.5, nunca le ganó a Lara aunque descubrió el arroz negro comiendo en una antigua barraca. Manzano recuerda vivir en una nube esos días: «Salíamos de fiesta y éramos como amigos de toda la vida. Siempre estaba sonriendo. Un día en Las Ánimas nos dijo que el próximo partido lo teníamos que jugar en Estados Unidos. Él con Tiger Woods. Dijo la cantidad que se jugaba y Lara apostó su BMW M6. Yo saqué las llaves de mi Alfa 147 y Jordan comenzó a partirse de risa». Ese partido nunca se jugó. Su último baile merecía una fiesta a la altura. Sucedió en The Face. Maluenda, exjugador del Pamesa, recuerda la imagen: «Jordan acabó tan agobiado que se puso detrás de la barra a servir copas».

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