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Una acción de un partido del UGP UPV-In de esta temporada. LP

La odisea de un equipo de baloncesto paralímpico: sillas perdidas en aeropuertos y habitaciones sin adaptar

«Sólo podemos viajar con siete jugadores por presupuesto. A veces alguno deja de defender porque está con cuatro faltas», indica el entrenador del conjunto valenciano AGC UPV-IN

Domingo, 2 de febrero 2025, 01:21

Víctor Carnero es el presidente del AGC UPV-IN. Bueno, el presidente, el director deportivo y el entrenador. «Y mi mujer, la delegada, que he ... conseguido arrastrarla», apunta a modo de triunfo: «Yo esto lo hago por vocación, que tengo mi trabajo como comercial». Pero hubo un día en el que este vitoriano se creyó el baloncesto en silla de ruedas porque ama el baloncesto: «De jugador soy malo, de entrenador me defiendo y de árbitro…». Deja la frase en suspenso. Incertidumbre como la de su proyecto de basket adaptado en Valencia que en tres años se ha encaramado hasta la Primera Nacional, la segunda división a nivel nacional de este deporte. En su primera temporada en la categoría de plata, el equipo lucha por la permanencia mientras combate contra los elementos: le afectó la dana y, con un ajustado presupuesto, cada desplazamiento es una odisea.

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«Este fin de semana jugamos contra el Fundación Vital Zizenak, que hace tres años nos prestó tres sillas de ruedas para que empezásemos con el club», cuenta Víctor Carnero, que procede de la ciudad de este club, Vitoria: «Allí el baloncesto en silla de ruedas recibe casi el mismo tratamiento. No sabes la satisfacción que es para mí competirle a un equipo que hace nada nos estaba dejando material para que empezásemos, y muy agradecidos. Imagina ganarles, ¡sería histórico!».

Proyectos como el del AGC UPV-IN sólo pueden salir adelante con toda la ayuda posible -que en este caso existe, pero se necesita todavía más-, y el entusiasmo de personas como Víctor Carnero. Él lo vive, porque de otra manera sería imposible seguir en este barco que aporta muchas satisfacciones a nivel de ayudar a personas con movilidad reducida a competir. «Nosotros ahora tenemos una plantilla con nueve jugadores del primer equipo y otros cuatro de formación… que el club cuenta con escuela», especifica. Y con esto tiene que apañarse en su reto de salvar la categoría una temporada después de haber ascendido. Porque a raíz de la dana y apelando a la incertidumbre de cuándo volverían a entrenar y a competir, el técnico y varios jugadores que habían incorporado en verano se marcharon.

«Subimos tras perder la final four con el Barça, pero ellos renunciaron por problemas económicos», comenta. Y es que el presupuesto es un enorme obstáculo por lo costosos que resultan los viajes. «Es una categoría complicada, porque tienes que ir a Tenerife, a Palma de Mallorca, a Sevilla. A Ferrol…», enumera. Viajes que se realizan en avión, y aquí empiezan los problemas. Primero, para hallar vuelos que cuadren con la economía del club: «Un equipo de baloncesto habitualmente lo forman los técnicos y deportistas que llevan una mochila a la espalda y listos. Aquí tenemos que desplazar las sillas de paseo, las de competición, las ruedas de repuesto…».

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Víctor Carnero lanza un diagnóstico claro y conciso: «España todavía no está preparada para el deporte adaptado». Relata episodios que ya han vivido, como el de Tenerife: «En el aeropuerto nos vimos en una cinta las sillas dando vueltas, pegando golpes… si en una silla deportiva se desajustan los radios, esa puede ser la diferencia entre competir bien y mal». Más tarde, la expedición llegó al hotel: «Nos encontramos con que algunas de las habitaciones no estaban adaptadas. Un jugador no pudo ducharse en el pabellón, y no te imaginas lo que nos costó encontrar una silla de plástico que pudiera meter en la bañera».

Quizás por estos inconvenientes a Ferrol se desplazaron en coche y furgoneta. A la hora de alquilar los vehículos también están expuestos a sorpresas: «Muchas veces te encuentras con que no son automáticos». Pero el problema siempre reside en las horas de carretera: «Si para una persona con salud los viajes tan largos ya se hacen pesados, para personas con lesiones severas… y más teniendo que ir a competir». Y con los automóviles también se dan casos en expediciones por avión de que aparezcan tarde en el aeropuerto: «Por ejemplo, el mismo Ferrol llegó a competir al pabellón del Politècnic media hora antes del partido, sin haber podido pasar antes a descansar por el hotel».

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Porque este es un problema generalizado en una categoría en la que los desplazamientos son el gran inconveniente. Y más en una modalidad compleja, donde los entrenadores deben hacer matemáticas a la hora de configurar las expediciones y para confeccionar los quintetos. «Tenemos un máximo de 14 puntos, y los jugadores están valorados con entre 1 y 5 en función de sus lesiones», explica Víctor Carnero. Además, el baloncesto en silla de ruedas es mixto, y las mujeres puntúan 1,5 menos. Por este motivo es tan compleja la preparación de un partido: «Nosotros tenemos que viajar con 7 jugadores, y hay que pensar en las situaciones que se pueden dar durante la competición. Hay veces que alguien con 4 faltas deja de defender y, aunque haya más compañeros en el banquillo, no pueden salir por la limitación de puntos, y entonces le atacan todo el rato a él».

Víctor Carnero cuenta estas aventuras con pasión. Con la misma con la que se quedó varios días en el pabellón de la Universitat Politècnica tras la dana para asistir a sus jugadores, que no podían volver al piso que tiene el club en Silla. Porque Víctor es un enamorado del baloncesto: «Tenemos la suerte de contar con el apoyo de la UPV en cuanto a la cesión de material e instalaciones, y tenemos a un patrocinador como l multinacional AGC». «España tiene el mejor baloncesto en silla de ruedas del mundo», proclama. «Nos jugamos la vida en cada partido, estamos luchando la permanencia contra equipos que nos triplican el presupuesto», apunta. Valencia, tierra de baloncesto, no podía estar sin un club que tratase de codearse con la élite del deporte adaptado de la canasta. Aunque cada viaje sea una odisea.

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