A. Rallo
Domingo, 5 de abril 2015, 22:43
Las escuchas telefónicos han resultado claves para apuntalar la investigación de la trama de dopaje liderada presuntamente por el exmédico del equipo Kelme, Walter Viru. La Guardia Civil pinchó los móviles de varios investigados en la red y también del centro de operaciones del grupo, la clínica del médico peruano en la calle Linares de Valencia. El escrito de calificación de la fiscalía, que ayer adelantó LAS PROVINCIAS, solicita penas de 2 años de prisión para los diez acusados y recoge algunas de estas significativas conversaciones entre los procesados.
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Octubre de 2009. El entrenador deportivo Vicente Natividad llama a José Ortega, a quien acusan de ser uno de los proveedores de la red. En la conversación, recogida en la calificación en estilo indirecto, se le pregunta: «Si tiene agua para mezclar con la hormona o si la tiene ya mezclada». El monitor le explica que tiene que pinchar a uno de sus deportistas tres veces. «De la buena, de la Saizen, me queda un poquito», responde Ortega. Días más tarde, la pareja vuelve a contactar. Ortega le pide que guarde una «ampolla» de las de Raulito. «La tengo en la nevera sin mezclar, que me ha dicho Walter que eso mezclado se estropea enseguida».
No son las únicas conversaciones que el ministerio público refleja en su escrito. Una de las deportistas olvidó la frecuencia con la que debía administrarse la dosis. No duda en contactar con el doctor que se encargaba de su tratamiento. «Son dos ampollas de Testex de 25 los miércoles y el Trigon los días que te anoté», siempre según el escrito de la fiscalía de Valencia.
La trama suministraba sustancias prohibidas a los deportistas profesionales o amateurs a través de dos métodos. O bien el interesado se desplazaba a la clínica de Viru, según acreditaron los investigadores, o se le enviaba el producto a través de una empresa de mensajería. «Envía lo que te ha sobrado por SEUR», le encarga el médico. A continuación precisa que lo haga con el nombre de su novia -como remitente- «para que tu nombre no salga para nada». Esta era una de las grandes preocupaciones de la red; la de evitar dejar pistas que facilitaran el seguimiento de los productos dopantes.
La causa cuenta con 10 acusados. El exmédico del Kelme, su pareja y dos de los hijos del facultativo. Uno era estudiante y el otro regentaba una farmacia en la localidad valenciana de Montserrat. El grupo de los procesados se completa con algunos deportistas, el entrenador y proveedores de la red. El juicio se celebrará en un juzgado de lo Penal de Valencia. Todavía no hay fecha. Aparte de los dos años de prisión para cada uno de los integrantes de la trama, el ministerio público reclama 81.000 euros de multa.
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La acusación sostiene que los hechos son constitutivos de un delito contra la salud pública. El doctor prescribía medicamentos sin ninguna justificación terapéutica con el único objetivo de aumentar la masa muscular e incrementar el rendimiento deportivo. Estos productos pueden causar un importante daño a la salud por sus efectos secundarios. Los registros domiciliarios y en las respectivas empresas permitieron recuperar una importante cantidad de estas sustancias, entre ellas, efedrina, EPO, hormona del crecimiento, testosterona...
El precio, un problema
La causa contiene otra conversación entre el acusado Carlos Vázquez, administrador de un almacén farmacéutico, y otro de los suministradores de sustancias, Enrique Roca. Pregunta el formato en el que se presenta cada producto y la cantidad de principio activo. «A la persona a la que le interesa tiene que saber cuánto tiene que meter a cada deportista para que chute». En ocasiones, los precios de los medicamentos -algunos no se suministran en España- son «desorbitados», lo que obliga a buscar fórmulas alternativas. Así sucedió con algunas hormonas del crecimiento.
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La Guardia Civil no ha podido identificar a todas las personas que contactaban con algún miembro del grupo para lograr este tipo de fármacos. En el escrito de calificación de la fiscalía figuran una docena de deportistas de los que se desprenden indicios de que consumían estas sustancias. Se cita el nombre de ciclistas profesionales y otros amateurs e incluso simples aficionados. Uno de los interlocutores que no ha sido identificado llamó a un acusado para reclamarle una caja de una hormona. «¿La quieres china o de la buena?». «La que me dio Walter la otra vez, el Getropin».
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