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Sebastián Mora y Alberto Torres se dan el relevo durante la prueba de madison de este sábado. John MACDOUGALL/AFP

Una caída aleja al castellonense Sebastián Mora del diploma en París

Albert Torres se ha ido al suelo cuando la pareja española había peleado por la medalla en madison, aunque sus opciones empezaban a difuminarse

Carles Baixauli

Sábado, 10 de agosto 2024

Por su propia naturaleza, es tradicional que la madison, prueba de ciclismo en pista, se desarrolle entre la confusión y el desconcierto. Ayer, en los ... Juegos de París, fue más allá y se adentró en el alboroto. Más bien, en el caos. Además, la carrera olímpica, desarrollada en el velódromo de Saint-Quentin-en-Yvelines, resultó accidentada. A su habitual desbarajuste, hay que unir, en este caso, las numerosas caídas registradas. Como la sufrida por Albert Torres, compañero del deportista FER Sebastián Mora. A falta de 30 vueltas (es decir, ya en el último cuarto de la prueba), Torres rodó por los suelos. En ese momento, ya las opciones de podio eran escasas. El desgraciado incidente les apartó, incluso, del diploma. Al final, de un total de 15 duplas, novena plaza para la pareja española.

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La madison consta de 50 kilómetros. Durante esa distancia, las parejas de cada país se van dando relevos con el objetivo de puntuar en los 20 esprints intermedios (cada 10 vueltas, hay esprints que conceden, respectivamente, 5, 3, 2 y 1 puntos a los cuatro primeros). Además, aquel dúo que es capaz de ganar vuelta recibe como premio 20 puntos. Lo dicho. La madison olímpica de París resultó frenética, alocada y agitada. Discurrió a una velocidad de vértigo. A más de 60 km por hora. Una barbaridad.

Tras un inicio en el que apenas se manifestó, el dúo nacional, integrado por el ciclista FER Sebastián Mora (Vila-real, 36 años) y el balear Albert Torres empezó a dar señales de vida trascurridas 40 vueltas. Comenzó a acumular puntos. Sumó en cuatro esprints consecutivos. Llegó a ilusionarnos. Tanto que, a falta de 120 vueltas. ostentó el liderazgo. Un privilegio efímero, fugaz, como todo lo que sucedió ayer en el velódromo francés. En cuanto las parejas de Italia, de Dinamarca, de Japón y hasta de la República Checa ganaron vuelta (en ese caso, se suman 20 puntos), quedaba claro que el podio se desvanecía. A lo máximo a lo que podía aspirar España era al diploma olímpico, que tampoco era un logro menor. Con el altísimo nivel deportivo y las características de la carrera, una ubicación entre las ocho primeras posiciones no estaba nada mal.

Durante la segunda parte de la prueba, con la competición en plena incandescencia, Mora y Torres empezaron a difuminarse. Sumar se convirtió en misión casi imposible. Si no lograban la proeza de ganar vuelta, conquista improbable con el caos que había adquirido el evento, iban a debatirse entre la sexta y la octava plaza. Hasta que llegó el accidente de Albert Torres.

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La caída fue dura, fea y peligrosa. Magullado, con heridas en la cara y con el casco roto, el balear se levantaba y discutía con los jueces, que no le dejaban volver a la carrera por el golpe en la cabeza, que activaba el protocolo por conmoción cerebral. No lo entendía. Se quejaba, pero no había marcha atrás. Mora se quedaba sólo y no podía evitar la pérdida de vuelta. Es decir, no podía impedir caer al noveno puesto. Pese a ello, nada que objetar. Hasta donde pudieron, hasta donde las fuerzas se lo permitieron y hasta la desgracia sufrida por Torres, estuvieron en la pelea. Compitieron. Por cierto, oro para Portugal, plata para Italia, bronce para Dinamarca. Mora no pudo reeditar los diplomas de Londres y Tokio.

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