Ver 23 fotos
Ver 23 fotos
En la base del New Zealand, unos peones cargaban en una transpaleta parte del material después de que los kiwis ganaran una vez más la Jarra de las Cien Guineas. En el lujo también hay curritos. Mientras en Valencia llovía, en la Ciudad Condal ... caía un sol de justicia que achicharraba las cabezas de los hinchas del Bayern de Munich, que se hinchaban a cervezas en el Maremagnum del Port Vell antes de que su equipo cayera 4-1 en el Camp Nou.
Publicidad
El New Zealand, empujado por los petrodólares de Fly Emirates, tiene que elegir sede para celebrar la 39 edición de la Copa América. Una cosa es segura, Barcelona no repetirá. A pocos metros de la base del campeón amarra el servicio de Golondrinas que pasea a los turistas por el litoral barcelonés. «¿Qué tal la Copa América, se ha notado?» La respuesta no es muy ilusionante: «La verdad es que menos de lo esperado. Nos pusieron encima de la mesa unas expectativas muy altas pero no se han cumplido. Ya veremos si en la próxima edición es de otra manera...», señalaba desde la caseta de venta de entrada de tickets uno de los empleados.
Antes de que prosiguiera, se le informó de que el New Zealand había emitido un comunicado el día anterior en el que anunciaba su adiós a Barcelona, donde daba las gracias por los servicios prestados y anunciaba que la próxima edición de la Copa América sería en otra ciudad. «Ah, pues ni me había enterado», señaló sin hacer ni una mueca. Un síntoma de que la regata por excelencia ha pasado de puntillas por Barcelona. Ni los que se han beneficiado del evento siguen la actualidad de una competición que les ha generado importantes beneficios. Cada día de regata, dos golondrinas zarpaban atiborradas de aficionados a la vela para ver en directo la pelea entre las embarcaciones. «Cada pasaje de la final costaba 220 euros al día. Y lo teníamos lleno pero eso sí, todo extranjeros, de la ciudad nadie. En semifinales, el precio era de 175», comenta.
Noticia relacionada
Un precio que no ponían ellos, sino que era el que fijaba la organización del evento. «Hubo un argentino que vino a Barcelona sólo par ver la regata», recuerda. Además, aseguraron que en su día llamaron a sus compañeros del servicio de golondrinas del puerto de Valencia para ver cómo le había ido en las ediciones que se celebraron en La Marina.
Publicidad
«¿Y para qué ha servido la Copa América en Barcelona?». La pregunta del millón. El operario de los barcos de recreo, para y señala uno de los edificios del Port Vell. «¿Ves ese edificio? Pues hasta hace unos meses estaba totalmente abandonado. Lo han restaurado y lo han dejado muy bonito». Uno de los edificios portuarios ubicado en el Moll de les Drassanes ha sido totalmente restaurado y luce como nuevo a los ojos de los visitantes. Además, han adecuado el puente de la Rambla del Mar y han prolongado el paseo marítimo. Han mjorado la ciudad.
En la base de voluntarios, dos chicas pasaban las horas mientras había más silencio que gente en un punto en el que un par de días antes era un hervidero de gente. Los golpes de alguna máquina eran el síntoma de que las estructuras levantadas estaban en modo retirada.
Publicidad
A pocos metros del puerto, tras dejar atrás la estatua de Colón -que puede ser ahora tan valenciano como la próxima edición de la Copa América- el turismo de plato combinado se agolpaba en el paseo de Las Ramblas. En los restaurantes, carteles con paellas que ni de lejos pasan la denominación de origen valenciana, tinto de verano y una hilera de relaciones públicas con el único objetivo de colmar sus terrazas y hacer caja.
Noticia relacionada
Uno de ellos, al ser preguntado si la Copa América ha llenado sus mesas, fue bastante claro en un castellano entendible. «Por aquí no han pasado los turistas de la Copa América. Tienen otro nivel, de más lujo. Han buscado otros sitios, acorde a su poder adquisitivo. A nosotros no nos resuelven la caja porque nuestro cliente es de otras características», apunta mientras intentaba que los aficionados de Bayern disfrutaran de una típica paella con espárragos a precios fuera de mercado.
Publicidad
El barrio de la Barceloneta es el que, en teoría, más se debería de haber beneficiado de regata más importante del mundo, aunque los vecinos de la zona lo único que han hecho notar es que han tenido más problemas de vivienda porque los alquileres se han multiplicado hasta precios prohibitivos. La competición de lujo ha servido para que unos pocos, los que tenían pisos en alquiler, engorden sus cuentas corrientes. Al menos, así lo denuncian los vecinos. Da la sensación de que las calles de Barcelona no echarán de menos la Copa América.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.