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Joan Daniel Cordero, en Godella. Irene Marsilla

Cordero, entre el sindicalismo y la hostelería

Tras dejar el deporte de forma prematura, el de Godella participó en la histórica huelga de 1983 y se colocó detrás de la barra de su bar

Lunes, 24 de julio 2023, 00:42

Todavía se le escapan las lágrimas cuando relata los 25 días de huelga que pasó junto a otros cuatro futbolistas en 1983. Estuvieron durmiendo en plena calle, frente a la sede de la Federación Española, durante casi un mes para reclamar salarios pendientes. Los vecinos de la zona se convirtieron en sus familias por un tiempo. El periodista José María García acudía allí para contar la evolución de la protesta en su célebre programa de radio. Fue un acontecimiento. El comienzo del movimiento sindical en el balompié. Dentro de ese grupo de jugadores se encontraba el valenciano Joan Daniel Cordero, quien había colgado las botas dos años antes pero seguía a la espera de que el Burgos saldase una deuda económica. Tras retirarse, el de Godella se dedicó a la hostelería, su otra gran pasión, con tal de construir un futuro. Invirtió en un bar y se colocó detrás de la barra, ya que el dinero ganado sobre el césped no le resolvía la vida.

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Cordero desarrolló su carrera deportiva en el Valencia, hasta que en 1980 se marchó al Burgos. Allí, las cosas no fueron como esperaba y dejó el fútbol con 29 años. «Tenía dos años de contrato. Llegué en agosto y en diciembre tenía que cobrar una cantidad y no me pagaron. Entonces denuncié y a partir de ese momento ya no jugué ningún minuto. Me tuve que esperar a la sentencia de Magistratura, que condenaba al club por incumplimiento a pagarme la temporada que había estado allí y la segunda temporada que tenía por contrato», recuerda. Sin embargo, para poder cobrar, hubo que poner en marcha medidas de presión. La Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) había nacido poco antes, en 1978.

«A los dos años de dejar el Burgos, en 1983, por mediación de la AFE, se convoca a la gente que estábamos en esa situación. Éramos unos 95 jugadores. Había jugadores del Almería, el Levante, el Burgos, el Getafe y el Zamora. En total se debía 170 millones de pesetas. Nos convocan a encerrarnos en la Federación Española. De casi cien jugadores que estábamos en esa situación, acudimos a la llamada de la AFE cinco personas. Y esas cinco personas llegamos a la Federación, que estaba presidida por Pablo Porta. Entramos al despacho de Porta, que vino a decir que ellos no eran responsables, que los responsables eran los clubes», explica. Ante la falta de predisposición por parte del organismo, decidieron llegar más lejos.

«Salimos de la reunión sin solución y, como no podíamos encerrarnos dentro porque estaba la policía, decidimos quedarnos en la calle, en la misma puerta de la Federación. En ese momento enviamos a comprar cinco sacos de dormir y ya nos quedamos esa noche a dormir en la calle. Y allí estuvimos 25 días», cuenta. Fue un período intenso y, por momentos, mágico.

Cordero muestra fotografías de la protesta de 1983. Irene Marsilla

«Había un restaurante de Madrid que nos llevaba el menú a mediodía. Los taxistas acudían por la noche a escuchar allí a José María García, que cada dos por tres venía. Mujeres de la finca nos decían que, si necesitábamos ducharnos, pasáramos. Los niños del barrio venían a jugar con nosotros a fútbol. Era una especie de fiesta. Pero, a partir del día 20, cuando se declaró la huelga de hambre, se acabó la broma. Menos mal que se solventó en pocos días. Es la repercusión que tiene el fútbol. Había futbolistas que meses atrás estaban jugando en Mestalla, Barcelona… Y de repente te los encuentras durmiendo en la calle. Teníamos claro que eran nuestros derechos y luchábamos por ello», destaca.

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Cordero, de 71 años, no puede contener la emoción. «Después de 20 días, dos compañeros decidieron ponerse en huelga de hambre. Ahí ya se complicaba al cosa», dice mientras se le entrecorta la voz. Se ve obligado a parar. Los ojos se le humedecen: «Me toca la fibra. Y han pasado 40 años... Si no se solucionaba, entrarían en huelga de hambre otro jugador y yo. Y yo no lo tenía claro. Pero afortunadamente, ya se veía la solución. Tuvimos una reunión en el Ministerio de Trabajo en la que se acordó que la Liga, los clubes y la Federación aportaran un dinero para solventar este tema y crear el fondo de garantía salarial». El valenciano acabó cobrando los 5,5 millones de pesetas que le adeudaba el Burgos.

Ese espíritu reivindicativo marca la personalidad de Cordero, quien se involucró en la AFE desde su nacimiento. Fue uno de los pesos pesados de la primera huelga de los futbolistas españoles, que se produjo en marzo de 1979.

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Debutó con el primer equipo del Valencia en 1975, en un equipo liderado por Pep Claramunt. Tenía 23 años: «Pase del amateur a profesional. De Regional a profesional. En el Mestalla no llegué a jugar». Un salto que llegó justo cuando Cordero se estaba planteando cambiar el fútbol por la hostelería.

«El amateur jugábamos en Preferente. Y a final de temporada había un partido entre el equipo más deportivo, el que menos sanciones había tenido, contra una selección de Preferente. Y la selección cada entrenador nominaba a 18 jugadores y de su equipo sólo podía elegir tres. Y yo salí de titular por delante de la defensa. En esa selección estaban Pichi Alonso, Maceda... La semana anterior había hecho contrato con el Mestalla. Al acabar ese partido, Sánchez Blázquez, que era el secretario técnico, me dice: 'Ché, Corderito, pásate por las oficinas del club'. Paso y me hacen contrato de profesional con el Valencia. Yo ya no me veía en Preferente y me había apuntado a un curso de cocinero pensando en dedicarme a la hostelería. En junio me había matriculado para septiembre. Pero ya fiché con el Valencia y eran 400.000 pesetas, más 40.000 de salario, más primas. Pensé: 'Aquí ya se puede vivir de esto'», rememora sonriente.

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En cualquier caso, cuando colgó las botas, entendió que sí había llegado el momento de invertir en ese viejo anhelo: «Después de dejar el fútbol monté un bar con mi mujer en Godella. Mi mujer y yo estábamos allí trabajando, cocinando y sirviendo. La hostelería me encanta. Estaba a gusto. Estuvimos cinco o seis años trabajando y después lo alquilamos. Lo tengo alquilado. Estuve tres años entrenando pero vi que ese no era mi mundo. El fútbol es muy absorbente aunque estés en Regional. No era un mundo que me gustara. Estuve entrenando en Godella, Rocafort, Pedralba…».

Durante su etapa como jugador en el Valencia, ya había comprado el local con la idea de abrir un bar cuando se retirase. La realidad de los futbolistas ha cambiado. Y mucho: «Nada que ver. La gran mayoría, hasta donde yo sé, después de dejar el fútbol trabajaban, se montaban un negocio, muchas veces ese negocio no iba bien y se comía la pasta que podías tener del fútbol. Tenías apartamentos, coches, habías vivido una vida cómoda, pero no te daba para mucho más. Era montarte un negocio y si tenías la suerte de que iba bien, pues vale. Pero la gran mayoría acababan trabajando para un tercero. El fútbol no te garantizaba un futuro. Ahora me imagino que muy mal lo tienes que hacer, porque las cantidades que manejan…».

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Cordero, el segundo por la izquierda de pie, en el estreno de la camiseta del Valencia con los colores de la senyera en 1977. LP

Cordero también experimentó los batacazos económicos: «Monté una escuela de fútbol particular con unos compañeros y fue un desastre porque unos socios nos estafaron claramente. Y en los últimos diez o doce años he estado entrenando en la escuela de Godella a chiquitos. Cuando fue la edad de jubilación me lo dejé y no he vuelto a pisar el campo de fútbol».

No obstante, supo amoldarse a las circunstancias: «Mi familia es humilde. Y cuando voy al Valencia descubro hoteles cinco estrellas, comida de lo mejor... A eso te adaptas enseguida. Pero cuando se acaba el fútbol, ese mundo no era el mío. Yo vuelvo a lo mío y tenía claro que quería trabajar para mí. Me conozco y prefiero trabajar para mí 15 horas si hace falta pero mandar yo sobre mí». Y supo ajustarse a las posibilidades: «Tenía unos ingresos mínimos. Y te tenías que limitar a eso. No me sobraba. Llegaba a final de mes y bien. Para mí, vacaciones de lujo o restaurantes de lujo se acabaron. Tengo tres hijas y mi objetivo siempre era que, si querían, pudiesen estudiar en la universidad. Era mi compromiso ineludible. Y si me tocaba volver a trabajar, pues trabajaría. Pero dejé el bar con 35 años y ya está. Me he adaptado a lo que tengo».

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Sí se llevó una sorpresa cuando llegó la hora de la jubilación, con 65 años: «La vida laboral que me enviaron ponía que había estado en el Valencia seis años y en el Burgos dos años. Pero claro, a la hora de la cotización, vi que no había cotizado ningún día ni en el Valencia ni en el Burgos. Escribí una carta al Valencia por medio de la AFE y ni me contestaron. Ni me recibieron». Actualmente, Cordero percibe una pequeña pensión.

El valenciano también ha tenido una faceta política. De ahí que, a finales de los años 80, ejerciera como concejal en el Ayuntamiento de Godella representando a la Unidad del Pueblo Valenciano. Para él, supuso una experiencia desagradable: «Estuve como regidor pero en la oposición pura y dura, fiscalizando. El que manda se llena la boca de participación, transparencia y demás. Pero cuando tú la pides no se te respeta. Entonces ya eres incómodo y te tiran a la calle. Pero he hecho lo que he podido y la conciencia la tengo tranquila».

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Actualmente, no se encuentra afiliado a ningún partido: «He estado y estoy en movimientos cívicos. Intento ayudar a la gente que creo que merece mi apoyo». Interviene en diferentes manifestaciones. Con la madurez, su ideología se fue distanciando de la de sus orígenes: «Yo no fui a la universidad. Y la gente mayor no quería hablar de la guerra civil. Me crié aquí. Teníamos una gasolinera y yo estaba siempre escuchando a la gente mayor. Mi padre era del bando fascista, mi familia viene de León. Campsa era un monopolio, dependía del Estado, y se la concedieron».

Incluso se cambió el nombre, ya que en su nacimiento fue registrado como Juan Daniel. Es decir, en castellano: «A partir de 1977 o así tomé conciencia de que perteneces a una sociedad, un país y una lengua. Intentas aprender la lengua, haces cursos y te cambias el nombre. Aunque mi familia venga de León, a mí me han parido aquí», indica Cordero, quien cumplió un sueño al llegar al primer equipo del Valencia. Sin embargo, fuera del fútbol, ha tenido inquietudes de sobra.

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