Silvia Navarro realiza una parada durante un partido con la selección española REUTERS/Susana Vera
PERFIL: SILVIA NAVARRO

La eterna guerrera que puso de moda la conciliación

«Yo seguí en el balonmano por las facilidades que me dieron», señala la portera, que para de entrenar para abrirle la merienda a su pequeño Unai

Lunes, 20 de junio 2022, 01:26

Unai manoseaba el bocata con cierta impaciencia. Lo miraba y trataba de arrancar, sin destrozar el pan, el envoltorio que para un niño de cinco ... años era un muro infranqueable. «¡Mamá!», gritó en el momento de desesperación máxima, cuando las tripas ya le crujían. Y su madre paró de trabajar para darle a su hijo la merienda. El chiquillo estaba en la grada del pabellón donde su progenitora participaba en un entrenamiento del Rocasa, uno de los mejores clubes de la División de Honor femenina del balonmano español. Silvia Navarro paró, salió unos segundos de la disciplina del grupo y luego se reincorporó. Con normalidad.

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«Me han dado todas las facilidades, de verdad te lo digo. En mis clubes y en la selección. De otra manera habría sido imposible seguir», afirma la incombustible portera valenciana, que a sus 43 años ha acordado la renovación por una temporada más. «Antes Unai lo odiaba, pero ahora juega a balonmano, de portero y de pivote. Si lo ves es un calco mío. También está en fútbol», señala. «Ahora ya hablamos, y tengo su 'permiso' para seguir... y la verdad, tengo la suerte de que el físico me acompaña», bromea Silvia Navarro. «¿Hasta los Juegos de París? Eso me preguntan, pero aún queda muy lejos», responde a una pregunta que se le formula muy en serio.

A Silvia Navarro ya la rescató Gregorio García de Torrent, donde estuvo dos años jugando en Primera Nacional. Entonces ya la había descartado Cristina Mayo por primera vez, luego lo haría en el Astroc Sagunto. Esa primera fue en el histórico El Osito L'Eliana, después de haberla sometido a entrenamientos casi marciales. «No le guardo ningún rencor. Si no es por ella, igual no estaría aquí. Además de sentadillas, igual estaba haciendo una serie de press banca de piernas y ella estaba contando: 'Uno... uno... uno...'. Hasta que no llegaba con las rodillas al pecho, no me la contaba», recuerda: «Todas las tardes, cuando acababa la sesión, me tenía media hora más con Morskova lanzando a portería».

Silvia Navarro empezó a brillar, después, en el Ferrobús, en la época dorada del balonmano femenino valenciano. «Los métodos de entrenamiento eran efectivos, pero pregunta a muchas jugadoras de la época... la que no tiene las rodillas destrozadas, le duele todo cada mañana cuando se levanta», explica: «Ahora el entrenamiento es mucho más controlado, se trabaja por gomas, estímulos... y los resultados son los mismos».

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Puede hablar por experiencia porque lleva décadas vinculada al balonmano. Ella jugaba a tenis, fútbol... hasta que conoció, en un programa de deporte escolar, la modalidad que la ha llevado a la élite. La captó Cristina Mayo para el Mar Valencia y a partir de ahí inició una carrera que nadie sabe se atreve a poner fecha de caducidad. En una trayectoria tan larga, llegó la hora de la maternidad y Silvia Navarro tuvo claro que, para seguir, debía poder conciliar. El momento de que Unai llegase al mundo le pilló en su aventura en un club extranjero, en el SCM Ramnicu Valcea rumano, en la temporada 12/13. «El entrenador era danés y ellos tenían muy normalizada ya la maternidad en las deportistas de élite. Tuve 20 días de permiso sin ningún problema», recuerda Silvia Navarro. Tras ese curso quiso regresar a España, fichó por el Rocasa y desde entonces ha vivido la eterna juventud.

Esta ha coincidido con la edad de oro de la selección, pero con un campeonato de clubes que necesita un nuevo impulso. «Con el trabajo de la Federación, que la primera división se llame Liga Guerreras, que se retransmitan partidos... eso nos ha dado mucha visibilidad. Estos días me he venido a Valladolid para descansar y me ha parado gente para pedirme una foto con ellos», relata. Queda mucho trabajo por hacer para configurar una competición potente, a la altura de otros países europeos como Francia o Dinamarca. Eso ya lo disfrutarán las nuevas generaciones. Y puede que Silvia Navarro.

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