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HÉCTOR ESTEBAN
Domingo, 28 de diciembre 2014, 23:25
valencia. El señor Enrique y la señora Lola, los abuelos, fueron el embrión de una de las familias valencianas que más deportistas de elite cuelgan de las ramas de su árbol genealógico. Los Andreu, el apellido que hila todas las trayectorias, se reunieron hace unos días en una de las comidas familiares con más títulos e internacionalidades que se pueden encontrar hoy en cualquier hogar valenciano. El gen de la elite, además, se ha repartido en deportes que tienen que ver con el balón: fútbol, baloncesto y balonmano.
El que abrió el camino fue Luis Andreu Gimeno. Un corpulento mediocentro que pisó la Primera División con el Hércules de Alicante durante dos temporadas a las órdenes de Arsenio Iglesias, el que después fabricó la leyenda del Superdépor. «A mi me vieron jugar en el Patronato y me llevaron al Mestalla», recuerda Luis Andreu. El filial estaba en Segunda División en la temporada 1968-69 y allí coincidió con Forment, Nolito, Cota o José Nebot. Ese año descendió. Tras un paso anecdótico por el Villarreal, aterrizó en el Hércules. En su tercer año en Alicante, los herculanos subieron a Primera División. Andreu fue el encargado de abrir el marcador en El Sadar. El húngaro Nagy sacó una falta por la derecha y el remate de cabeza del valenciano sirvió para batir a Vicuña. Después, un pase suyo sirvió para que el boliviano Aicart marcara el segundo y certificara el ascenso. En aquel Hércules la estrella era el exbarcelonista Eladio.
Luis Andreu jugó 32 partidos en la máxima categoría entre 1974 y 1976. Después agotó sus días de fútbol en el Alcoyano: «En Alcoi, pese a los pocos meses que estuve, me trataron de una manera genial».
El hermano de Luis se llama Enrique, como el patriarca de la familia. Para eso es el mayor. De su matrimonio con Mari Carmen salen los dos siguientes protagonistas. El más conocido de la familia es sin duda Quique Andreu Balbuena, internacional con España, olímpico y con una vitrina llena de títulos gracias a su paso por CAI Zaragoza y Barcelona.
Quique Andreu empezó a jugar al fútbol en las categorías inferiores del Bétera. «Yo era malísimo. Mis primos jugaban más. Yo siempre estaba en el banquillo», señala jocoso. Sus dos metros no estaban hechos para el balompié. La canasta era lo suyo. «En las Escuelas San José me vio Isma Cantó (uno de los grandes entrenadores del baloncesto valenciano) y me llevó a Llíria». Allí, en el viejo Pla de l'Arc, un postadolescente Andreu se curtió como pívot con el oficio de tipos como Brown y Dan Palombizio. Era la época en la que en Llíria el baloncesto de la Primera B de entonces supuraba por los poros de cada edetano.
Seúl, Barcelona, títulos...
La temporada 1987-88 explotó de tal manera que se convirtió en el ojito derecho de Díaz Miguel. Tanto es así que el seleccionador nacional se lo llevó a las Olimpiadas de Seúl sin pasar por la ACB, aunque ya había fichado por el CAI. Con 20 años ya era olímpico en un combinado que cuatro años antes había ganado la plata en Los Ángeles. España cayó en cuartos ante Australia y fue octava. Jiménez, Solozábal, Antonio Martín, Epi y Biriukov, entre otros, arroparon al novato. Quique Andreu atesora 80 internacionalidades. Además de Seúl jugó las Olimpiadas de Barcelona, el Mundobasket de 1990 y los Europeos de 1988 y 1991. En este último campeonato disputado en Italia se colgó la medalla de bronce al ganar a Francia.
En el CAI Zaragoza, donde coincidió con los hermanos Arcega, Zapata, Fran Murcia y un monstruo como Mel Turpin, logró la Copa del Rey de 1990 ante Estudiantes y perdió la Recopa de 1991 ante el PAOK en una final muy polémica donde se las vio con Panagiotis Fasoulas. Andreu, con una altura de 2,07 era uno de los mejores jugadores defensivos y reboteadores de la Liga, con un porcentaje de tiro notable. En 1993 fichó por el Barcelona. Allí vivió cinco temporadas repletas de éxitos. Ganó tres Ligas consecutivas 1995, 1996 y 1997 y la Copa del Rey de 1994. La única espina, los dos subcampeonatos de Euroliga con el Barça.
Quique Andreu, hasta la llegada de Víctor Claver, ha sido el baloncestista valenciano más laureado. Un honor que quizá no se ha reconocido de la forma que se merece en la Comunitat. Tras dos años en el Joventut, Andreu terminó su carrera en Grecia en el Near East Atenas. «Me gustó mucho Grecia. Para tener un recuerdo a mi hijo le puse de nombre Aquiles», señala. Llíria fue su primera y única parada en el baloncesto de la tierra. El Valencia Basket fue a buscarlo, pero en aquella época no tenía el poderío para traerse a uno de los mejores pívots nacionales. Hoy mata el gusanillo en los veteranos del Barcelona.
El gran Dorna Godella
La saga la continuó Ana Andreu Balbuena, la hermana pequeña de Quique. La altura de esta pelirroja la llevó también directa al deporte de la canasta. «Empecé en el Samoa-Bétera, de ahí pasé al Caixa Valencia y luego al Dorna Godella. En realidad era el mismo equipo», explica. Ana, que coincidió con jugadoras de la talla de Piluca Alonso, permaneció en el equipo valenciano hasta la temporada 1989/90. Son los momentos previos al gran Dorna Godella. La temporada 1990/91 la juega en el Caja Segovia, también en la máxima categoría. En las dos siguientes temporadas, baja un peldaño para jugar en Gandia y Alicante. Vuelve a la elite en la 93/94 en el Reus Ploms. «Allí coincidí con Teresa Edwards, que estaba considerada como la mejor jugadora del mundo con dos oros olímpicos. Entrenó con nosotras pero los problemas económicos provocaron que fichara por el Dorna». Ana Andreu terminó su carrera en la temporada 1997/98 en el Ros Casares. «Fue la época en la que el dinero de Godella se fue al Pool Getafe. Guimaraens se llevó allí el equipo. Las de casa volvimos para reflotar al club», detalla.
El cuarteto lo completa otro de los Quique Andreu de la familia -cada uno de los tres hermanos, Enrique, Pepe y Luis, le pusieron a uno de sus hijos Enrique en honor del patriarca de la familia-. Enrique Andreu Lluch es hijo de Pepe. Lo suyo no fue ni el fútbol como su tío Luis ni el baloncesto como sus primos Quique y Ana. La prolífica escuela de Calasanz sacó otro producto para el balonmano: «Mi descubridor fue Ángel Ferriol, que era profesor mío en Carniceros y entrenó al Caixa Valencia. Del Quart pasé al Avidesa». En aquel mítico equipo heladero el novato coincidió con Alemany, Selma o Marín. «Yo tenía 19 años», recuerda un jugador que combinó los puestos de lateral y extremo.
Recopa en Irún
Su carrera en ascenso le llevó al Elgorriaga Bidasoa, considerado en aquel momento el mejor equipo del mundo. «Perdí una final de la Copa de Europa ante el Barcelona», recuerda Quique, que fue internacional con España en más de veinte ocasiones. Un año después, en 1997, levantó la Recopa tras ganar al Veszprem húngaro. Tras su paso por Irún volvió a Valencia para jugar en el Airtel seis años, pasar por Algeciras y terminar en el Alser Puerto de Sagunto. «Es una pena que en Valencia no haya un equipo», señala Quique Andreu, que hoy trabaja en la empresa de Sagalés, un exjugador del Barcelona que montó un negocio de prótesis que cuenta en plantilla con figuras del balonmano como Dragan Skrbic.
La familia Andreu, como ellos dicen, sólo tiene un secreto: «La genética».
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