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Van Gaal se retira con su libreta tras la derrota del sábado. :: reuters
El tulipán de hierro se funde

El tulipán de hierro se funde

En Inglaterra dan por sentenciado a Louis van Gaal. De niño perdió a su padre y de joven a su mujer. Volvió a casarse en el Algarve, su paraíso

FERNANDO MIÑANA

Martes, 5 de enero 2016, 11:32

Cuando Leo Beenhakker dejó Ámsterdam para fichar por el Real Madrid en 1991, el Ajax le dio el mando a Louis van Gaal. «Me senté en el coche y de repente me di cuenta: '¡Soy el director técnico del Ajax!' Empecé a sudar profusamente, pero esa sensación solo duró un minuto. Ya no volví a tener ese sentimiento». La anécdota, de la biografía que escribió Maarten Meijer, es un retrato del enérgico entrenador del Manchester United, un hombre capaz de emocionarse en privado, pero poco dado a los sentimentalismos, una persona que asegura que la última vez que lloró fue cuando falleció su mujer. Hace ya 21 años.

Dos muertes prematuras han marcado su carácter. Primero fue su padre, ejecutivo en una compañía de energía, que sufrió un infarto de corazón cuando el pequeño Louis, el menor de sus nueve hijos, había cumplido 6 años. «Mi padre tenía el mismo carácter que yo», le gusta recordar al técnico, quien terminó de ser moldeado por su madre, la mujer de hierro que sacó la familia adelante y que cada día asignaba una tarea a cada uno de los cinco chicos y cuatro chicas de la casa: uno ponía la mesa, otro fregaba los platos, otro pelaba las patatas...

Van Gaal recuerda a ambos con gratitud y cuando fue condecorado con la Orden de Orange-Nassau, una alta distinción de su país, quiso que su progenitora estuviera a su lado. De ella, dice, ha heredado la honestidad, el respeto, la disciplina y la responsabilidad. Por eso, quizá, no siempre necesita que le muestren la puerta de salida, como recordó tras caer (2-0) ante el Stoke en el Boxing Day. «No siempre es necesario que el club me despida, alguna vez he dimitido yo», explicó el entrenador, que ya prefirió anunciar su marcha del Barcelona antes de que Joan Gaspart le mostrara la puerta en su segunda experiencia en Can Barça.

08-08-08

En Inglaterra llevan desde el sábado recordando qué pasaba en 1961: el inicio del muro de Berlín, JFK en el despacho oval... El motivo es que ese año fue la última vez que el United encadenaba cuatro derrotas seguidas. Van Gaal no acudió al entrenamiento al día siguiente y el 'Daily Mail' le describió como «un hombre esperando su ejecución».

Aunque este licenciado en Educación Física de 64 años ha vivido momentos mucho más ásperos. Como la muerte de su padre o la de su mujer, Fernanda Obbes, la jovencita de la que se enamoró cuando él tenía 18 años y ella solo 16, con quien se casó al cumplir los 21, y la que le desgarró el corazón cuando le diagnosticaron un cáncer de páncreas. Van Gaal se desvivió por salvarla. Era el entrenador del Ajax y buscó a los mejores médicos, pero falleció en 1994. Fueron tiempos duros. El técnico se mostraba tierno en la intimidad e imperturbable en público, donde le tocó soportar hasta las burlas de unos hinchas rivales insensibles con la madre de sus dos hijas.

Louis van Gaal rehizo su vida y el día de su 47 cumpleaños, el ocho del ocho del ocho (8 de agosto de 2008), se casó con Truus cerca de Albufeira, en el Algarve portugués, el rincón predilecto del neerlandés. Su pareja soñaba con una boda de película en Las Vegas, pero el novio solo accedió a una ceremonia con 80 invitados al sur de Portugal, donde se refugia siempre que puede para deleitarse con sus hermosas playas mientras disfruta de una botella de buen vino, una de las pasiones que avivó en Sitges, su residencia cuando dirigía al Barcelona.

Su esposa le perdonó lo de Las Vegas, también que no pegue un palo al agua en casa. «Él no hace nada en casa. No sabe ni poner la cafetera. Pero a mí me gusta mimarle». Truus también asegura que en casa es un hombre tierno. Todo lo contrario que en el vestuario. Cuando entró al del Ajax en 1991 se mostró firme desde el primer día. Al que llegaba tarde le ponía una multa. Si incurría en esa falta una segunda vez, le doblaba el castigo. Y así sucesivamente. Aunque, lo que más le irritaba, era que no tiraban la toalla al cesto de la ropa sucia. Se peleó con los veteranos y aunque solo sumó 20 puntos en los primeros 16 partidos, se mantuvo recto cuando la afición pidió su cabeza. «No voy a cambiar mi actitud». Y no ha cambiado.

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