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juan carlos valldecabres
Jueves, 20 de agosto 2020, 16:59
¿Qué tienen en común en clave valencianista los años 2009 y 2020? Pues además de estar con una deuda el Valencia tanto en un ejercicio como en otro por encima de los 500 millones de euros, en ambos años el equipo no se clasificó para la Liga de Campeones (al menos en el primera temporada, la 2008-09, entraron en la Europa League al quedar sextos) y la crisis económica interna trajo consigo no sólo la dificultad para pagar las fichas de los jugadores sino que la consecuencia de esa hambruna financiera repercutió directamente en el 'buñuelo' de hormigón en el que se ha convertido el futuro Mestalla. En febrero de 2009, con Vicente Soriano de presidente de la entidad, el club entró en un preocupante estado de asfixia y se paralizaron en febrero las obras; y once años después con Anil Murthy como cabeza visible y Peter Lim de máximo accionista, el miedo que se ha instalado en la sociedad valenciana, incluido el estamento político, es que la ATE termine extinguiéndose y acabe al final todo saltando por los aires.
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Fue aquel 2009 cuando el Valencia tuvo que echar mano del préstamo de Eugenio Calabuig para tomar un mínimo de oxígeno cuando a primeros de la primavera todavía no se le había pagado a la plantilla el plazo de enero: 50 millones de euros. Además, en verano de ese año, tanto el Valencia, la antigua Bancaja y la Generalitat tramaron para la Fundación el famoso préstamo inicial de 75 millones de euros para comprar (en una segunda ronda un tanto absolutista) las acciones sobrantes de la ampliación de capital. El miércoles que viene se cumple, por cierto, el undécimo aniversario de la ejecución de esa operación que dejó al Patronato como máximo accionista.
A Soriano le costó entonces apaciguar los ánimos de los jugadores en un tema tan sensible como los salarios. Ahora, Lim tira de unos pagarés que tiene a la plantilla de uñas para solventar la parte de la mitad de la ficha de la campaña pasada y además, según el último pronunciamiento del club, ha tenido que inyectar dinero (ni se ha dicho cuánto ni para qué ni en qué momento) para evitar dejar a cero la caja fuerte. El Covid-19 y el ridículo deportivo de la plantilla más cara de la historia han metido al club directamente en la UCI.
Es la cifra que sobre el papel ha puesto Meriton que se necesitaría para acabar las obras aunque en otros momentos se ha reducido a los cien. Ya hay sepultados allí cerca de 125 millones.
El Valencia está tieso, financieramente hablando, y la papeleta del estadio se ha convertido curiosamente ahora sí en una de las armas arrojadizas de la cada vez más sonora y grupal oposición. Hasta ahora, Meriton había sepultado de manera abrupta y sin anestesia la importancia de acabar el nuevo Mestalla. Lo dijo por primera vez Layhoon en una Junta de accionistas en la que los asistentes fallaron en su capacidad de reacción ante el impactante anuncio. Fue en noviembre de 2016. Va camino de cuatro años desde aquel discurso y la fotografía a nivel general continúa siendo la misma. Desde entonces, lo de terminar el estadio lo ha venido manejando Meriton poco menos que a su antojo sabiendo que el nudo empieza a apretar cada vez más.
ADU llegó de la mano de Deloitte pero acabó estrellándose. La fórmula de la cooperativa resultó para muchos poco fiable desde el primer momento y el Valencia soportó como pudo el haberse quedado en fuera de juego.
Apenas Murthy ha hablado sobre el asunto consciente de que Meriton nada contracorriente. Nunca ha querido el presidente presentarse a pecho descubierto ante los medios de comunicación para afrontar esta realidad. Los comunicados oficiales han llegado con cuentagotas a pesar de la trascendencia de la noticia y lo último que se ha sabido fue lo que apuntó el presidente hace hoy seis días en una carta abierta al valencianismo no exenta -como en él suele ser habitual- de polémica.
Ayuntamiento, sobre todo, y Generalitat han variado sensiblemente con el paso del tiempo su posición sobre este asunto del estadio y respecto a Meriton, considerado en un primer momento como el factor que lo iba a cambiar todo pero que finalmente se encuentra en la misma casilla de salida que sus antecesores en la entidad. Desde el Ayuntamiento se está a la espera de mantener un cara a cara con el presidente del club, Anil Murthy, para conocer con más detalle en qué momento se encuentra esta larga película a la que nadie consigue poner fin. « Seguiremos trabajando con la Generalitat y el Ayuntamiento en este importante proyecto», dijo el dirigente. Los políticos siempre han adoptado un perfil conciliador con todo este asunto, condescendiente porque saben que cualquier enfrentamiento con el Valencia siempre puede suponer una reacción en negativo. Al mismo tiempo se encuentran con la necesidad de aplicar el rigor de una ATE (en 2022 debe urbanizarse el solar del viejo estadio) construida exclusivamente para favorecer al club. Pero de expresar sus quejas en privado han pasado ya a endurecer el discurso públicamente.
El recordatorio de Murthy de que «este es un proyecto -el de la construcción del nuevo recinto- que conducía anteriormente a la quiebra del club» sirve para ganar algo de terreno ante la demanda cada vez más patente del pueblo. El apunte final del dirigente resulta demasiado confortable: «Estamos trabajando de nuevo».
También se podría decir que se ha experimentado un cambio sustancial en cuanto a quiénes reivindican acabar la obra. Al principio eran pocas las voces que apuntaban hacia esta cuestión y todas con un talante más alejado a los resultados deportivos más inmediatos. En las asambleas de accionistas y gracias a las maniobras de Meriton, cada vez hay menos asistentes y el debate es tan débil que no consigue ni despertar del amago de siesta de algún consejero que acusa en exceso el cambio horario con Singapur.
Mucho más de la mitad hay construido ya. El hormigón es hoy por hoy el principal efecto de rechazo a todo el visitante que entre a la ciudad por la avenida de Cortes Valencianas en una imagen poco agradable. Opinan los expertos que a pesar de estar la obra parada desde hace once años, la estructura no ha sufrido el más mínimo deterioro y que cuando se reactive, si se hace algún día, los trabajos de reacondicionamiento apenas serán destacables. El tiempo pasa y la ATE marcaba unos plazos. Las viviendas del solar del viejo Mestalla eran para 2025.
El aficionado de a pie se pregunta ahora: ¿Si no tienen ni dinero para pagar a los jugadores, cómo van a afrontar las obras de Mestalla? Evidentemente, el Valencia sólo tiene una vía para evitar ser sepultado por un compromiso que ya salvó Meriton en un primer momento cuando firmó la compra de las acciones. Sólo queda vender lógicamente el solar del viejo Mestalla. El precio lo aireó Murthy el otro día: 120 millones de euros. En esa nota oficial llegó a decir sin mayores explicaciones que «los inversores están esperando», en referencia a las consecuencias de la pandemia. El problema es que lo del estadio es un tren que no espera a nadie. Pero con la crisis mundial actual (en 2009 se padeció el estallido de la burbuja inmobiliaria) se hace difícil pensar que lo que no se ha podido hacer en once años, ahora se consiga en unos pocos meses. El abismo está cada vez más cerca.
Los cambios de directiva en el Valencia hicieron también que cambiaran los planes previstos desde aquel proyecto de Juan Soler. La pista de atletismo (fórmula impulsada por Rita Barberá) pasó a mejor vida, también en cuanto al número ideal de espectadores (Murthy apuntó 65.000) y el aparcamiento de 3.500 plazas lo tumbó Amadeo Salvo.
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