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AGENCIAS
Martes, 15 de junio 2021, 18:26
Una marea roja cubrió desde muy pronto Budapest este martes en el gran día del fútbol húngaro, con su selección recibiendo a la campeona continental, Portugal, en un Puskas Arena lleno, con 68.000 espectadores, una excepción en la Eurocopa-2020, un mundo paralelo en tiempos de pandemia.
La UEFA confirmó que se tratará del primer partido internacional con 100% de público en Europa desde marzo de 2020, contando encuentros de clubes y de selecciones.
El estadio, inaugurado en 2019 y bautizado Puskas Arena en honor de la estrella del gran equipo húngaro de los años 50 (campeón olímpico en 1952 y subcampeón mundial en 1954), rugirá a pesar de que muchos se preocupan por los efectos de la pandemia.
Tras su apertura en noviembre de 2019 por parte del primer ministro Viktor Orban, ha estado prácticamente inutilizado debido a las restricciones por el covid-19. El martes por fin rugirá con su selección recibiendo a la vigente campeona europea.
Después Hungría recibirá a Francia, vigente campeona mundial, que repetirá en Budapest el 23 de junio ante Portugal. Además está previsto un partido de octavos el 27 de junio.
La Federación Húngara de Fútbol (MLSZ) intenta combinar entusiasmo y cumplimiento de las reglas sanitarias: para entrar al campo se pide un test PCR negativo a los extranjeros y una prueba de vacunación para los húngaros.
Pero la perspectiva de las gradas llenas, a diferencia de las otras 10 ciudades anfitrionas de la Eurocopa, que contarán con aforos inferiores al 50%, es vista con preocupación por no pocos.
Con 310 muertos por 100.000 habitantes, este país de la Europa Central ha sido uno de los más afectados del mundo por la pandemia.
El número de contagios ha descendido en las últimas semanas, pero Gabriella Lantos, experta en salud de un partido de la oposición, estima que es «irresponsable» regresar ya a la vida de antes.
«Todavía no hemos alcanzado la inmunidad colectiva«, subraya, recordando que la variante Delta, detectada por primera vez en la India, »podría provocar una cuarta ola«.
«La decisión húngara es »un riesgo calculado«, según Gergely Marosi, periodista especializado en el fútbol que trabaja en Budapest.
«Las señales de un gran peligro son débiles, pero no sabemos«, añadió.
«En la Eurocopa de 2016 fue una fiesta en las calles y ahora la euforia es incluso mayor. Después del covid, los confinamientos y el alejamiento de la gente, estamos vacunados y creemos que ha sido suficiente«, dice Rajmund Javori, que viene a ver el partido desde Pecs, al sur del país.
El punto central de la marea fue la monumental Plaza de los Héroes, con sus estatuas de los fundadores de la nación magiar, donde se ubica la enorme 'Fan Zone' con capacidad para 11.000 personas.
«Para nada tengo miedo al covid. Llevo esperando más de dos años para ir al estadio y crear un gran ambiente dentro. Haremos que las piernas de los jugadores portugueses tiemblen«, dice el ultra húngaro Bence, de 24 años.
Actuaciones en vivo, DJ's, pasatiempos con temática Eurocopa y mucha cerveza sirvieron a los hinchas locales para matar las horas hasta el gran momento.
Entre ellos algún grupo de portugueses, aunque la mayoría de los alrededor de 8.000 que viajaron desde muchos puntos se dispersaron por los atractivos turísticos de la ciudad.
Aporreando una mesa como si fuera un piano, Henrique Dornseifer se deja llevar con el 'Bohemian Rhapsody' de Queen. Viene desde Berlín para ver a Portugal.
Junto con su primo Manuel Monteiro y su amigo de infancia Francisco Silva forma un grupo que sigue a la Seleçao en las grandes competiciones desde 2004. «Como Ronaldo«, recuerdan haciendo mención al debut de la gran leyenda lusa.
«El ambiente es espectacular. Tengo la vacuna, así que no me da miedo que se llene el estadio. Aunque me parece una desventaja para las otras selecciones«, opina Dornseifer, de madre portuguesa y padre alemán, cuya próxima parada será el sábado en Múnich para ver a sus dos «equipos del corazón».
«Lo único que nos falta es un poco de sombra. El resto es increíble. Debería jugarse la final de la Eurocopa aquí, con el estadio lleno. Aunque los aficionados no son los más simpáticos«, añade Monteiro, que teme que la cosa se complique a la hora del partido cuando algunos no recuerden ya el número de cervezas.
Según se acercaba la hora del partido, los alrededores del Puskas Arena, a unos tres kilómetros de la Plaza de los Héroes, fueron tomando color.
La pandemia y el propio fútbol -Hungría logró el pase a la competición in extremis ante Islandia- habían amenazado con arruinar el gran momento: Disputar una Eurocopa como local.
Superados los obstáculos, Budapest lo celebra a lo grande, con 68.000 espectadores, unos 50.000 húngaros, siendo el único estadio de los 11 de la Eurocopa 'multinacional' en llenar todas sus localidades.
Como medida sanitaria, todo el que entra al estadio debe haber recuperado un brazalete amarillo en varios puntos alrededor del Puskas Arena. Para conseguirlo, los hinchas húngaros deben certificar que están vacunados mientras que a los extranjeros les vale con un test PCR.
«Echaba de menos el ambiente de un gran partido. Algún día hay que volver a la normalidad. Por estadísticas, estoy más preocupado por tener un accidente de bicicleta», señala el portugués Eduardo Lopes, paseando por el centro de la ciudad con su hijo Guilherme.
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