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Sergio abraza a Pau. Es la forma de transmitir la ilusión que sienten estos dos hermanos, uno de ellos alevín y el otro, de los más pequeños. Los querubines, niños que patean el balón casi justo después de dejar de gatear. Paco y Lola, sus abuelos, los observan sonrientes. «Normalmente los lleva a entrenar su madre, pero ella hoy no llegaba, y cuando no pueden, los traemos nosotros», explica el hombre. Son dos de los alumnos del Discóbolo, el club del barrio de La Torre que en la dana se quedó sin un campo que ni siquiera llegó a estrenar.
Esa instalación se convirtió en uno de los muchos cementerios de coches después de la tragedia dl 29 de octubre. Como la parcela que ya acoge el nuevo, en el entorno de Sociópolis. Allí huele a nuevo en un lugar donde hace poco más de tres meses se notaba el aroma mortecino que desprendía el fango de la dana. En los alrededores aún hay varios coches y un garaje con las siniestras letras con las que los efectivos de emergencias señalaban que habían realizado su revisión.
«Por lo menos el balón vuelve a rodar. Era importante que tuviéramos el campo de fútbol, lo queríamos para olvidar el tema, tanto barro y tanta destrucción», comenta José Vicente Prieto, que es el entrenador del infantil del Discóbolo, a quien la dana pilló en San Marcelino: «Tardé tres días en poder llegar a casa. Y yo soy de Alfafar, así que esto no ha acabado ni mucho menos. Nosotros, en La Torre, tenemos la suerte de formar parte de la ciudad de Valencia, pero en los pueblos queda mucho por hacer».
También en este campo, que de momento permite a los equipos volver del exilio. Han entrenado desperdigados, en Nazaret, Manises, Safranar, Buñol... Incluso el femenino de categoría Nacional tuvo que retirarse de la competición. Ahora ya están todos en La Torre, aunque hasta final de marzo deben rentabilizar las horas: las torres de luz aún tardarán unas semanas. Luego se construirán las gradas y los edificios para vestuarios. El Villarreal ha aportado unos 174.000 euros y, sobre todo, la rapidez que resulta imposible ante la burocracia a la que se ve sometida una administración pública. El Ayuntamiento de Valencia ha invertido ya otros 123.000. Lo importante es que el balón ya ha echado a rodar. Hasta dos millones, queda mucho trabajo, pero al menos el barrio recupera la ilusión a través del fútbol.
Atrás queda esa incertidumbre de la noche del 29 de octubre. Sergio y Pau tuvieron la suerte de que la tragedia les pilló a salvo, en casa de sus abuelos. La gente que este lunes pisó por primera vez el nuevo campo son conscientes de que vecinos suyos no han tenido la misma fortuna. Y la gran mayoría han perdido al menos el coche. «Al principio la Federación nos ayudó con el transporte, pero en las últimas semanas hemos tenido que apañarnos, a veces haciendo más de un viaje, resalta José Vicente: «Hemos entrenado y jugado en San Marcelino, en Manises... al menos nos dejaron un campo de fútbol 8 en Nazaret y sabíamos que los viernes por la tarde teníamos hora y media asegurada. Nos quedan cuatro partidos aplazados».
Igual que el campo de fútbol, la dana arrasó todo el material. «Compramos balones, y otros utensilios, pues hemos vivido de lo que nos han dejado otros clubes. El Athletic y el Levante se han portado muy bien con nosotros. En Nazaret coincidíamos con su escuela del femenino», recuerda José Vicente.
Sus niños, y los de otros equipos del Discóbolo, han aprendido una lección de solidaridad, que ojalá no tengan que aplicar porque otras personas se vean afectadas en algo parecido a lo que han vivido ellos. Pero después de este exilio, lógico que se entrenasen sobre un césped que aún huele a caucho como si no hubiera un mañana. Y más si con ellos pelotean, como fue el caso, dos futbolistas profesionales como Juan Foyth y Raúl Albiol.
Fue un rato más de disfrute que de entrenar, para eso ya habrá tiempo... y campo nuevo. En el mismo donde muchos de los chavales quisieron tomarse una fotografía con los dos futbolistas, o Marcos Senna, hoy embajador del Villarreal y todo un campeón de la Eurocopa con la selección. «Es muy bonito poder inaugurar este campo después de toda la desgracia que pasó hace unos meses en esta zona, y que los niños puedan volver a poder entrenar y jugar aquí. Es muy especial que el Villarreal haya contribuido a esto, se ve el gran club que es», afirmó el central de Vilamarxant.
El club amarillo va a aportar dos millones en la reconstrucción de campos de fútbol en colaboración con la Fundación Trinidad Alfonso, dentro del programa ‘Alcem-se’. Este plan ha beneficiado a más de 42.000 niños y niñas de más de 254 centros educativos y clubes de 32 disciplinas. En cuanto al balompié, la primera fase acabará en marzo en los campos de Beniparrell, Catarroja, Aldaia y Algemesí,
En estas cuatro localidades ya tienen como ejemplo La Torre de que la vuelta a la normalidad, al menos en el fútbol, ya está un poco más cerca. «Es una alegría muy grande poder recuperar la normalidad con esta instalación, en la pedanía más golpeada por la dana. Para nosotros haberlo hecho en tiempo récord es una satisfacción y es la muestra de un trabajo y un esfuerzo durante estas semanas. Hemos transformado una parcela que estaba llena de coches a una parcela que está llena de vida, de deporte y de salud», comentó la alcaldesa de Valencia, María José Catalá.
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