El partido de la vida de Guille

«Los coches iban por el barranco flotando. La sensación era como si fueras en un barco, en el mar, y vieras cosas flotando, circulando por el agua. Me pareció ver gente dentro de algunos de esos vehículos», relata sobre el horror que vivió en la noche de la DANA desde su piso, en la cuarta planta de una finca en Paiporta.

«Nosotros vivimos a los pies del barranco. Mis padres, en Picanya, a 50 metros. Por suerte estamos bien. Han sido sólo daños materiales. Tanto mi novia como yo hemos perdido el coche», comenta. Carolina ha pasado el jueves en Paiporta, ayudando a limpiar lodo y a llevar víveres a vecinos que lo necesitan. Guille ha dedicado la jornada a limpiar el domicilio de sus progenitores, lleno también de barro.

«Ahora mismo, si te digo la verdad, ni siquiera pienso en el fútbol. Me da igual ese partido. He hablado con el entrenador y mis compañeros en el Manises, para decirles que estoy bien», comenta. Fue el momento en el que en el club dejaron de estar en vilo por Guille. No supieron nada de él durante 24 horas. Pudo contactar con ellos en la tarde del miércoles. Boni, el capitán lo había hecho antes.

El partido quizás se dispute en unos días. «Yo no sé si voy a tener fuerzas para disputarlo, ahora mismo ni me lo he planteado», señala Guille. Porque él sabe la importancia de decir que «sólo» ha sufrido daños materiales: «Ha fallecido uno de mis mejores amigos por la DANA. Pero de los mejores, de toda la vida. Le gustaba también muchísimo el fútbol… así que igual jugar ese partido contra el Getafe es una forma de homenajearle».

A Guille se le quiebra un poco la voz cuando cuenta la pérdida de su amigo, cuyo nombre prefiere que quede en el anonimato. También baja el tono para no romperse definitivamente. Se le escucha respirar más fuerte y retoma las fuerzas para seguir con el relato. Porque lo sufrido esta semana ha cambiado la vida de los que pueden narrarlo. Como a este joven de 30 años y a su pareja de 29. Cuando el miércoles por la mañana consiguieron desatrancar la puerta del patio y vieron in situ el espectáculo dantesco que les esperaba en la calle terminaron de tomar consciencia de la suerte que habían tenido.

«Nosotros estábamos en una cuarta altura, ahí no podía llegar el agua», razona Guille. Pero ni sabe cuántos escalones subió y bajó durante esa noche. A observar lo que podía del garaje, sin arriesgarse demasiado. Para interesarse por los ancianos que residen en el primer piso, algunos de ellos con demencia. «No quisieron subirse, y al final se quedaron en sus hogares. No llegó el agua y estaban acompañados por cuidadores», detalla.

Pero Guille y Carolina sí que acogieron a la vecina del tercero. «Vive sola con su perrito y estaba aterrorizada», apunta: «Compartimos comida y bebida, nos hicimos compañía durante esas horas». Aquella noche se hizo comunidad en esa finca de Paiporta. Fueron un equipo, como ese Manises que se ha ganado el derecho a jugar contra un Primera como el Getafe. A afrontar ese partido que ahora será todavía más especial para Guille.