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CRISTIAN REINO
Sábado, 23 de abril 2016, 03:10
La Liga sigue en un pañuelo. El Barça ha conseguido salir de la pájara a tiempo, mantiene la iniciativa al frente de la tabla (con los mismos puntos que el Atlético) y solo él puede decir que depende de sí mismo y que ganando lo que queda será campeón. El título liguero se decidirá en detalles, como algunos de los que permitieron al cuadro catalán derrotar al Sporting.
En concreto, un puñado de decisiones de Clos Gómez, determinante en el choque: no vio falta de Suárez en el primer gol de Messi, no apreció mano de Piqué, al filo del descanso, en un remate que pudo darle en el brazo bajo los palos, a su asistente se le escapó el fuera de juego de Suárez en el segundo y luego pitó tres penaltis a favor de los azulgranas en solo 10 minutos, que ni los más viejos del lugar recordaban. Con que una de las jugadas hubiera tenido un desenlance distinto, quién sabe cómo hubiera determinado al discurrir del partido. Son hipótesis irresolubles.
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Lo que sí es un hecho es que el Barça ha encontrado en Suárez al depredador que necesitaba en tiempos de sequía. En solo una semana, el charrúa ha hecho la friolera de dos poquers seguidos, que le permiten adelantar a Ronaldo en la tabla de máximos artilleros del campeonato. Con el portugués entre algodones fuera de Vallecas, el 9 uruguayo aprovechó su racha y los favores del colegiado aragonés para mantener a su equipo en el liderato y para situarse como favorito al Pichichi y la Bota de Oro. El Barça acabó goleando de manera casi humillante a los gijoneses, pero aunque parezca mentira durante la primera parte se mostró plano, poco alegre y bastante rutinario. Todo lo contrario que en la segunda, que es cuando unos y otros (Messi y Suárez, pero también el colegiado) se situaron en una dimensión paralela y pusieron el partido patas arriba.
Messi, de cabeza, aunque pudo estar precedido de una falta de Suárez sobre la salida de puños de Cuéllar, adelantó pronto a los blaugranas (en el 12), que a partir de ahí, se dejaron llevar, esperando que sus estrellas vieran la luz. Durante toda la primera parte, tuvieron la bombilla apagada y dieron la sensación de que jugaban con fuego, porque el Sporting (en puestos de descenso), con Guerrero, Menéndez y Halilovic, llegaba con una cierta facilidad. Al borde del descanso, Mascherano, en un primer instante, y más tarde Piqué, en posible mano, evitaron bajo palos dos disparos que se colaban a la meta de Bravo. Los jugadores rojiblancos se comieron a Clos Gómez en el camino hacia el vestuario.
Tras el descanso, el panorama cambió por completo. Luis Enrique debió de cantar las cuarenta a los suyos y les debió de advertir que o ponían una marcha más o podían complicarse la liga. Messi captó el mensaje y le dio otro aire al encuentro. En un abrir y cerrar de ojos, el argentino cambió el chip y acto seguido el Barça dejó su actitud contemplativa y se lanzó a por el rival. Ayudó el juez de línea, quien en una gran jugada entre Messi e Iniesta, no vio que Suárez, en el segundo palo, remataba a la red en claro fuera de juego. El cuadro catalán hacía el segundo y ahí sí el Sporting empezó a bajar los brazos. Y como para no hacerlo, después de que Clos Gómez se cobrara tres penaltis seguidos. Los dos primeros eran pitables, pero el tercero ni por asomo. Suárez lanzó los dos primeros y acertó y Neymar hizo lo propio en el tercero. El charrúa cerró su gran tarde haciendo el sexto del Barça y el octavo en su cuenta particular en esta semana. Hay Liga y hay pelea por el Pichichi.
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