efe
Domingo, 24 de junio 2018, 12:09
Mario Kempes necesitó diez partidos para gritar su primer gol en un Mundial de fútbol. Concretamente, once horas y 38 minutos de espera, entre las citas de 1974 y 1978. La paciente insistencia del 'Matador' tuvo recompensa porque él fue uno de los héroes que motivaron la coronación de Argentina en 1978, en su propio país. Se marchó del torneo con la copa y con dos distinciones individuales, como máximo realizador y mejor jugador.
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Al entonces delantero del Valencia, sin embargo, le costó empezar a ensanchar sus estadísticas. En la primera fase, su participación en los goles fue secundaria e indirecta, pero la continuidad de la selección celeste y blanca le hizo mantener el ánimo. En el primer compromiso de la segunda fase, ante Polonia, llegó por fin su liberación.
«Yo no era de hacer muchos goles de cabeza y mi primer tanto en un Mundial llegó justamente así. Se lo hice al arquero polaco, (Jan) Tomaszewski. Lo curioso es que lo enfrenté unos años antes en un amistoso que jugamos en Alemania y había fallado un gol al minuto ingresando completamente solo. Uno nunca sabe cuando va a tener revancha, pero tuve la oportunidad esa vez. Fue mi primer gol en el Mundial, muy lindo», recordó en una entrevista a FIFA.com.
Festejó dos tantos en el primer partido de aquel Mundial en que pisaba la cancha sin bigote. Fue una sugerencia del técnico Menotti. «Me paró y me dijo: 'Si en Valencia no jugaba con barba ni bigote, ¿por qué no se afeita de una vez en Rosario y se acuerda de hacer goles?'», contó el 'Matador'.
Argentina y él se quedaron en blanco ante Brasil (0-0), pero a continuación contribuyó a la goleada (6-0) ante la escuadra peruana con su segundo doblete en el certamen. Argentina necesitaba anotar cuatro goles. Hizo seis. Ese resultado situó a la selección albiceleste en la final de 'su' Mundial, en el Monumental. En ese definitivo envite ante Holanda, la escuadra sudamericana lo pasó mal, al menos en los primeros compases. «Nos llegaban con mucha facilidad. El Pato Fillol sacó tres o cuatro pelotas que pudieron llegar a ser fácil uno o dos goles. A medida que fueron pasando los minutos, fuimos igualando ese poderío que tenía Holanda y llegamos a marcar el primer gol», señaló Kempes.
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Lo anotó él. En el minuto 38. «A partir de allí no es que jugáramos más tranquilos, pero sabíamos que llevábamos la iniciativa. Luego nos empató (Dick) Nanninga faltando 7 u 8 minutos, y llegó aquel famoso tiro de Rensenbrink en el palo. El Monumental se calló totalmente. Fue como si hubiesen tocado una sirena de incendio», abundó.
Con el partido todavía por decidirse, Mario Kempes volvió a encontrar el acierto en la prórroga. «Ese sí fue difícil porque tuve que gambetear a dos defensores y enfrentar la salida del arquero. Le pegué a la pelota y le dio arriba, en las costillas, por lo que el balón se elevó. Me pasé de largo, tuve que regresar y se venían dos holandeses, por lo que alcancé a tocar el balón con la suela antes de que llegasen y se metió muy despacito», rememoró.
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Kempes reconoció que «no fue el más lindo de los goles que haya marcado, pero sí el más emocionante». «Creo que incluso la gente estaba soplando para ver si esa pelota entraba. Tuvo suspenso, pero entró», bromeó. Daniel Bertoni redondeó el triunfo celeste y blanco con el definitivo 3-1, en el minuto 116. Argentina salió campeona por primera vez en su historia.
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