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Gesto de Messi hacia Van Gaal. AFP
Modric sabe ganar; Messi, no

Modric sabe ganar; Messi, no

Cayetano a la contra ·

Dos maneras de entender la vida: los malos modos de los argentinos tras derrotar a Países Bajos contrastan con la elegancia del capitán croata tras batir a Brasil

cayetano ros

Lunes, 12 de diciembre 2022, 00:52

Más difícil que saber perder es saber ganar, cuando la fortuna te ha sonreído y te crees el rey del mundo. Vicente del Bosque dio una lección de cómo honrar al adversario cuando está en la lona: Holanda, pese a sus malas artes, en la final de la Copa del Mundo en Johannesburgo en 2010, e Italia en la final de la Eurocopa en Kiev en 2012. El 29 de junio de 2010, tras batir a Portugal en octavos de final, Del Bosque se acordó de Marcos Senna (el dolor de haberlo dejado fuera de la lista del Mundial) y de Luis Aragonés (el impulsor de aquella España triunfal). Esa clase es rara de ver. Por eso la emoción al acabar una de las sorpresas de los cuartos de final: Modric fue a consolar a Rodrigo, su compañero en el Real Madrid, tras errar un penalti decisivo el joven delantero brasileño. Modric, de 37 años, sabe de qué va la vida: cuando era un niño, en los noventa, huyó con su familia de su ciudad natal, Zadar, por la guerra de los Balcanes. Y, por supuesto, falló un penalti en un Mundial (ante Dinamarca en 2018), de ahí que pudiera ponerse en los zapatos de Rodrigo. Otro jugador natural de Zadar, Livakovic, portero del Dínamo de Zagreb, detuvo tres penaltis frente a Japón y otro ante Brasil, festejándolo con naturalidad pero sin excesos, sin darse la mayor importancia. Como debería ser.

La selección argentina, con Messi a la cabeza, representó el extremo contrario: el insulto, la burla y la humillación del oponente tras haberlo derribado. También el entrenador, Lionel Scaloni, irrespetuosos durante el encuentro y después con los holandeses y con el árbitro, el valenciano Mateu Lahoz, que se enfrentó con entereza al partido más difícil en 31 años de carrera. El fin, para la albiceleste, justificó los medios.

Declaraciones irresponsables de Messi. «La FIFA no puede poner árbitros así, que no estén a la altura, teníamos miedo antes del partido (en alusión a Mateu Lahoz)», dijo Messi, y quien no estuvo a la altura, en realidad, fue él, porque el ejemplo de antideportividad para millones de seguidores es peligrosísimo. Si el mejor jugador del mundo, tal vez de la historia, ataca así a una persona, da barra libre a los fanáticos para la violencia verbal contra ese árbitro. Y la FIFA, cobarde, no tiene intención de sancionar a Messi.

África pide paso. Nadie ha celebrado con tanta alegría los éxitos en este Mundial como los marroquíes, con la euforia en las calles del primerizo en estas lides, sin actos violentos, primera selección africana en semifinales, primera selección árabe. Son jugadores buenos sin ser excelentes, salvo Achraf Hakimi, español de nacimiento, cuya madre limpiaba casas en Getafe, sacrificados todos ellos en una defensa sin fisuras para darle a Portugal la misma medicina administrada a España. La eliminación de los españoles ahora ya no parece tan bochornosa. Los marroquíes son atletas de mediofondo, tienen talento con el balón y, por fin, con Regragi, han adquirido la organización que les faltaba. La semifinal ante Francia tendrá, además, todo el peso histórico de dos países con tantos lazos históricos.

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