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El día empieza a abrirse paso en Virginia, Estados Unidos. Es sábado y la ciudad de Harrisonburg todavía descansa. En uno de los hogares de la sede del condado de Rockingham, el silencio se rompe: «¡Gol!». A 6.550 kilómetros, Maxi Gómez ha marcado ante el Espanyol. Es el minuto 80 y el Valencia gana en Cornellà por 1-2. «Otra vez con el fútbol», refunfuñan los compañeros de piso de Manu Ferriol.
La situación se repite desde hace cuatro años. Justo desde el tiempo en el que este valenciano decidió postularse a una beca que le permitiese seguir practicando el fútbol profesionalmente y compatibilizar los estudios. Manu Ferriol (13 de agosto de 1998) acaba de ser nombrado mejor jugador ofensivo de su conferencia. Él juega en la James Madison Universtity en la división primera de la NCA. «El premio lo dan por estadísticas pura y duras, como la mayoría de cosas aquí. He sido el máximo goleador con 16 goles y cinco asistencias», comenta. Manu es un mediocentro ofensivo que aunque en ocasiones ha jugado como delantero, la posición en la que más a gusto se siente es en la de mediapunta. Su referente, el futbolista que más admira, es Riquelme: «Siempre Riquelme». Aunque su corazón valencianista, por convicción y por herencia, le hace sentir especial predilección por algunos otros: «Desde Villa, que se ha retirado hace poco, hasta Ayala, Albelda o Baraja; a ellos los seguí mucho».
Ha disfrutado del fútbol desde que nació. Como espectador, con su padre Manuel llevándolo a Mestalla y como deportista: «A los cuatro años empecé a jugar en el colegio El Plantío. A los siete me marché a la escuela de Cracks, donde estuve hasta que empezamos a jugar a fútbol once». Aquella etapa la recuerda con especial cariño: «Teníamos un buen equipo y nos lo pasábamos muy bien», rememora. «Nos eligieron a unos cinco cuando estábamos en infantiles y nos fuimos a la cantera del Levante».
Allí, en Buñol, jugó casi seis temporadas. Hasta que un día su padre le habló de las becas para ir a Estados Unidos: «Le llegó un correo de una empresa que buscaba a estudiantes que quisieran seguir la carrera deportiva y los estudios. Nunca me había planteado esa opción pero reflexioné y es cierto que en España es difícil compatibilizar ambas cosas si quieres rendir bien». Tras superar numerosos exámenes y completar todo el «papeleo» necesario, Manu se matriculó en un grado que aquí sería equiparable a Empresariales, aunque enfocado al deporte: «Tiene muchas salidas, desde entrenador hasta máximo dirigente de la NBA o NFL».
El 10 del James Madison Universtity tiene como objetivo seguir jugando al otro lado del océano: «Si no encontrase un buen contrato, no descarto entrenar empezando por escuela de niños o tirando currículums en Primera». Porque sí que hace hincapié en las condiciones, casi perfectas, en las que se encuentra para practicar el fútbol: «Nosotros, por ejemplo, tenemos tres campos de césped natural. El sistema de recuperación tras los encuentros y el trabajo físico es increíble. Hay muchos instrumentos a diferentes niveles que en España creo que ni existen». Hace cuatro años desde que llegó. En este tiempo, Manu ha asumido que la que peor lleva la distancia es su madre, Paloma: «Aunque hoy en día con las tecnologías, y las redes sociales estás en contacto con la familia y los amigos continuamente». Y que el fútbol en España y en Estados Unidos «no tiene nada que ver»: «Allí hay más pasión. Vas al estadio y si tu equipo no gana, te vas fastidiado. Aquí es más como un día de fiesta para pasar el domingo en familia», y así lo sienten los jugadores: «Allí se aprieta mucho al árbitro, a los jugadores, la gente anima pero no es nada comparable. Me gusta más cómo se vive en España, la parte positiva es que tienes menos presión», reconoce. Estas situaciones, y muchas otras, las comenta con su compañero de equipo, Fernando Casero. Él es maño y sobre el terreno de juego se ubica por detrás de él: «Hemos hecho una buena amistad, llegó al equipo al mismo tiempo que lo hice yo».
En este contexto, Manu reflexiona sobre el duelo entre Villarreal y Atlético del pasado viernes que precisamente se iba a disputar en Miami: «Está claro que jugar un partido de la Liga en EE UU podría tener beneficios. Se expande la marca y aumentas la afición. Pero creo que se debe quedar allí. El fútbol es para los aficionados, la pasión que hay en España no se encuentra aquí», indica. «Tebas y la Liga deben cuidar a los seguidores. Si yo tengo el pase, por ejemplo del Villarreal y no puedo ver el partido frente al Atlético, no me gustaría». Regresa dos veces al año a Valencia. En verano se queda durante un mes. El otro periodo en el que vuelve a casa es en Navidad. No es mucho tiempo. Sobre todo tras cuatro años. Pero hay costumbres que no pierde: su pasión por su Valencia y la hora de cenar: «Sigo haciéndolo a las 21 horas».
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