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Cuando Vicente Muñoz Castelló (Catarroja, 1944) colgó las botas con 22 años tras volver del servicio militar no podía ni imaginar que su carrera como directivo, que comenzó en el Catarroja C. F. en 1974 le iba a llevar a enlazar ocho mandatos al frente de la territorial valenciana, donde fue cabeza de cartel desde 1986 hasta 2018. 32 años, un periodo más extenso que el del propio Ángel María Villar en la RFEF.
Con el exfutbolista del Ahtletic, el del reincidente ‘fúrgol’ en sus discursos, tuvo una conexión inmediata desde su ascenso a la presidencia de la española. Tanto es así que una de las primeras decisiones de Villar, que ganó las elecciones en 1988, fue otorgar el premio gordo a Valencia en la lucha de poder que se originó para subsede olímpica de fútbol en Barcelona’92. Mestalla lució albergando los partidos de España y esa concesión labró una amistad que convirtió a Vicente Muñoz en uno de los hombres fuertes de Villar en las territoriales. Tan fuerte era el vínculo que las sucesivas reelecciones de ambos, Muñoz enlazó ocho mandatos y en 2014 inició el último ganando por aclamación, no hicieron más que actuar de pegamento en una relación basada en la lealtad. Una palabra que vuelve a estar de moda en Las Rozas.
El ascenso de Vicente Muñoz fue meteórico. Tras casi una década apartado del fútbol desde que dejó de jugar en el Catarroja en 1966 entró en la directiva del equipo de L’Horta Sud en 1974. Cuatro años después ya era presidente del club, donde su gran hito fue la inauguración del campo Mundial’82 que cortó la cintas en 1983. Por entonces, ya había entablado una gran amistas con Miguel Monleón, el presidente de la Federación Valenciana. En las elecciones de 1986, el entonces máximo dirigente le animó a presentarse.
La llegada de Vicente Muñoz a la presidencia de la FFCV llegó con anécdota puesto que le ganó las elecciones al por entonces alcalde socialista de Tavernes Blanques, Francisco Roig Salavert, tras tres empates. En la cuarta votación logró el margen necesario para comenzar una carrera presidencial de más de tres décadas.
Las necesidades del fútbol valenciano, en esa segunda mitad de los ochenta, pasaba por la renovación de los campos, muchos de ellos obsoletos. La directiva de esa nueva FFCV se volcó con la renovación de los más necesitados de una mano de chapa, pintura y césped con iniciativas como la que llevó, en la temporada 95-96, a un cambio integral de las porterías de todos los campos.
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