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J.Z
Lunes, 28 de febrero 2022, 13:53
Gervasio Deferr fue uno de los mejores gimnastas en los primeros años del siglo XXI. Ganó el oro en Sidney 2000 y en Atenas 2004, además de ser plata en Pekín en 2008. Sin embargo, su carrera estuvo marcada por su adicción al alcohol y a las drogas. Un problema que se acrecentó durante su retirada y le hizo tocar fondo, llegando incluso en 2017 a entrar en un centro de desintoxicación, donde le dijeron que era politoxicómano. Jordi Évole le visitó en su gimnasio situado en Barcelona para entrevistarle y reflexionar sobre todos los momentos que vivió.
El primer gran varapalo para el atleta fue el positivo por marihuana que dio en el Mundial de 2002: «Me operan del segundo hombro y me tiro meses viviendo en mi casa sin hacer nada, porque soy Gervasio Deferr y me creo la leche. Es ahí cuando empiezo a fumar (porros) con mis hermanos y demás...». Deferr explicó que ante lo sucedido, sufrió críticas desmesuradas: «Todos me señalan, me llamo mi padre y me colgó el teléfono y pasa de mí. Me sentí muy avergonzado en su momento. Alguien de la Federación lo filtró a traición, tengo mis ideas de quién pudo ser. Mi reacción fue mandarles a tomar por culo e irme a mi casa a fumarme un porro».
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Una carrera que, tal y como relata, estuvo marcado por la influencia negativa del alcohol: «Lo que casi me destroza la vida es el alcohol. Mezclaba con cocaína, speed, pastillas. Yo no bebía al principio. Fue en Madrid, en las concentraciones cuando íbamos por ahí, si todo el mundo pedía una cerveza, yo me pedía un quinto. Cuando me di cuenta en febrero de 2004 quedaban cinco meses para los Juegos de Atenas. Llamé a la Federación y dije necesito ir a Madrid ya. Dije que necesitaba un tiempo para limpiar y entrenar». Así pudo evitar los controles: «El COE, la Blume, el CAR, el CSD... es todo lo mismo. Era tirarse piedras contra su propio tejado».
Llegó a los Juegos Olímpicos, donde ganó una medalla de oro. Lo hizo tras irse de fiesta la noche anterior. Había fallado en la prueba del día anterior en la final de suelo y quiso olvidarlo bebiendo: «No me acuerdo ni cómo llegué. Vi a unas personas que estaban tomando algo y me metí una jarra enorme de cerveza. Al día siguiente me dijeron que estuvimos mucho tiempo, pero no recuerdo nada». Ganó precisamente el día después el oro, pero se marchó decepcionado: «Me fui con un oro olímpico y la sensación de que había fracasado. Yo me mataba, me destrozaba más mi propio pensamiento. Quería inundarme en alcohol».
En Pekín 2008 se retiró tras ganar una medalla de plata que tampoco le contentó plenamente. Se retiró, y llegó su peor momento: «Por fin podía hacer lo que quiera, yo no tendría que pasar doping. En ese momento fumo, salgo, bebo y pierdo el tiempo. Me quedo tres años en Madrid pensando si me retiro o no, pero cada día estoy desde las 15:00 en bares con amigos y con vida social. Era dormir por la mañana, comer y luego por la tarde otra vez. Hubo un momento que me di cuenta que llevaba seis años bebiendo todos los días. Seis o siete medianas y dos o tres cubatas. Sin nada que hacer ni objetivo, al final te envenena».
Dejó a su pareja, a la que admitió maltratar psicológicamente: «Maltratar a una persona psicológicamente está igual de mal que ponerle una mano encima. Estaba locamente enamorado de ella, pero no estuve a la altura. Por momentos era déspota, imbécil. Es triste». Cayó en pensamientos suicidas, en una espiral terrible: «Había mañanas que me despertaba con sangre y no sabía si me había peleado. No sabía qué hacer y volvía a pasar, por mucho que me decía que no». Emocionado, confesó un duro episodio con su madre: «A mi madre le dio un infarto y yo no podía estar porque estaba ciego. Era un círculo vicioso de drogas, alcohol y culpabilidad. Y mi madre muriéndose. Si se llega a morir, hoy no estoy aquí».
Todo ello le llevó a pedir ayuda a Alejandro Blanco, presidente del COE, que le ayudó a entrar en 2017 a un centro de desintoxicación en el que estuvo 10 meses. Fue hace cinco años, y forma parte de un pasado oscuro que quiere dejar atrás. Ahora entrena en su gimnasio del barrio de La Mina, donde ha encontrado su salvación.
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