Héctor Catalá: Un golpe que hizo del hobby una profesión

Héctor Catalá desprende optimismo: «Yo siempre intento hacer mucho caso a mi entrenador, y él me dice que me quedan al menos dos ciclos paralímpicos más». Habla de Jordi Jordá, quien lo 'soportó' cuando era un muchacho que practicaba natación sin demasiado esmero. Con los años se reencontraron cuando el deportista de Serra empezó con el triatlón a nivel aficionado y el técnico estaba ya en el CT Bétera. Héctor Catalá se ha tropezado en la vida con personas que le han apoyado pero, paradójicamente, también con una enfermedad visual y un bloque de hormigón. Un accidente que en 2014 le llevó a la UCI le ayudó también a convertir un hobby en una profesión.

«A los veintitantos yo no era el que ves ahora. Había empezado a correr y en Serra cualquiera ha hecho algo de bici de montaña. Me animaron a probar el triatlón», explica Héctor Catalá: «Contacté con Jordi y no cogió al chaval que hacía algo de natación porque le empujaban sus padres. Además, él supo dar con la tecla y este deporte me enganchó».

En aquellos años, que su enfermedad se llamase 'distrofia de Best' (mejor en inglés) lo tenía por una broma de mal gusto. «Pude hacer vida normal hasta los 20. Empecé a tener problemas graves cuando me saqué el carné de conducir, que me costó bastante», admite. También le resultó difícil acabar ingeniería industrial: «En los últimos cursos no veía la pizarra. Aprobé gracias a que tenía buenos compañeros que me pasaban los apuntes».

Aún así, se empecinaba en practicar triatlón, que ya era para él un estilo de vida: «Por ejemplo, yo no probé el alcohol hasta bien entrados los 20». Pero el gran golpe llegó en 2014: «Tuve un accidente muy fuerte con la bici, que se partió en dos. Yo pasé un día en la UCI. No vi un bloque de hormigón y me estrellé contra él. Hasta entonces yo escondía mi problema porque no quería ser diferente. Ahora es algo de lo que me siento orgulloso».

Admite que acudió a la ONCE sin demasiadas pretensiones. «Conocía muy poco más allá de la venta de cupones y me abrieron un mundo nuevo. Me animaron a probar el tándem y se acabó mi rechazo al paratriatlón», señala Héctor Catalá. Trabajó como ingeniero unos años, pero a principio de 2017 decidió centrarse en el deporte: «Mi padre siempre me ha dicho que no haga nada a medias y eso me marcó. Cuando tomé la decisión no sabía a dónde podía llegar, pero tenía claro que trabajaría cada día para ser el mejor del mundo y quería ser consecuente».

Ha tenido varios guías, pero el último gran giro llegó en 2018 cuando conoció a Gustavo Rodríguez. «Le llamé un lunes para presentarle mi proyecto y enseguida me dijo que sí. Me acogió una semana en su casa en Galicia y el domingo fuimos campeones de España. Quince días después logramos el bronce en el Mundial de Australia. Y al año siguiente, logramos el oro», resume: «Gustavo es un tío genial, imposible discutir con él... menos en carrera, que me lo cambian. Me lleva al límite».

La competición y tener un guía de la otra punta de España obligan a tener siempre la maleta hecha. «Pero yo estoy encantado. He hecho de mi hobby una profesión. Los Juegos de Tokio son la consecuencia de muchas decisiones y un hito más en la historia que me ha tocado vivir», señala. En ese camino sigue encontrando gente que le respalda, como aquellos amigos con los que hace años corría de noche, con frontales, por los senderos de Serra. O la triatleta Noelia Juan, con la que se entrena.